Había sido una mañana algo pesada, aunque a decir verdad los días anteriores pesaban más que una piedra en la superficie de cualquier lago y por tanto, ya el cansancio y la fatiga de lo vivido anteriormente me tenían un tanto agotado. Le di el último mordisco a la torta ahogada mientras se acercaba el mesero del lugar, a quien le pedí una cerveza para brindar con mis compañeros ahí reunidos: a mi derecha Bea Jáuregui, enfrente Vic Morales y a mi izquierda Rodrigo Dau.
“Mañana será la rodada con Cámara y no queremos que falten.” Dijo Dau mientras levantaba su cerveza, dispuesto a terminar con ella, “será para recolectar víveres para los damnificados por el huracán en la costa” (continuó).
Yo por mi parte, me sentí invadido por una emoción muy grande de saber, que independientemente de la edad que se tenga, de la capacidad económica con la que se viva y el lugar en el que se esté, en momentos devastadores necesitamos de todos. La verdad es que me llenó de alegría el hecho de que este tipo de grupos aprovecharan la oportunidad de ayudar; esa oportunidad que todos los días de todos los meses y de todos los años, siempre estarán en nuestras vidas.Como hoja movida por el viento, fui recorriendo muchos de mis proyectos en los que han estado conmigo muchos grandes amigos y que si no fuera por ellos, por su apoyo, compañía, sinceridad, decisión, no hubiera podido llevar adelante mis sueños; es así como me siento ahora con los amigos ciclistas, Cámara, Bici 10 que me han permitido ser parte del grupo sin verme como un problema o una responsabilidad. “entonces mañana nos vemos a las 8:30 en el tren; me llevo la tándem y de ahí nos vamos” (dijo Rodrigo interrumpiendo mis pensamientos) ah, si, así mero le hacemos master.
Al día siguiente y luego de medio quedarme dormido en la última clase, salí disparado a la cita que ya tenía con el señor Dau en el tren ligero. Luego de unos minutos de esperarle, llegó y nos fuimos a su casa a dejar mis cosas.
Al llegar al dif y entregar las cosas hicimos una demostración de lo que hemos venido trabajando Vic Morales y yo en la bicicleta. Se montó en la bicicleta que portaba un remolque con sonido y al ritmo de unas canciones rodamos entre la valla que formaron los amigos ciclistas.
Retomamos el regreso y entonando canciones de los Invasores de Nuevo león, me puse a cantar por el megáfono. Sólo me aguantaron 2 cuadras y me quitaron el juguete. Luego, al detenernos ya casi para llegar al punto final, me giré sobre el asiento mientras Dau pedaleaba la bicicleta doble. Al ir de espaldas a él y agarrado al revés, me cansaba, pero me emocionaba el escuchar tantas personas reunidas y disfrutando del paseo.
“¡al cardenal!” dijeron Edgar y Dau. Bueno, pues no me queda de otra mas que continuar la fiesta (dije para mis adentros) luego de despedir y agradecer al grupo, nos fuimos el señor Dau y yo al lugar.Se armó el cotorreo con Pilas, Carlos, Fidalgo, Dau Vic Morales y más compañeros que no recuerdo, quizás por las horas de sueño acumuladas y el cansancio o el estrés de la semana, por qué no decirlo; pero no culpar a las cervezas, que no fueron muchas las que tomé esa noche y nada tendrían que ver con mi falta de memoria.
No fue una rodada más; no fue ni igual ni peor que otras porque simplemente todas las rodadas son diferentes, porque en cada una de ellas se conocen nuevas personas, se enfrentan nuevas experiencias, incertidumbres que alimentan la necesidad de seguir defendiendo un espacio, un derecho; un buen sentido para disfrutar lo que se tiene. Nada será tan malo como la ignorancia frente a las propuestas de un cambio, de un mejor vivir y sobre todo de una convivencia entre hermanos.
Agradezco infinitamente a todos su compañía y extiendo mis más sinceras felicitaciones por disfrutar de la ciudad de la mejor manera.
Por Bernardo Álvarez.
Cámara Rodante
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Bernardo Álvarez
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