COLECTIVO

Guadalajara, Jalisco, Mexico
Somos un grupo de amigos amantes a la fotografía y a la bicicleta, de ahí el nombre de este blog. Cada domingo vamos a pedalear por diferentes rumbos de la ciudad y fuera de la misma. Hacemos tanto ciclismo de montaña, ciclismo urbano y biciturismo. Con esto queremos fomentar el uso de la bicicleta como una herramienta viable de movilidad, de salud y de diversión. ¡¡¡Animate a rodar con nosotros, saca tu bici a pasear!!! Escríbenos a camararodante@hotmail.com

jueves, 2 de julio de 2015

TRAVESÍA A LA ISLA INDÓMITA, MEZCALA... CRÓNICA DE JOSÉ ALCALÁ Y MARÍA ROSTRO.


Nos reunimos temprano en Chapala, allí nos esperaban una docena de ciclistas anfitriones del Lake Nite Rides ChapalAjijic. James, nuestro guía, de Cámara Rodante, fue dando la bienvenida y los detalles del recorrido, ese día se integraron a la rodada un poco más de diez personas nuevas.


Partimos por brecha rumbo a Mezcala de Asunción. Unos kilómetros adelante pasamos por la puerta de un personaje notable, Alejandro Caminos, un señor de unos 60 años, que entusiasta salió a tomarnos fotos y a desearnos buena jornada, nos contó que era ciclista desde muchos años atrás y que pronto nos invitaría a hacer una vuelta a la rivera con él. Sacó emocionado una balsa de madera que puso en manos de James. Don Alejandro era artesano y hacía juguetes, pero además era combatiente de cáncer, y estaba luchando por recuperar su salud. Al despedirse nos dio unas últimas recomendaciones sobre ciclismo, y unas recetillas sobre cómo hacía sus brebajes para hidratarse: suero de panela, piloncillo y un poco de sal, truco que había aprendido de un ciclista colombiano.


Casi al arranque en una bajada con gravilla tres de nuestros compañeros cayeron fuerte: Lety, Pablo y Gerónimo quedaron engarzados hasta que los ayudaron a levantarse, algunas raspadas, cortes, golpes en el vientre, cadera y unos relucientes moretones fueron el saldo del incidente. Los tres valientes no se amedrentaron y terminaron la rodada como los demás.


El contingente de unos ochenta y tantos fuimos avanzando y reagrupando cada tanto. En el camino encontramos charcos de agua, y cada vez que Carlos Ibarra tomaba video: sopas! Alguno caía al lodazal.

 

Nos fuimos acercando al pueblo de Mezcala en la Ribera, y de allí algunos tomamos las lanchas para conocer la isla, el resto se quedaron en los restaurantes que tenían un montón de platos ricos para entretener el hambre: hueva de pescado, consomé de bagre, tortitas de pescado, con su cerveza bien fría.


Tomamos la lancha y en el camino fuimos jugando carreras con las otras dos embarcaciones. Nos contaron la historia del “chan del agua” que por lo que entendimos fue una de las medidas que se tomaron en los años 50 para controlar las hierbas acuáticas, las autoridades trajeron manatíes al lago y allí los liberaron, pero para los ribereños eran criaturas tan feas y tan extrañas que se dedicaron a matarlos hasta que se extinguieron, por si acaso, veíamos hacia el lago, listos para avistar uno de esos fantásticos seres que acaso hubieran sobrevivido el exterminio…


Llegamos a la Isla, subimos hasta encontrar un árbol legendario, encallado en una piedra con un tronco inmenso. Daniel, el guía que nos condujo por la isla, nos dijo que se llamaba Palo Blanco, algunos de nosotros le llamábamos árbol de amate y otros Texcalame.


Bajo sus pies una pequeña gruta en la que Temi encontró una Virgen Indígena, rodeada de guirnaldas de color, y redes de pesca. Había que estar alerta porque en esta rodada aparecían cosas nuevas e interesantes para ver, inadvertidas para los que siempre llevan prisa.


Subimos hasta el cuartel, poco antes de llegar, encontramos unos ciruelos llenos de promesas: frutos verdes muy próximos a madurar, al centro, un gran círculo de piedras en el que Daniel nos contó se tenía conocimiento llevaban a cabo ceremonias de cortes en las orejas, y la sangre que de ello se obtenía se ofrendaba a los dioses según la tradición náhuatl.


El cuartel y el fuerte estaban situados en lo más alto de la Isla, de allí podía verse toda la Ribera del Lago más grande de este país. El viento soplaba fuerte. Convencimos a Daniel de llevarnos a las galeras en las que tenían a los presos. Nos dimos prisa y pasamos por más ciruelos y unas construcciones que parecían torres moriscas, no creíamos tener esta maravilla tan cerca de la ciudad. Las galeras eran dos, enormes construcciones de piedra con apenas unos orificios de 20 cm. para ventilar las salas que contenían a no menos de 300 presos, los personajes más sanguinarios, peligrosos, desertores, pillos hacinados en un solo edificio en el que lo mismo dormían que hacían sus desechos. Entrar allí producía una especie de sofoco y de compasión por la forma en que debieron haber vivido. Cada día, al salir de las galeras eran atados a sus grilletes con esferas de 20 kg. Se dedicaban al trabajo con cuero y a la elaboración de huaraches. Al llegar la noche volvían a las galeras hasta el siguiente día.


Cuentan que solo se registró una sola fuga de la isla al estilo de la pantalla grande. Dicen que un prisionero con una singular personalidad y habilidad del lenguaje, se tenía ganada la confianza de los guardias; la promesa del amor de una mujer le hizo desafiar a la muerte, pues hábilmente planeo su escapatoria después de afeitarse las añejas barbas y salir disfrazado de mujer. Con la imaginación alimentada de imágenes e historias recabadas detrás de la navegación, regresamos a Mezcala.


Con la hora de regreso marcando en el reloj y con nuestro guía montado ya en su bicicleta, iniciamos el final de la jornada con una muy fuerte escalada para llegar a la carretera, en la cual llegaríamos al punto de partida, claro que no sin antes pagar el tributo a las deidades locales regando la cinta asfáltica con litros de sudor acumulados y bien exprimidos con la ayuda del calor y humedad (no nos advirtió Daniel de tal peaje ¡...!).


Llegando al estacionamiento, solo pudo haber sonrisas y la bienvenida de los que llegaron primero, así como la respectiva comitiva en pro de la rehidratación de los compañeros.


Un hecho que marcó el nivel de amistad y desprendimiento por parte de uno de los integrantes de nuestros anfitriones y otro más de cámara rodante, fue el intercambio de jerseys, que es bastante significativo en el mundo deportivo, nos deja aún mejor sabor de boca saber que pertenecemos a esta fraternidad.

Por José Alcalá y María Rostro
Cámara Rodante

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