COLECTIVO

Guadalajara, Jalisco, Mexico
Somos un grupo de amigos amantes a la fotografía y a la bicicleta, de ahí el nombre de este blog. Cada domingo vamos a pedalear por diferentes rumbos de la ciudad y fuera de la misma. Hacemos tanto ciclismo de montaña, ciclismo urbano y biciturismo. Con esto queremos fomentar el uso de la bicicleta como una herramienta viable de movilidad, de salud y de diversión. ¡¡¡Animate a rodar con nosotros, saca tu bici a pasear!!! Escríbenos a camararodante@hotmail.com

jueves, 28 de julio de 2016

"AVENTURA SOLIDARIA... Y UN REENCUENTRO CON LA BICICLETA DE MONTAÑA" CRÓNICA DE VÍCTOR IBARRA.


Son las 5:30 de la madrugada, del domingo, pero en las calles se escuchan ya los camiones pasar y unos perros ladrando, en el centro de Guadalajara, pero hoy no subiré a ningún camión, a ningún auto, a ningún vehículo con motor.

Hoy es día de Primavera en pleno verano, es día de disfrutar de la naturaleza, del bosque, de agradecerle lo que hace por esta ciudad.

Hoy es el día de regresar a los caminos de Cámara Rodante, y vaya de qué forma tan agradable fue ese regreso, después de cinco años, ese reencuentro con la bicicleta de montaña, con la adrenalina, aquí les contaré cómo recorrimos la Primavera y Toboganes y sobrevivimos.


A las 6:30 me encontré con mi hermano Carlos Ibarra y James, a quien no conocía, en el barrio del Santuario. Minutos después partimos rumbo al bosque, avanzando por oscuridad de la ciudad que presentaba su belleza, pero también sus carencias en iluminación.

La aventura de la rodada inició desde ese momento, ya que los obstáculos eran constantes: baches, alcantarillas peligrosas, autos estacionados sobre la ciclovía de Federalismo y grandes charcos, gracias a la tormenta que cayó la noche anterior.

Todas estas dificultades que se presentaban en el recorrido eran señaladas por James, para prevenirnos tanto a Carlos como a mí. Esa acción espontánea mostraba fielmente la filosofía de Cámara Rodante, que desde su inicio ha tenido: la solidaridad, la camaradería, el compañerismo, hacia propios y extraños.


En la avenida Mariano Otero, en Plaza del Sol, se nos unió en el camino la venezolana Rina, y más adelante en el cruce con Periférico, hizo lo mismo Jorge, ataviado con una cámara en el casco, quien mostró más tarde que posee el don de la ubicuidad, y que su presencia era notoria y constante en todo momento y lugar, siempre dispuesto a ayudar a quienes tuvieran fallas mecánicas, a ir en la vanguardia o en la retaguardia de la rodada.


Poco después llegamos a la caseta de entrada al bosque de la Primavera, punto de reunión y partida de esta rodada. Ese fue un momento propicio para retomar el aliento, comer una fruta, tomar agua, luego de haber recorrido 22 kilómetros, la mayor parte de ellos camino arriba.

Los organizadores dieron las instrucciones y consejos a quienes íbamos por esta aventura. Una indicación que quedó grabada en mi mente fue que ésta iba a ser una rodada a “ritmo contemplativo”. Y realmente fue tal, ya que tuvimos varias oportunidades de contemplar lugares, caminos, paisajes e incluso caídas y reparaciones mecánicas de bicicletas.


Alrededor de 40 personas iniciamos (reiniciamos, como era mi caso) el recorrido, con todas las ganas y el esfuerzo por disfrutar. El bosque de la Primavera nos dio la bienvenida con un largo camino cuesta arriba, de un empedrado que hacía que todo nuestro cuerpo vibrara.


Fue el primer reto, donde más de uno cayó a las piedras, pero nada de consideración, hasta que llegamos a un lugar llamado 8 y ½, que es la puerta de entrada a lo profundo del bosque. En ese lugar, con caballos de testigos, se dieron otras instrucciones y una muy importante: ¡A divertirse!.


Rápidamente nos encontramos con un pequeño “tobogán”, que se nos presentaba como un aperitivo del tipo de recorrido que haríamos. Seguimos bosque adentro cada uno a nuestro ritmo hasta que llegamos a un claro empastado del bosque: fotos, fotos.


Después nos internamos de nuevo a lo espeso del bosque, cruzamos cuesta abajo un puente angosto, no sin dificultad, y dos minutos después nos detuvimos ya que mi buen amigo René Valencia, sufrió un fuerte golpe en su espinilla, que hizo que le apareciera una bola del tamaño de una pelota de beisbol. Desafortunadamente no pudo continuar. Corta pero intensa fue su primera rodada con Cámara Rodante.


Más adelante recorrimos caminos que evocaban lugares de cuento tales como el de Alicia en el País de las Maravillas o del Mago de Oz, entre hongos y campos llenos de flores, en este caso amarillas, lugares propicios para tomarnos fotografías. En esos caminos encontramos perros cariñosos que durante una parte fueron también compañeros de la ruta.


Uno de los compañeros sufrió una aparatosa caída con carambola incluida, quien salió literalmente volando, y rodando en la tierra, pero afortunadamente salió sólo con ligeros raspones, marcas de la batalla.


A mí me paso algo similar, iba en una pendiente lleno de grandes hojas que no me dejaron ver un hoyo, lo que hizo que la bicicleta se atorara y yo saliera volando por encima de ella, pero afortunadamente caí sobre mis pies y seguí corriendo hasta detenerme
.

Llegamos a una gran pendiente lleno de piedras enormes, donde en unos tramos cargamos las bicicletas, para seguir la aventura. Y finalmente llegamos a los esperados “Toboganes” no sin antes perdernos un poco, y sentir que teníamos un deja vú, ya que pasamos por el mismo lugar dos veces, pero todo era parte de esa búsqueda del camino (¿amarillo?).


Entrar a Toboganes fue un reto que disfruté con adrenalina pura, de sentir el roce de las piedras en las botas, de sentir la velocidad y el viento golpeando el rostro, de percibir el olor a tierra y pasto, de ver la emoción que provocaba en los compañeros del recorrido, y poder decir: “!!Sobrevivimos a Toboganes!!”.


Y así llegó el momento de regresar, de salir del bosque, de compartir la experiencia e incluso de disertaciones filosóficas, de bajar la larga pendiente a gran velocidad, y salir expulsados de nuevo a la urbe, a la jungla de asfalto, no sin antes sentirse agradecido de reconocer el sentido del compañerismo en cada uno de los que íbamos en la rodada. Al final, saciamos el hambre y la sed con unos sabrosos lonches y cervezas, y una rica plática.


Regresamos a casa, al Barrio del Santuario, y yo iba cargado de energía, de alegría, de oxígeno, de 70 kilómetros recorridos, de nuevas y viejas amistades, de naturaleza, y sobre todo de agradecimiento.


Gracias Carlos por esta oportunidad de regresar a recorrer camino en bicicleta con Cámara Rodante, que son los caminos de la Amistad.

Crónica de Víctor Ibarra
Cofundador de Cámara Rodante

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