COLECTIVO

Guadalajara, Jalisco, Mexico
Somos un grupo de amigos amantes a la fotografía y a la bicicleta, de ahí el nombre de este blog. Cada domingo vamos a pedalear por diferentes rumbos de la ciudad y fuera de la misma. Hacemos tanto ciclismo de montaña, ciclismo urbano y biciturismo. Con esto queremos fomentar el uso de la bicicleta como una herramienta viable de movilidad, de salud y de diversión. ¡¡¡Animate a rodar con nosotros, saca tu bici a pasear!!! Escríbenos a camararodante@hotmail.com

lunes, 24 de junio de 2019

NO HAY BAJADA QUE NO SE CUMPLA NI FECHA QUE NO SE LLEGUE… A SUBIR



Dicen que “no hay plazo que no se cumpla ni fecha que no se llegue”

Fui invitado por un buen amigo mío y de muchos de ustedes a rodar este domingo, toda una institución en el ciclismo, estoy hablando de Gerardo Gelacio Trujillo, para que me integrara con el grupo denominado “CÁMARA RODANTE”, recibí un mensaje muy temprano por la mañana donde me informaba de un recorrido que se haría este 23 de junio al “Puente de Arcediano”, que se ubica en el fondo de la depresión orográfica, que de acuerdo a los últimos estudios, corresponde al cráter de un volcán apagado de la época cuaternaria (¡ufff! ya llovió), mejor conocida como Barranca de Huentitán, pueblo de donde don Vicente Fernández Gómez ha hecho tan famoso por nombrarlo en sus canciones y lugar donde ha grabado escenas de algunas películas como la Ley del monte donde en una de ellas podemos observar tan histórico puente; hoy declarado “Parque eco turístico” y reserva natural protegida (protegida no se por quien pero que disque esta protegida la barranca), donde aún existe flora y fauna endémica como armadillos, mapaches, tejones, zorrillos, zorros, coyotes, tigrillos, venados, puerco espín, alguna variedad de serpientes,  aves, etc por mencionar algunos, así como vegetación única como higueras, tepehuajes, huamúchiles, tepames, copal, huizache, otate, majahuas, guasimas,pitayos, ciruelas, mangos, etc. En conjunto dan un paisaje de exuberante belleza, a pesar de un río Lerma- Santiago, gravemente contaminado, que serpentea en su sinuoso recorrido de aguas achocolatadas de aspecto obscuro, espumoso y fétido.



La cita era a las 7 de la mañana, en el camino a Colimilla, rumbo a la planta potabilizadora del del SIAPA del mismo nombre por San Gaspar de las Flores, al oriente de la zona metropolitana de Guadalajara, en el municipio de Tonalá, Jal.

Por eso inicié diciendo que “no hay plazo que no se cumpla ni fecha que no se llegue”.  Ahí estaba muy puntual (enseñanza de Gelacio) con mi bicicleta blanca, reluciente, pulida, de cadena muy bien aceitada, lista para la rodada como se menciona en el “argot” ciclista.

Esa noche casi ni dormí nada, por la emoción por esperar el momento de la cita; desperté a las dos de la mañana, a las 4 y finalmente a las 6 de la mañana. Rápidamente tomé un baño de agua fría, me preparé un licuado en agua con guayabas. Preparé mi ánfora con una solución hidratante y energizante con electrolitos, agua de mar y una cucharada de miel de abeja.

Descolgué rápidamente la BIKE de montaña, revisé la presión de aire en neumáticos, los cuales requerían nivelación a 40 libras de presión para ese recorrido. Revisé bolsa de herramientas, bomba, encajé la anfora en su lugar;  abrí el portón y  “patitas para que te quiero”. Por cierto yo vivo relativamente cerca del punto de reunión, así que en unos cuantos minutos ya estaba ahí;  ya habían llegado los madrugadores y por supuesto los coordinadores, aunque yo no conocía a nadie, inmediatamente identifiqué quienes eran los líderes. Ahí estaba ya en la bola como todo novato.

Días anteriores había tenido el gusto de interactuar por redes sociales con Edgar, uno de las guías de CÁMARA RODANTE, ahí le expresé que soy una persona de cierta edad (casi 60 años) y que tenía relativamente poco tiempo de andar incursionando en el ciclismo; me hizo saber que ésta rodada en especial es extrema y que me sugería nada más recorrer la mitad de la ruta. Como siempre he sido de retos, me dije a mi mismo: “bajo y subo”, es mi meta.

Ya pasaba de las 7:00 am y aún no había llegado la mayoría de los ciclistas. Fueron llegando poco a poco hasta alcanzar el número total de asistentes. Todos con uniformes de ciclistas, debidamente protegidos con casco, lentes, guantes y algunos otros hasta con pasamontañas. Finalmente se integró el grupo, se saludaban con gran camaradería y eso me gustó mucho. Sentía como se me agolpaba la sangre en el pecho de la emoción.  Era mi primera rodada en grupo al puente de arcediano y a la voz de ¡vámonos! se da el inicio de tan esperado recorrido que a continuación quiero platicarles si ustedes me lo permiten.  ¿No los he enfadado hasta aquí?
Pues continuamos…



Como les iba diciendo se dio la indicación de partida por nuestro líder del grupo, Edgar, persona joven, entusiasta, de bonito caracter, buena apariencia física, que irradia una energía positiva por ser un gran ser humano y a lo que vi muy aceptado y querido por los miembros del gremio. Se puso al frente del pelotón, un grupo muy nutrido de participantes entre 50 a 70 ciclistas, en su mayoría del sexo masculino con una edad promedio de 30-40 años, los únicos viejitos no pasábamos de cinco. Nos acompañaron también tres damitas, muy bien ataviadas con sus trajes de licra y una la vi hasta con zapatos de grapas, muy atléticas y amables todas.

Inmediatamente me ubique al frente, acompañando al líder a quien le inicie plática, a poco tiempo se da inicio el descenso, esa cumbre imponente que “ojalá y vieras”, como dicen en el pueblo de mi esposa, más que bajarla, subirla, sería lo interesante. El camino es de pavimento con un muy mal mantenimiento con grandes hoyancos y tierra suelta, de dos angostos carriles (ida y vuelta), pero con una vista a la izquierda majestuosa.



El astro rey ya mandaba sus primeros rayos, el colorido del alba era inigualable y en el fondo, la barranca profunda y quieta nos esperaba, con leves destellos de verdor por las incipientes y raquíticas lluvias de este temporal, a lo lejos se oía el ladrido de algunos perros que como fieles guardianes al olfatear y ver tal tumulto se inquietaban, medio escondiéndose en las casitas de la ladera. Esta colonia se llama “Mirador del Sol”, la cual incluye una planta tratadora de aguas residuales. Al pasar percibimos pequeños riachuelos de olor nauseabundo por el gas metano producto de la descomposición de excretas humanas y de mascotas, así como de químicos de uso doméstico dando un aspecto deplorable cambiando el entorno natural de antaño y engrosando el caudal del Río Lerma con más desechos tóxicos.

Así llegamos a una pequeña caseta de vigilancia que controla ingreso y egresos de ese camino, donde se limita el paso con una “pluma” hechiza muy que remeda a las que se encuentran en las entradas de los fraccionamientos “fifís” o de entrada y salida de estacionamientos de alta gama. Ahí realizamos la primera parada forzosa, ya que el vigilante solicitaba se le mostrara el oficio de acceso. Unos aprovecharon para tomarse la selfie; el ambiente era agradable y de camaradería, todo eso me divertía. Seguía sorprendido y extasiado por lo hasta ahí vivido.



Después de algunos minutos de revisión del oficio se nos permitió el paso, ahí ya es camino empedrado y de puro descenso, curvas y curvas, como si fuéramos en las costillas del reliz, ya que en un momento dado de la ruta mirábamos hacia la izquierda y era una pared granítica interminable como si miráramos al cielo, y daba un poco de “cuscús” si se desploma una piedra, porque sin más, ni más caería sobre nosotros y ni para donde hacerse. Así llegamos hasta la primera presa conocida como la de “Los Monos” de agua negra como el alma de Barrabas, pero a pesar de eso se percibía paz y se disfrutaba de una hermosa mañana.

Justamente ahí en lo más bajo de la presa, se inicia la primera cuesta de la ruta que a mi juicio es la más pronunciada de todas, donde hay que echarle “fibra”.  Yo la subí primero que todos y no es presunción si no que así fue. Después de esa subida, prácticamente continúa el descenso hasta las vías del tren ya en Huentitán.

Conforme continuó el descenso, el grupo se desarticuló, esa primera cuesta no cualquiera la sube al mismo ritmo y ahí fue el retraso de muchos. El clima y el panorama incomparable y la plática entre nosotros nos hacía descender mejor.



Por fin pasamos por las “pilitas” y quienes disfrutaban sus cálidas y medicinales aguas sulfurosas del lugar se encontraban boqui abiertos, sorprendidos de ver tanto ciclista uno tras otro a cierta velocidad descendiendo y mas adelantito los guardias privados también, un gordito como de 130 kilos que por cierto estaba dormido en una silla de plástico, con el tropel despertó  por poco y rueda, al querer levantarse pronto para vernos y no pudo.

Del inicio de la ruta hasta las pilitas, el camino solo para nosotros. De ahí para abajo empezamos a encontrar grupitos de corredores a pie en pleno entrenamiento de fondo unos hasta sin camisa y varias mujeres sudando la gota gruesa.

Así llegamos a las vías del tren, donde está un “pueblo fantasma”, éramos cinco los fugados, no lo podía creer, yo muy tranquilo sin fatiga ni nada junto a ellos. Ahí la cantidad de corredores que bajan por las vías si era impresionante, que parecía procesión de semana santa, se me antojó tanto correr en ascenso por la vía, que deje la bicicleta y pegué un carrerón a esfuerzo, subí máximo de unos 300 a 400 metros calmando mis ansias de corredor, dando tiempo a que el grueso del grupo llegara.



El paisaje de ahí el mejoró del recorrido, maravilloso, unas casonas de tipo colonial en ruinas, vandalizadas, con paredes grafiteadas, sin puertas, de gran altura y a pesar del tiempo y destrozos humanos siguen firmes, majestuosas y como guardianes de ellas una frondosísima higuera como de 50 metros de diámetro cuando menos con un gran tronco de gran brazada y unos árboles de mango entre otros, su follaje generaba un frescor del entorno envidiable y acogedor.

Los árboles de ahí, además de darme su fresca y oxigenada sombra, me regalaron alimento, a esa hora y distancia recorrida ya hacia hambre, había varias piezas de mango en el piso que se caen de maduros, recogí unos cinco, los de mayor tamaño y más chapeteados que disfrute tanto de su dulzura y sabor único.



Tiempo después de estar en ese lugar tan fresco y bonito, terminaron de llegar los rezagados y ya los acompañaba y resguardaba una camioneta de la policía y otra camioneta particular con agua y abastecimiento.

Ahí fue cuando pensé para mi: “Edgar que buen líder eres, piensas en todo, en hora buena hermano”. Se prosiguió a terminar la ruta por un camino estrecho y pedregoso ya que era el objetivo y mi meta era llegar al Puente de Arcediano, ahí el número de corredores de a pie se incrementó muchísimo, tanto de ida como de venida y el tránsito se enlenteció para nosotros, por un lado tanta gente y por otro camino pedregoso, tanto así que un compañero tronó su cámara de la llanta. No traía el refacción ni herramienta, ahí observé la gran solidaridad del grupo, en breve no faltó quien le proporcionara lo necesario para reparar su rueda con cámara, desmontarla, montarla y abastecer de aire, pudiendo continuar su camino sin mayor novedad.



Así llegamos finalmente a tan mencionado puente de Arcediano, me faltó investigar quién fue ese señor Arcediano, pero luego se los platico. Nos tomamos la foto del recuerdo. ¡Qué parajes señores, que belleza natural tenemos tan cerca!.

Ya no quiero enfadárlos más, así que la crónica del regreso también se las contaré en mi próxima participación, no sin antes darles las gracias a todos y en especial a Edgar, nuestro guía, por haberme dado la oportunidad, primero, de pertenecer al grupo y segundo, por permitirme hacer la crónica del recorrido. Un afectuoso saludo y abrazo para cada uno de ustedes. Sean felices siempre.

Crónica por: Dr. Arcadio Domínguez Villarreal




1 comentario:

  1. Saludos al Dr. En verdad fue una subida dura, pero todo valió la pena. Mi compañero y yo todavía nos tuvimos q aventar otros 10 km a casa. Llegamos desinflados pero llegamos.. Saludos a todo el grupo y felicitaciones por hacer una labor tan loable..

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