“Recuerdo que en Guadalajara, me iba yo desde la catedral hasta el panteón de Mezquitan, - unas 10 o 15 cuadras - con el compromiso de no tocar una sola vez el manubrio de la bicicleta. Lo hacía con las manos a la cintura o en las bolsas del pantalón. Si me caía o me veía obligado a tocar el manubrio, regresaba a la catedral y comenzaba de nuevo” Juan José Arreola, escritor jalisciense.
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