COLECTIVO

Guadalajara, Jalisco, Mexico
Somos un grupo de amigos amantes a la fotografía y a la bicicleta, de ahí el nombre de este blog. Cada domingo vamos a pedalear por diferentes rumbos de la ciudad y fuera de la misma. Hacemos tanto ciclismo de montaña, ciclismo urbano y biciturismo. Con esto queremos fomentar el uso de la bicicleta como una herramienta viable de movilidad, de salud y de diversión. ¡¡¡Animate a rodar con nosotros, saca tu bici a pasear!!! Escríbenos a camararodante@hotmail.com

martes, 3 de agosto de 2010

ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO, TODOS A LAS PIEDRAS BOLA. UNA CRÓNICA DE CARLOS LIMON.

Todos ellos juntos, partieron saltando de montaña en montaña, sólo la omemalacatl (1) los unía al inframundo.

En todo el tiempo que tengo conocer al grupo de Cámara Rodante (CR), nunca había visto tanta afluencia de personas. Comenzaré esta crónica mirando el retrovisor del coche de Julio, atrás y delante de nosotros, no menos de 20 autos, todos ellos con sus bicicletas montadas, eran autos conducidos por bicicletas? Y me pregunté, será posible? y como fondo un día entre nublado, con un paisaje humedecido por las recientes lluvias.

Carretera hacia Ameca, todos en fila india siguiendo al de adelante, no importa si iba perdido, nosotros, ellos y ustedes seguíamos al de adelante, al fin de cuantas llevan una bici que conduce un auto así que debía de ser uno de los nuestros.



Recorrer esa carretera me trajo gratos recuerdos, pero es diferente recorrerla en auto que en bici, el rencuentro con cada letrero, cada bache, cada pedazo de carretera que sigue sin terminar me puso nostálgico, extrañé ir montado en la bici y con alforjas en la parte de atrás….en fin, pasamos a un costado de Ahualulco de Mercado (lugar coronado de agua).

15 minutos después, salimos por una brecha y nos internamos a la vegetación, nos adentramos en aquél paisaje tupido y rebosante de verdes, una brecha de arcilla marrón, con sembradíos y árboles; un par de kilómetros después llegamos justo a la entrada de una pequeña iglesia con un octagrama y fachada de ladrillo que eran la antesala de una pequeña casa amarilla, de tejas rojas rodeada de un bello jardín con una vista impresionante de la montaña, se acomodaron los autos y las bicicletas bajaron y estiraron sus llantas, listas para brincar por la subida.



Nos numeramos y nos dispusimos a partir, la brecha era la misma por la que entramos, pero ahora se puede sentir el terreno, oler los olores. Todos salimos, más de 40, todo armado con cascos, cámaras, mochilas y botes con agua. Como siempre, el camino se vuelve introspectivo, meditabundo, solitario, sólo tú, la bicicleta, el viento, y aquél paisaje lleno de asfalto, cerros verdes y paredes rocosas que se desgajan por la lluvia.



La humedad de la vegetación se hacía sentir, de vez en cuando un coche que pasaba con sus pasajeros saludando amablemente, de vez en cuando compañeros de rodada, se acercaba y se alejaban por el mismo camino. Sólo subida, todos a su ritmo, todos con ganas de llegar. 40 o 45 minutos después pudimos ver el letrero que anunciaba, la tan esperada llegada a Piedras Bola, junto al letrero un mirador en donde todos quisimos fotos para el recuerdo.




La subida hacia las Piedras Bola no fue menos sencilla, nos recibieron unos 200 metros de empedrado y una pronunciada subida, siguiendo el camino, la vegetación comenzó de nuevo a cambiar y el bosque salió de la nada, un hermoso camino con pequeños cerros cubiertos de hojarasca, me recordó al Bosque de la Primavera, un grupo seguimos adelante hasta toparnos con la tan ansiada tirolesa.



Para pronto y sin pensarlo dos veces, abandonamos la bicicleta, nos pusimos los arneses, pagamos nuestros 80 pesos, y esperamos el turno de ser lanzados, el primer valiente fue Erik, y así, muchos sucumbimos a la tentación de ser arrojados a un barranco de más de 200 metros de largo y con más de 100 metros de profundidad.

El Viaje por la tirolesa es fugaz, sólo vez como todos se alejan y se dejan de escuchar, el sonido de la polea y el cable que rozan como un zancudo gigante, uno se siente impotente, sin control, pero a la vez se destapa un sensación de libertad, un instinto básico que te dice: guey tu cabeza hacia la izquierda porque no quieres usarla de freno, así que cuando todo gira, al menos mi caso, por momentos mi izquierda fue la derecha y la derecha mi izquierda. En pocos segundos ya te están recibiendo con los brazos abiertos y una sensación adrenalínica (el rush) se dispara cuando aterrizas y sabes que no derrumbaste en el barranco. El primer grupo llegó sano y salvo, después el regreso que ahora fue por un largo pero ¡muy! delgado puente cableado, también ahí nos sujetaron para no correr ningún riesgo de intento de suicido… el puente al menos para mí fue más terrible, porque todo se movía (y lo movían), un cruce lento, eterno, pero eso si con un paisaje inolvidable.

Regresamos por nuestras bicicletas, aun faltaban otros grupos por lanzarse, así que decidimos adelantarnos para dar con una especie de micro pantano lleno de agua de lluvia, sin lugar a dudas un buen extra antes de las piedras. Llegamos a una caseta con policías que nos hicieron el favor de cuidar nuestras omemalacats, mientras, el guía nos dio un paseo por las canicas de gigante… por los meteoritos, digo por las esféricas piedras de volcán llamadas Piedras Bolas, con millones de años de antigüedad, muchas ya explotadas por dinamita, rayadas y tatuadas por gente, que más que quererles hacer daño, dejaron retratado para siempre su ignorancia y falta de información.

El Regreso por la misma brecha fue más pesado ya que todos estábamos más cansados, después de una larga caminata, pero sin embargo, al menos los que nos íbamos a quedar a comer nos motivaba el borreguito (perdón a los vegetarianos, veganos, protectores de animales), recién asesinado por nuestra culpa. En menos de media hora ya estábamos de nuevo en la casa, después de planear por esa bella carretera llena de paisajes. Como poseído por una fuerza maléfica y sin darle tiempo al enfriamiento del cuerpo, le llegue a los tacos con sutil alegría: borreguito, chorizo, tortillitas recién hechas y un salsa de molcajete deliciosa, lo único y lo admito avergonzado, fue que no había cerveza, cosa que minutos después se resolvió, con la ayuda de un buen vecino y anfitrión del pueblo de Ahualulco, que nos llevó a comprar una buena dotación de cervezas, para así calmar las almas sedientas.

La comida fue todo un éxito, el borrego y la comida excelente, pero no menos que la buena compañía y la buena vibra de todos…

Nota final: quiero agradecer a los Femat por tan enorme amabilidad y muestras de aprecio. También a Eduardo Corona porque nunca lo pude alcanzar en la subida de la carretera y sobre todo por ser tan excelente organizador y anfitrión, que con la ayuda de sus amigos nos brindaron una linda rodada. Así como la amiga de Sara que nos apoyo con la barredora. Por supuesto a mi tocayo y a Edgar ya que sin ellos las borracheras… digo las rodadas no serían posibles y sobre todo a mi mujer, compañera y amiga por haberme dejado ir jajaja.

Sheers!!

Carlos. Limón.

Cámara Rodante.

(1) Bici en Náhuatl

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