COLECTIVO

Guadalajara, Jalisco, Mexico
Somos un grupo de amigos amantes a la fotografía y a la bicicleta, de ahí el nombre de este blog. Cada domingo vamos a pedalear por diferentes rumbos de la ciudad y fuera de la misma. Hacemos tanto ciclismo de montaña, ciclismo urbano y biciturismo. Con esto queremos fomentar el uso de la bicicleta como una herramienta viable de movilidad, de salud y de diversión. ¡¡¡Animate a rodar con nosotros, saca tu bici a pasear!!! Escríbenos a camararodante@hotmail.com

jueves, 26 de enero de 2017

DE CORAZÓN A CORAZÓN. CRÓNICA DE VÍCTOR IBARRA DE LA RODADA A TORRE 3.


Eran las 6 de la madrugada. Tiempo para despertar e iniciar mi primera aventura del año con Cámara Rodante. Aunque sólo había dormido tres horas, después de festejar a las cumpleañeras Vanesa y Karla, el frío que se sentía en el ambiente hizo que me despertara por completo.

Salimos desde el corazón del Barrio del Santuario, mi hermano Carlos, mi sobrino Omar Loera, James y yo, rumbo a la conquista de la Torre 3 en el corazón del Bosque de la Primavera. 70 kilómetros en total, ida y vuelta.
 

Al recorrer las calles solitarias de Guadalajara, las manos se me fueron congelando bajo los 3° C que marcaba el termómetro. Cada bache recordaba que la aventura había iniciado y teníamos que estar alertas.

Después de recorrer bajo las luces de los faroles el laberinto de la jungla de asfalto, llegamos al punto de reunión, a la entrada del Bosque de la Primavera, llamado Postes. Aproveché que alguien preparaba un té, para calentar mis manos, y con la ayuda del sol que ya había aparecido, se me fueron descongelando.

En ese lugar nos encontramos con más de 40 ciclistas que recorrerían esta ruta con Cámara Rodante. Todos nos congregamos para escuchar a las indicaciones y recomendaciones a seguir. ¡A disfrutar se ha dicho!


El bosque nos recibió con una pendiente cuesta arriba de 5 kilómetros y medio, en un camino empedrado, apto para remover todas las partes de tu cuerpo. Al llegar al lugar, precisamente llamado ocho y medio, algunos ciclistas que subieron en coche hasta ahí, se unieron al recorrido.

Y ahí inició la segunda parte de la ruta por el bosque, que yo le llamaría “Puedes entrar”, la cual fue una bajada prolongada en un camino amplio y disfrutable, que después de regreso se convierte en la parte conocida llamada “Sal si puedes”. Omar, con sus 16 años de juventud y habilidad, salió disparado como una bala y ya no lo vi hasta mucho después.


No encontraba la Puerta Verde, que nos dieron como señal, incluso algunos creíamos que ya la habíamos pasado y nos regresamos, a esperar a alguien conocido de Cámara, y fue cuando a lo lejos se escuchaba el sonido de los Rolling Stone, y al acercarse me di cuenta que era el inconfundible y alegre Mayester, quien me saludó afectuosamente, y nos dijo que todavía faltaba un buen tramo para llegar a la Puerta. Así que lo seguimos hasta llegar a ella.


Al atravesar la, literalmente, puerta de metal verde, entramos a un camino a las entrañas del bosque de 7 kilómetros cuesta arriba. Pero ese recorrido era un disfrute para la mirada, para el cuerpo y para el corazón, al ver el bosque tan lleno de vida, y así me revitalizaba a pesar del esfuerzo constante que fue subir esta colina, al respirar auténtico oxígeno puro, y respirar también el aire de camaradería y apoyo que distingue a los que se integran a Cámara Rodante, incluso desde su primera rodada, como lo pude constatar.

Ese camino estuvo lleno de obstáculos, tales como una piedra de cinco metros que obstruía casi todo el camino; un gran árbol obstruía más adelante otra parte de la vía; tierra suelta, que hacía más difícil el rodar, como si estuviéramos en la playa o en el desierto.

Pero todos estos obstáculos eran superables con el apoyo y el ánimo que se recibía de las compañeras y compañeros de recorrido, y también con el chocolate que el Mayester y Carlos compartieron. 

Finalmente escuché una voz que decía: “Ahí está la Torre”. Era Carlos, mi hermano. No alcancé a verla con el afán que tenía de llegar. Unos metros más adelante llegamos al final del camino. Ahí había un venero, del cual probé la deliciosa y preciado líquido que nos ofrecía, surgido de la Madre Tierra.

En ese lugar dejamos la bici y subimos caminando por cien metros por una pendiente de casi 45° hasta llegar a la famosa Torre 3. ¡Reto superado!


Al verla, el júbilo de los que llegamos no se hizo esperar. Atrás quedó el esfuerzo acumulado, para lograr esta meta y se convirtió en pura energía conectada con el cielo.

Subimos esa escalera verde de caracol, al punto más alto posible para poder admirar la majestuosidad del bosque y los cerros que lo rodeaban. Nos sentíamos en el corazón del bosque. Fotos por doquier. Ahí estaba Omar, alegre como siempre, a quien no le había visto ni el polvo.


Alzamos los brazos, que como antenas conectábamos con la energía que se percibía en el maravilloso lugar, satisfechos de haber logrado vivir esta experiencia, que no había terminado. Una vez que desahogamos el gusto de haber llegado, inició el regreso. Tomamos las últimas fotos. Muchas.


Ahora fueron 7 kilómetros de bajada, por esos caminos sinuosos y llenos de tierra y piedra suelta. Los bajamos a toda velocidad. Y ahí iniciaron algunos contratiempos. Uno de ellos me ocurrió a mí. En una bajada muy empinada, caí de la bici, pero mi instinto gatuno, hizo que cayera de pie y siguiera corriendo, afortunadamente.


Al Mayester lo que le ocurrió es que la cadena de su bici se le rompió, pero el apoyo de la gente de retaguardia lo sacó de ese aprieto. Otra persona se equivocó de camino, y rodó por la vía larga, hasta que se dio cuenta y regresó, pero con algunos kilómetros más de esfuerzo.


Así fue hasta que llegamos hasta Puerta Verde, donde luego de retomar algo de aire, recorrimos la parte llamada “Sal si puedes”, que fue una pendiente cuesta arriba, no muy pronunciada, pero sí muy larga, que hizo el regreso interminable.

Mis piernas las sentía cada vez más pesadas, pero el ánimo que recibía hizo que diera el resto para llegar hasta el 8 y medio. Un trago de gatorade, que me ofrecieron me supo a gloria.


Como rayo bajamos por esos 5 kilómetros, hasta llegar a Postes. Desde una hora atrás, yo ya tenía en mente el lonche que mi estómago me pedía. Afortunadamente alcancé de los últimos que había. Se me hizo realidad, junto con una chela para recuperar las fuerzas. Un rato de charla con los cuates experimentados de Cámara como Édgar, hizo del final de este recorrido, una invitación a seguir por este camino. Y así lo voy a hacer, este año.



Ya sólo faltaba recorrer los últimos 15 kilómetros rumbo al Barrio del Santuario, con una ciudad a medio llenar, de bajada, con el sol acompañándonos, y sobre todo dichosos de sentir el corazón lleno de vida.

Gracias Cámara Rodante. Gracias Ara por la bici. Gracias, Carlos.

Por Víctor Ibarra
Cámara Rodante

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