Mi compañero de rutas Ramón del Campo mejor conocido en el ciclismo de montaña como “Moncho” nos hizo una invitación a una rodada con destino al Tempisque, pueblo fantasma de la barranca de Huentitán. Organizada por el grupo “Cámara rodante” compañeros y amigos de nuestro club “Los bici-osos de la ciénega”.
Esta era una ruta que tenía mucho deseando recorrerla por videos y experiencias de conocidos que hacían mención de los paisajes, caminos y leyendas que envuelven a este pueblo abandonado en el fondo barranca. Así que sin pensarlo dos veces acepte la invitación lleno emoción por esta nueva ruta.
Se llegó el día de la rodada, tuve que despertar a las 5:00 am (en domingo lo cual no fue ningún problema por la gran emoción de este recorrido) pues yo soy de un pueblo que esta mas de una hora y media en carro.
Llegue al punto de encuentro, las farmacias Guadalajara de la plaza San Isidro a eso de las 6:50 am, encontrándome a un ciclista solamente y poco a poco comenzaron a llegar los demás, mientras tanto nos conocíamos, platicábamos con un excelente ambiente confianza y dialogo ciclista.
Iniciamos la ruta a la hora acordada con unas palabras de motivación de nuestro guía, recomendando disfrutar el momento, así como indicaciones de seguridad.
Comenzamos por alrededor de uno o dos kilómetros dentro de la ciudad, pero de repente bajamos una calle y el paisaje cambio talmente, las calles, avenidas, los edificios se quedaron atrás para dar paso a encontrarnos a paisajes increíbles de cerros verdes, aire fresco, ruido de aves, que dan la bienvenida a la espectacular ruta de la barranca de Huentitán.
Poco a poco, la emoción aumentaba entre todos los compañeros de ruta, y los comentarios de las increíbles vistas no se dejaban de murmurar. Sin duda desde el inicio una ruta increíble con descensos interesantes, planos y subidas, que durante los primeros kilómetros aparentaría que sería algo muy sencillo de ida y venida, pero al llegar un punto el guía para comenzar el descenso de la barranca cambio.
El guía nos detuvo para decirnos que tuviéramos precaución porque, aunque la bajada fuera de pavimento las curvas podrían ser traicioneras, además de que era una carretera transitada por autos, corredores de a pie senderistas y motociclistas. Sin mas que decir solo nos deseó suerte y que nos divirtiéramos a nuestro nivel sin arriesgarse… demasiado.
La bajada fue increíble, con una mezcla de emociones, sensaciones inigualables, por un lado, los majestuosos paisajes, el verde de la temporada de lluvia, el sonido de la naturaleza, las platicas de los lugares interesantes que había cerca, las experiencias de los compañeros que ya habían recorrido antes esos caminos.
Por otra parte, la velocidad que la bici permitía alcanzar combinado con el sonido exquisito de las masas de ratchet y trinquetes “tronadores”, las explosiones de adrenalina al agarrar las curvas con la bici casi acostada, la decisión de apretar los frenos o dejar rodar libre a la llanta, el aire golpeando el rostro y los gritos de emoción de varios ciclistas que experimentaban las mismas sensaciones.
Pero de pronto se escucho el comentario de uno diciendo: “Muy chida la bajada… pero esta misma bajada será subida”. Casi 15 kilómetros hicimos de bajada haciendo 3 paras una en un mirador de una tienda para disfrutar el paisaje, otra en un acueducto que bajaba hasta el río mostrando una imagen increíble digna de una postal y por ultimo la para al lugar prometido “el pueblo fantasma del Tempisque”.
Nos quedamos unos minutos a degustar algunos alimentos para tener la fuerza de subir de nuevo, mientras se platicaban experiencias de rutas de la barranca, mitos y leyendas del lugar donde nos encontrábamos, así como historias de por qué el lugar había sido abanado mientras nos compartíamos los suministros que cada quien traía.
Se llego el momento del regreso y no faltaron los comentarios de preocupación de la larga subida que nos esperaba para el regreso con un fiel sol de medio día que hacia sentir aun más el camino. Nos dispusimos a subir, pero al llegar a la tienda del mirador hicimos nuestra parada de “hidratación” y un rato más de convivencia antes de seguir nuestro camino.
Salimos juntos, pero poco a poco algunos se fueron retrasando, pues la subida y el sol no era nada sencilla, era un gran reto acompañado de esos paisajes espectaculares de la barraca que hacían que cada pedalazo de subida valiera mucho la pena y se disfrutara hasta llegar a nuestro destino.
Sin duda una gran ruta y una gran experiencia que espero repetir varias veces, de la mano de nuestros amigos los “Cámaras rodantes” que nunca decepcionan con sus rutas y sus guías siempre al pendiente de todos los ciclistas dando una confianza y seguridad que dan ganas de rodar siempre con ellos.
Por Waldo Enrique León Corva. De los Bici-osos de la cinega
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