Ya llegue de donde andaba, se me concedió volver…
Y así fue, después de unos largos meses de ausencia, mucho trabajo, pocas distracciones, el domingo pasado deje la flojera en las sábanas, tome mi bicicleta fibra “cancel” y me reuní con Cámara Rodante, emocionada de rodar de nuevo y más porque se anunció como recorrido para “principiantes” (soy la entrena novata), esas son las rodadas que más me gustan, bueno…siendo sincera, las que aguanto…además de que la ruta es una de mis preferidas, El Diente.
Como siempre, fuí recibida con gran cariño y entusiasmo por Carlos Ibarra, o mejor dicho, el hijo (por su nuevo look desbarbado), Omar su sobrino (siempre sonriente y con mucha galleta) y nuestro guía Juan de Dios…ingredientes necesarios para comenzar con entusiasmo.
La mañana era fresca, el grupo no muy grande, casi compuesto por puros hombres, lo que significa fuerte pedaleo. Llegamos al Diente relativamente rápido. El paisaje fue espectacular pues con las lluvias todo se llena de color. La emoción iba creciendo conforme nos íbamos acercando, pues también estaba estrenando mi cámara GoPro y el camino era realmente bello, digno de ser grabado para luego mostrárselo a mi hija Luz Irene que siempre me echa porras desde la comodidad de su cama.
Según yo, encendí la GoPro desde el inicio del camino de terrecería pero cual va siendo mi sorpresa que olvide cargarla…así que solo la lleve de paseo…gua gua gua.
Después de la sesión fotográfica de cajón en el Diente, disfrutando del paisaje y el buen clima, acompañado de alguna barrita energética, chocolate o fruta, se escuchaba platicar las novedades de la semana y los sonidos del lugar. Más tarde, nos dirigimos rumbo a la tienda del “cuetero” en busca de la bebida hidratante oficial de Cámara Rodante, una deliciosa y helada cerveza (a elegir marca, según el gusto del cliente). La verdad se me hacía increíble que pudieran beber una cerveza a esa hora de la mañana, pero después de subidas y bajadas, llegue directo a solicitar mi Modelo y olvide la teoría de no beber hasta después de las 12 del día.
En el recorrido platique con el “Maromas” un ciclista veterano que me lleno de sabiduría pedalística…”tienes que domar tu bicicleta, que sepa quien manda, pero también debes hablarle con cariño” uno de sus consejos. También me acompañe de Karla, una chica, que al igual que yo, tenía tiempo de no rodar, así que nos acompañamos para no sentir tanto el camino. Y funcionó.
Como siempre, como es la vida, en todo camino hay momentos agradables y otros no tanto que requieren de esfuerzo, concentración y actitud para librarlos, así llego la subida del pueblo, muy empinada de bajada pero difícil de subida. Lo chido de cuando ruedas en un poblado es que a la gente le llama la atención el grupo y terminan siempre saludándonos efusivamente y echándonos porras.
La parte que más disfruto son las bajadas prolongadas, esas que te hacen sentir el aire en la cara, que te refrescan, que te dan descanso, emoción y soltura por la velocidad que agarras… pero sin duda, mi parte favorita de esto es escuchar a los Camararodantes gritando…”suéltate”… y así debe de ser… en la vida hay que soltarse y esperar con buena actitud lo que viene adelante… y con esa sensación que da quitar el freno, confiar, me suelto y fluyo. Gracias Cámara Rodante por esa libertad.
Crónica de Danae Vazquez.
Cámara Rodante
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