Todo empezó el sábado 11 de mayo, cuando con mi papa preparamos todo para la rodada del día siguiente. En la noche quiero seguir jugando y disfrutando del fin de semana pero hay que dormir temprano para estar bien al siguiente dia. El domingo a las 7am recibo la primera llamada de mi Papa, me pregunta si estoy bien para rodar y aunque quiero seguir en mi cama, mi respuesta es SI. Después llegamos a la entrada del Bosque de la Primavera. No puedo creer la cantidad de deportistas que se pueden ver, me da un poco de nervios y además está haciendo frio, así que mejor no salgo del carro.
Ya con las bicis preparadas, nos acercamos a saludar a la gente de Cámara Rodante, todos son muy agradables y se ven muy felices. Después nos encontramos a nuestro padrino Enrique y a nuestro grupo. Salimos adelante pues nos dijeron que son varios kilómetros de subida hasta el primer punto de encuentro: ocho y medio.
Al principio todo va muy bien, la bici sube, ya no se siente el frio y todo está muy bonito. Pero el cansancio se empieza a notar y entonces ya no puedo más, a caminar con la bici. Todos van pasando y nos estamos quedamos atrás. Seguimos caminando cuando un señor en una camioneta nos ofrece un ride (le pedimos permiso a nuestro padrino para no hacer trampa) y así pudimos llegar al ocho y medio.
Ahí pudimos ver muchos caballos a los que yo les decía bicicletas modelo 70. Después de que llegaron todos nos dieron instrucciones para tener cuidado en el resto del recorrido. Entonces arrancamos y empezamos a entrar en el bosque. Ahí nos acompañaron Enrique, Carlos y Lino. Ellos me ayudaron en las subidas. Después de que paso más de un kilómetro empezamos a bajar, y llegamos a un atajo en el que había muchas avispas.
Seguimos bajando hasta que llegamos al kínder. Es un lugar muy bonito donde pudimos comer, descansar y tomar fotos. Nos pusimos a ver la naturaleza, a hablar con otros y después Edgar nos enseñó a cambiar la cámara de la bici.
Después de descansar un rato lo mejor era empezar el camino de regreso de primeros porque la subida es larga. Nos devolvimos por el atajo pero de todos modos tuvimos que caminar.
Salimos del atajo y seguimos recorriendo como cinco kilómetros hasta que el camino se hizo plano y ya pudimos otra vez pedalear. Más adelante nos estaban esperando en la parada de bicis donde hay un restaurante familiar. Ahí pudimos descansar y tomamos agua pero ya casi no podía seguir.
Otra vez empezamos a pedalear, íbamos por una bajada y se me metió una mosca a la boca. Ya solo quería llegar al ocho y medio. Entonces lo pude ver y me alegre porque sabía que después sería solo bajada. Descansamos y nos dijeron que la bajada era con mucho cuidado porque hay muchas rocas. Esperamos un rato hasta que llego nuestro padrino que estaba ayudando a alguien que se había caído. Salimos de último y muy lentamente, pero nos acompañaron siete caídas (Meyester) y Carlos.
Finalmente terminamos el recorrido. ¡Prueba superada! Subimos todas las cosas al carro y nos fuimos a la tiendita a tomar algo y a despedirnos de todos.
Por Andrés Antelis y Mauricio Antelis.
Cámara Rodante
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