El reloj marcaba las 6 de la mañana, la oscuridad gobernaba la madrugada de domingo y la sinfonía de las gotas de lluvia llenaba un ambiente cálido en mi cama. Una llamada rompió el silencio, era mi cuñado preguntándome si rodaríamos el día de hoy ya que la lluvia no había dejado de caer, lo pensé un segundo, mi cama, el calorcito de la habitación, un buen café al rato o la oportunidad de vivir otra aventura única sobre ruedas. Mi respuesta más que lógica fue, “te espero hay que ir a rodar el día de hoy”. Montamos las bicicletas en el vehículo, la amarramos bien y bajo la lluvia y la oscuridad nos dirigimos al punto de reunión sobre la carretera, una pequeña escala por un café y directo a encontrarnos con los demás.
Al llegar encontramos solamente 3 vehículos y la esperanza que el grupo creciera algunos saludos y mucho café hiso la espera amena, cuando nos dimos cuenta ya éramos mas de 10 autos y más de 30 almas decididas a no dejarse vencer por la lluvia.
Una breve espera y 10 minutos más de carretera nos llevaron por fin a nuestro punto de inicio, el pueblo de la Capilla, rápidamente y sin perder un minuto comenzamos la puesta a punto de nuestras bicicletas, escuchamos algunas indicaciones, nos tomamos la foto oficial y bajo la incesante lluvia que no daba tregua no dispusimos a iniciar con nuestra aventura. Paseo para novatos y caminos planos hacia mentalizarnos en una rodada fácil, pero no sería así, el clima cambiaria todo eso.
Comenzó la terracería y los primeros charcos se hicieron presentes, con gran pericia el grupo esquivo uno tras uno en el camino hasta que no se pudo mas, era hora de nadar, impresionantes charquitos convertidos en laguna de hasta 50 cm de profundidad hicieron de ese camino un reto que no iba a quedar impune en nuestro rodar, algunos se detuvieron a media laguna otros pedalearon hasta el final y algunos poco afortunados fueron vencido hasta caer al agua, pero sin duda fue un reto que todos lograron seguir sin lesión alguna.
Durante el recorrido los paisajes hermosos de Jalisco no pudieron faltar, el clima nublado la brisa y el verde campo nos regalaron postales dignas de cualquier calendario y a pesar que el terreno fangoso llevaba el manubrio hacia un lado y la llanta trasera a otro, nadie se quedo sin disfrutar de las bellas imágenes que el campo nos regalaba.
El teatro testigo de grandes eventos en esa población y celoso protector de un sinfín de historias que algunas antigüedades que habitan en el hablan de lo maravillosos que era el Jalisco de antaño y lo que ha costado forjar la gran urbe que es hoy Guadalajara. La estación de tren, ya con sus muros vestidos de grafiti y sus ventanas desnudas de un vidrio, nos enseña en silencio como ha sido víctima del progreso, en sus taquillas polvorientas no se venden más boletos, en sus pasillo no corren más los enamorados despidiéndose, no se escucha el ir a venir de los vendedores simplemente, calla y observa el paso del tren pues el tiempo le ha permitido seguir viendo pasar lo que alguna vez fue su razón de ser.
Después de este pequeño viaje al pasado hicimos una última escala en la plaza del pueblo antes de regresar a la capilla para poder retomar energías. Y con el sol queriéndose asomar de nuevo arrancamos de regreso al final de nuestro viaje y aunque no sería un regreso por el terracería si seria por una carretera no menos accidentada pero que aun mantenía ese encanto que todo el viaje no había regalado, una línea de grande de eucaliptos a la orilla de la carretera vigiaba nuestro rodar a lo largo del recorrido en el que el grupo luchaba por mantener una formación estable para evitar ser arrollados por el progreso en forma de vehículos, alguna pequeñas caídas, frenadas inesperadas y rebases extremos por parte de los taxistas de la zona el camino fue un poco más tranquilo que al principio.
Por fin nuestra travesía llegaba a su fin, regresamos sanos y salvos, completos y enlodados pero con una gran sonrisa de haber cumplido la meta y que mejor que con una gran elotiza preparada por nuestro amigo Roberto Saucedo que se convertirían en un festejo pues lo que al principio parecía un paseo fácil, se convirtió toda una aventura para chicos y grandes.
Hoy me pregunto que hubiera sido si ese domingo no me hubiera querido levantar, tal vez encerrado en la casa o peleando con el caos de la mancha urbana no lo sé, pero el recordar la lluvia calendo sobre mis rostros y las nubes acariciando los cerros, en esos lienzos verdes del campo, los elementos como la tierra y el agua conjugándose para regalarnos esos mágicos momentos, me hacen sentir libre, me hacen creer en mí, en que podemos lograr cada reto que la vida nos imponga, porque aunque nos enlodemos, nos cansemos, nos raspemos y caigamos, al final voltearemos hacia atrás y nos daremos cuenta de la aventura que es la vida y que aunque el camino fácil se complique, al final siempre habrá una gran recompensa.
Por Pablo Ruvalcaba
Cámara Rodante
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