COLECTIVO

Guadalajara, Jalisco, Mexico
Somos un grupo de amigos amantes a la fotografía y a la bicicleta, de ahí el nombre de este blog. Cada domingo vamos a pedalear por diferentes rumbos de la ciudad y fuera de la misma. Hacemos tanto ciclismo de montaña, ciclismo urbano y biciturismo. Con esto queremos fomentar el uso de la bicicleta como una herramienta viable de movilidad, de salud y de diversión. ¡¡¡Animate a rodar con nosotros, saca tu bici a pasear!!! Escríbenos a camararodante@hotmail.com

miércoles, 3 de agosto de 2022

EL REGRESO DE MUCHAS AVENTURAS MÁS CON CÁMARA



Viernes, sí porque ésta rodada y mi regreso con Cámara Rodante inicia dos días antes del domingo. De hecho, para todo ciclista de montaña (y de ruta) que ama este deporte, el rodar inicia desde que se prepara la bici para salir a rodar. Especialmente para mi bici de montaña que ha estado guardada desde hace tres años que inicié, por cierta comodidad, a practicar bici de ruta en el OMNI (para mi sigue siendo y será el OMNI, al circuito que está fuera del estadio).


Llega el sábado y los últimos preparativos: agua y suero en la bolsa del camel, algo de comida y el atuendo, que en está ocasión vestiré mi jersey de gala. Programar la alarma y ¡a dormir!.


¡Beep, beep, beep! (bueno en realidad es una tonada del celular), en cuanto la escucho salto de la cama con la emoción de que será un día para disfrutar y recordar. Me asomo por la ventana de la cocina y, aun cuando sigue oscuro, alcanzo a ver que hay nubes de lluvia.

 

La felicidad incrementa y en mi mente repito: ¡Lodo, lodo, LODO! Algo de desayunar y ya con el sol afuera detrás de las nubes a rodar rumbo a Copalita, punto que me queda más cercano que el original de donde saldrá el grupo.


Salgo del fraccionamiento, bajo con velocidad por la pendiente que lleva a Copalita, recordando el comportamiento de la bici de montaña. Llego al punto de espera y no veo huellas de bicis, muchas huellas pues conozco el poder de convocatoria de Cámara y sé que ni unas nubes amenazantes de lluvia pueden detener a los ciclistas. El espíritu del grupo hace que pase un ciclista, le pregunto si viene con el grupo a lo que me platica que viene solo. “Mauricio mucho gusto, vamos a ir al Cristo Rey de Tesistán, si gustas te nos puedes unir”, acepta con gusto y en menos de 5 minutos muchas bicicletas vienen bajando por el empedrado. Tocamos pedales y ya somos dos más que hacen el grupo más grande.


Van los primeros kilómetros y para mi sorpresa no reconozco a nadie, pero ya estoy rodando de nuevo con Cámara, estoy seguro que encontraré nuevos amigos. Llegamos a Tesistán, paramos para reagruparnos por los que no alcanzaron a cruzar el último semáforo y finalmente veo a Ara Robles y le digo presente.


Cruzamos las calles de Tesistán que estos días están en obras, suerte que provoca que podamos rodar sin que pasen coches, sólo bicis de ávidos jinetes de corceles de metálicos deseosos de probar el lodo. Aquí empezamos a llenar los jerseys de esa tierra mojada. 


Luego viene la subida que lleva al pie del primer cerro y aunque aún no inicia la subida al Cristo ya se siente el esfuerzo para hacer que continúe el avance.

Paramos brevemente, empiezan las primeras pláticas y el primer conocido es el Gran Guerrero de Sau Saul que sigue igual de aguerrido y con la energía que a muchos nos llega a faltar, luego Emmanuel, que me toma unos minutos, busqué en el archivo mental y tuve que ponerle un filtro de Tiktok para reconocerlo, me comenta que tiene algunos años que dejó de rodar y está de regreso también este domingo. Y antes de iniciar la dura subida al Cristo aparece Héctor Esquivel, un gozo volverlo a ver.




La espera por los más retrasados termina, no sin antes ver un nuevo amigo con un jersey y licras de leñador, o como a mi me pareció primero, de menonita. E iniciamos la subida. Aun cuando ya en una ocasión anterior ya había subido este cerro, no recordaba cómo poco a poco el camino se inclina bastante. Fueron varios momentos en los que pensé en rendirme y caminar la bici, pero entonces dónde quedaban todos esos kilómetros los últimos 3 años en la bici de ruta.

 

 ¡Unos 50 metros antes del Cristo, el camino gira y se inclina aún más! Mi mente me dice ahora sí bájate, pero el corazón y las piernas, aun con dolor, se niegan. Esfuerzo y más esfuerzo, pedaleo y más pedaleo, quizás 50 ó más vueltas de las ruedas y finalmente el puerto del Cristo Rey conquistado sin colocar pie en tierra.


Mi entrenamiento me hace darle una vuelta al Cristo y finalmente bajar de la bici con el gusto de haberlo logrado. En la explanada encuentro a Jorge Gandarilla y finalmente a Paulo César. Aquí saco el drone para hacer unas tomas del paisaje y, lo más importante, del grupo de Cámara Rodante.





Fotos y videos hechos por todos, reiniciamos el camino bajando por un costado del cerro. Aquí es donde inicia la odisea y no porque el camino hacia el mirador del Cerro de la Botella sea complicado, obviamente lo es, sino porque justo bajando del Cristo, lo que no pensé que sucedería, escucho el sonido que se está escapando el aire de mi bici.

Primero pensé que sería del amortiguador de la suspensión trasera, que debió haber fallado por alguna razón después de no usarse por 3 años, pero no, en un giro de la rueda delantera, mientras caminamos hacia abajo veo un vidrio en forma de flecha enterrado en la llanta. Aviso a Héctor y Lalo que se quedaron conmigo hasta que guardé el drone y empiezo a sacar todo lo necesario para repararlo. Mientras lo hago, unos jinetes van bajando y, claro, Héctor les pide que se detengan para hacerles una sesión de fotos improvisada.





Retomamos el camino y estamos seguros de que alcanzaremos al grupo. Bajamos el terreno, luego un poco plano y vienen subidas. Creo que fue en la segunda subida que mi bici tiene otra falla mecánica, esta vez en un cambio un eslabón se rompe. Aviso de nuevo y Héctor y Lalo regresan pues iba de último. Lo primero que pienso y les digo que es mejor regresarme para no retrasar el grupo, finalmente hasta ese momento el camino fue mayormente subida, así que tocaban las bajadas.


Héctor saca el corta-cadena y, entre la plática, me dice que aún puedo seguir. Cadena recortada y rectifico: ”¿estás seguro que puedo seguir? no quiero retrasar el grupo”. La respuesta de Héctor es inmediata y segura, “sí, no te va a dar más problemas la cadena”. Entonces retomamos camino.


Ahora reiniciamos el movimiento por subidas y lo más divertido bajadas en las que vuelvo a recordar lo divertido que es hacerlo soltando el freno a gran velocidad, claro con un poco más de precaución pues no deseo que la siguiente asistencia que reciba sea porque toqué el suelo a más de 30 kilómetros por hora.




La vegetación en temporada de lluvia pone todo verde a los cerros que bajamos y subimos. Entre la plática nos actualizamos de lo que hemos hecho y Héctor me indica que en otra ocasión me llevará al Ojo de Thundera para que lo conozca. Entre plática y plática, ya bien enlodados, cruzamos dos ríos. El primero relativamente pequeño, apenas unos tres metros de ancho y poca profundidad, pero el siguiente con varios metros de longitud y el agua llegando arriba de las rodillas, en este la bici parecía querer irse a “rodar” con el agua. Fue ahí que alcanzamos al grupo, ya todos acababan de cruzar este segundo caudal y nos sentimos aliviados que no nos dejaron atrás.


Entonces viene la última subida fuerte, quizás un par de kilómetros, no tan inclinados como subir al cerro del Cristo, pero con un camino lodoso en partes y en otras de piedra suelta. A veces rodando, la mayoría caminando la bici llegamos a la cima y al mirador de donde ya regresaba la última parte del grupo.

En este penúltimo punto, de nuevo sacar el ave y hacer que estire sus hélices para hacer unas imágenes y retomar el sinuoso camino rumbo a casa después de haber conquistado el cerro de la botella.


Ya estábamos con velocidad rumbo a Tesistán cuando al lado derecho del camino escuchamos los gritos desesperados del grupo, no pidiendo ayuda sino avisando e invitando porque habían encontrado un oasis donde se estaban refrescando y no podían dejarnos ir sin que nosotros también lo hiciéramos. Aquí disfrutamos de la plática y de las bebidas frías de la cebada que se convierten en un elixir compartido a los mundanos ciclistas por Dionisio, mejor conocido como Baco.


Finalmente rehidratado y después de comer algo que ya era necesario para reponer energía, estaba esperando que el grupo retomara el camino ya que no conocía el camino de regreso. Deseaba que fuera lo más pronto posible pues ya eran cerca de las dos de la tarde. Fue cuando me di cuenta que -no te asustes ya nada le pasó a mi bici- unos cuantos decidieron partir y entonces me despedí rápido de quienes estaban cerca y me fui acompañando al “leñador menonita”.

    

 Resultó que la tiendita estaba en una frontera del poblado de Santa Lucía, el cual reconocí al momento que terminó la brecha e inició el concreto. Conociendo el área ahí fui guiando a mi compañero por las calles que ya conocía para cruzar por Tesistán y luego a la carretera hacia Zapopan. Me despedí de mi compañero unos kilómetros más adelante donde tomaría rumbo a casa y él siguió hasta el periférico.


Llegué a casa, agotado, pero con la alegría de lo vivido y el orgullo de ver una vez más a mi Briggitte (mi bici) completamente llena de barro. Ya vendrán más aventuras y rodadas con Cámara y los buenos amigos y amigas que rodando nos conocemos.


Crónica por: Miguel Izquierdo 





PONTE LA CAMISA Y SE PARTE DE CÁMARA RODANTE
INFORMES AQUI 


No hay comentarios:

Publicar un comentario