COLECTIVO
- CAMARA RODANTE
- Guadalajara, Jalisco, Mexico
- Somos un grupo de amigos amantes a la fotografía y a la bicicleta, de ahí el nombre de este blog. Cada domingo vamos a pedalear por diferentes rumbos de la ciudad y fuera de la misma. Hacemos tanto ciclismo de montaña, ciclismo urbano y biciturismo. Con esto queremos fomentar el uso de la bicicleta como una herramienta viable de movilidad, de salud y de diversión. ¡¡¡Animate a rodar con nosotros, saca tu bici a pasear!!! Escríbenos a camararodante@hotmail.com
jueves, 28 de noviembre de 2013
A INICIAR DICIEMBRE RODANDO POR LA MOSCA EN EL BOSQUE DELA PRIMAVERA. DOMINGO 1 DE DICIEMBRE... 8:30A,
Amigos de Cámara Rodante se les invita a nuestra rodada hacia el Bosque de la Primavera por La Mosca, para no extrañarla, este domingo 1 de Diciembre de 2013.
El guía de la rodada será Omar Sandoval, para mayor información comunicarse con él al 33 1118 9427 y/o escribir a camararodante@hotmail.com con copia a omarsandoval1222@hotmail.com
Trayecto:
POSTES - 8 1/2 - MOSCA - ÁRBOL - PUNTO CONTROL - ENTRADA TOBOGANES - POSTES
Hora y lugar de salida:
Es a las 8:30 de la mañana de Postes (Entrada por Prolongación Mariano Otero)
Nivel Técnico:
Es una rodada que requiere algo de técnica, sobre todo en la administracíÓn de energía a la hora de subir el 8 y medio y control al bajar por el mismo.
Distancia del recorrido:
Ida y vuelta aproximadamente 30 kilómetros.
Sugerencias:
*Bicicleta de Montaña, llantas bien infladas y cadenas bien aceitada, *Cámaras, casco, guantes son obligatorio. *Llevar agua, barras, galletas o Gel. *Muchas ganas de pedalear y divertirse en la montaña.
OJO, MUY IMPORTANTE: CADA PARTICIPANTE EN NUESTRAS RODADAS, ES RESPONSABLE DE SU PROPIA SEGURIDAD FÍSICA, ASÍ COMO DE SU BICICLETA Y EQUIPO... TE RECOMENDAMOS QUE ANTES DE QUE ACEPTES RODAR CON NOSOTROS, TE HAGAS UN CHEQUEO MEDICO....
Confirmen su asistencia por este medio a camararodante@hotmail.com por si van a participar en esta rodada.
Gracias y nos vemos el domingo, Anímate y saca tu bici a pasear.
Cámara Rodante.
RODANDO POR PUEBLITOS CON CÁMARA RODANT, CRÓNICA DE ROMAN TADEO...
Solo se han necesitado unos meses desde que he rodado con Cámara Rodante para darme cuenta del magnífico grupo de personas que lo integran tanto los organizadores como los que ahí participamos porque se siente la buena vibra y la voluntad de apoyar a todos los compañeros en las rodadas que aquí se hacen además de que he hecho amigos y conocido gente de gran calidad humana y no se diga de los escenarios que me ha tocado presenciar. Todo comienza así… domingo 24 de Noviembre, suena el despertador a las 6:45 de la mañana, salto de la cama y me comienzo a preparar, toco la puerta de la habitación de mi hijo, Roman Salazar jr; ¡ya levantate ya es hora! Alisto los comestibles y los bebidas hidratantes y en general hago el check list, tocan la puerta, es mi querida amiga Jenny Espinoza, la cual tuve el gusto de conocer en este grupo, posteriormente mi querido hijo saco las bicicletas para colocarlas en el rack. 7:30 ya vamos de camino al punto de encuentro, Walmart Tesistan, a la llegada ya se encuentran compañeros y poco a poco el grupo se va haciendo más grande,
Ya reunido el total del grupo y con su debido tiempo de espera partimos en caravana de vehículos para tomar la carretera a San Cristóbal de la Barranca, unos cuantos kilómetros paramos y dejamos los vehículos en un estacionamiento improvisado al filo de la carretera donde desde ahí se empezaba apreciar lo bello de la naturaleza con montañas y un horizonte verde. Comenzamos a bajar nuestras bicicletas y revisarlas, con un breve calentamiento y estiramientos , comenzamos a rodar aproximadamente unos 700 metros por carretera hasta llegar a la desviación donde inicia el camino hacia Pueblitos donde paramos y escuchamos indicaciones por parte del guía de esta rodada, Edgar Fidalgo, la descripción de la ruta y por fin llego el momento de avanzar.
Ya en camino nos encontramos con subidas muy prolongadas con camino de terraceria con bastantes piedras sueltas en las cuales teníamos que tener mucha precaución, después aproximadamente 12 kilómetros de haber iniciado nuestra rodada nos detuvimos para apreciar una vista impresionante de la barranca donde se observaba el rio “Santiago” rodeado de fabulosas montañas, tomamos algunas fotografías para nuestro álbum de rodadas y aprovechamos para darnos un respiro y hacer una pausa, ya descansados, continuamos con nuestro camino hasta llegar a nuestro primer destino, el pueblo llamado “Pueblitos”, ahí una vez habiendo llegado la mayoría de los compañeros, nuestro guía Edgar, hizo la invitación para continuar a nuestro segundo destino en el cual teníamos que bajar 7 kilómetros y a lo que también hizo mención que la subida iba a estar muy pesada cosa que comprobaríamos más adelante,
Así salimos un grupo aproximado de 12 audaces y valientes compañeros mientras los demás se quedaron a descansar y tomar bebidas hidratantes, así continuamos con nuestro camino por una calle pavimentada y he de ser sincero que tuve la ilusión de que así fuera hasta abajo, cuando de pronto al salir de dar vuelta a la calle me di cuenta que solo fueron como unos 400 mts y continuo un camino empedrado de una distancia similar para seguir con uno de terraceria con bajadas en las cuales tomaríamos grandes velocidades , donde también había curvas muy cerradas en las que había que extremar precauciones ya que se encontraban al filo de la barranca, así continuamos hasta llegar a un punto donde se comenzaban a ver casas en lo que llamo mi atención que en ninguna se encontraba gente, metros más adelante se encontraban los primeros compañeros en arribar el final del camino donde dejamos las bicicletas para hidrátarnos e ingerir algunos alimentos de pronto nos llama la atención el sonido de un radio por lo que nuestro guía toco al cancel de la casa donde salía el sonido y atrevídamente accedimos a la casa saludando pensando que había alguien a lo que para nuestra sorpresa nos encontramos con un escenario como de película de terror con una casa sin habitantes , una radio sonando y digna de un pueblo fantasma así después de unos minutos y comentar la situación de la escena de película ,nos dispusimos a reiniciar nuestro regreso a “Pueblitos”, ahora con una prolongada subida la cual teníamos que vencer para llegar hasta arriba y ya con poca bebida para hidratarnos el resto de la subida , con esfuerzos y algunos inconvenientes de algunos compañeros logramos subir la pendiente de aproximadamente 7 kilómetros a lo que calcule tardamos hora y cuarto y llegar al lugar donde estaban los demás compañeros e inmediatamente fuimos a la tienda a comprar agua y por supuesto una cervecita bien helada, ya todos preparados y tras un momento de descanso se dio la indicación de partir ya de regreso hacia los vehículos.
Algo muy curioso que nos sucedió a mi hijo y a mí durante el camino de regreso fue que en un tramo del camino vimos un potrillo de frente trotando y cuando volteamos este venía detrás de nosotros a toda marcha por lo que aceleramos el paso y así fue que lo perdimos así, con otro buen de subidas y ante el agotador sol logramos llegar a la carretera donde iniciamos nuestra rodada y en la cual al tomarla debíamos de tener mucha precaución por los automóviles que circulaban por ella a toda velocidad y tras esta última pendiente que a mi parecer fue la prueba final para agotar la reserva de energía por fin llegamos donde estacionamos los autos y después de dejar las bicis, cruzamos la carretera hacia una tienda para descansar un poco, hidratarnos y a comentar la rodada con los demás compañeros que ya se encontraban degustando unas refrescantes y energízantes bebidas.
En general fue una rodada muy agradable pero a la vez un poco cansada ya que se conformó por muchas pendientes ,pero igual también divertida como todas las que he hecho con los amigos de Cámara Rodante, a los que agradezco el ser tan buenos compañeros y solidarios en cada una de nuestras aventuras.
Mil gracias a nuestro guía Edgar Fidalgo que como siempre es muy atento y cordial con cada uno de los compañeros del grupo.
Por Roman Tedeo..
Cámara Rodante
jueves, 21 de noviembre de 2013
A RODAR A PUEBLITOS... DOMINGO 24 DE NOVIEMBRE... 8:00AM WAL-MART TESISTAN...
El guía de la rodada será Edgar Fidalgo a su celular 3336670041, para cualquier duda y confirmar via correo electrónico camararodante@hotmail.com
La localidad de Los Pueblitos está situado en el Municipio de San Cristóbal de la Barranca, aquí en el Estado de Jalisco. Son alrededor de 289 habitantes y está a 1240 metros de altitud.
El punto de encuentro:
8:00 am en el estacionamiento de Wal-Mart de avenida Tesistan, pasando Periférico
Nivel de ruta:
Intermedio, no principiantes.
La ruta consta de dos partes:
La primera parte es una ruta tranquila de 17 kms por terracería con algunas subidas y bajadas sencillas, para llegar a Pueblitos. Y en Pueblitos se inicia la segunda parte para los que tengan más galleta y desean bajar al Rio Santiago, son aproximadamente 7 km de descenso. Al llegar fotografiamos, un leve descanso y regresamos a buen ritmo para de ahí incorporarnos con el grupo que nos espera en Pueblitos y así regresar todos juntos al punto de partida. Los que gusten la rehidratación y botana será en el campestre de Brandon Castro sobre la carretera a la altura de Copalita.
Recomendaciones:
AUNQUE DUELA DECIRLO, SI NO TIENES CASCO Y GUANTES, NO PODRAS UNIRTE CON NOSOTROS A LAS RODADAS, ES OBLIGATORIO, SIMPLEMENTE ES POR TU SEGURIDAD. -La bicicleta de montaña en buen estado, bien aceitada la cadena y bien infladas las llantas. -Cámaras de repuesto, herramienta si tienen. -Ropa ligera. -Bloqueador. -Un par de botes de agua o de ser posible mochila de agua. -Galletas, fruta seca, fruta como manzana o plátano, semillas para el pic nic.. o en su defecto pueden llevar algún gel de carbohidratos o barra de energía. -Llevar celular. -Favor de ser puntual a la cita y con muchas de ganas de pedalear y de divertirse.
Confirmen su asistencia por correo a camararodante@hotmail.com para saber cuantos van a participar en esta rodada.
ATENCIÓN: CADA PARTICIPANTE EN NUESTRAS RODADAS, ES RESPONSABLE DE SU PROPIA SEGURIDAD FISICA, ASI COMO DE SU BICICLETA Y EQUIPO... TE RECOMENDAMOS QUE ANTES DE QUE ACEPTES RODAR CON NOSOTROS, TE HAGAS UN CHEQUEO MEDICO....
Gracias y nos vemos el domingo y recuerda ser puntual.
Saca tu bici a pasear.
Cámara Rodante
¡¡¡SUPER RODADA POR EL SALTO DE NOGAL!!! CRÓNICA DE HUGO COUTIÑO
Pues si… por fin lo logre…, cumplí mi sueño de rodar en las montañas, y vaya que con que increíble grupo, y en que increíble lugares, la verdad es que fue algo… que difícilmente voy a olvidar…, después de que yo empece esto del ciclismo en la Via RecreActiva de GDL, hacerlo fue... increíble y de verdad tengo que agradecerles a todos ustedes Cámara Rodante por sus atenciones, por hacer de esta, mi tercera rodada en la montaña bien especial.
La historia comienza así… 5:30am, me despierto y me baño en friega a las 6:00 ya iba saliendo de casa, en el carro que me presto mi amigo Oscar Macias Mejia, desde Gudalupe y Periferico, hasta la Casa Elea Sandoval Casillas (por el Santuario de los Martires), después de pasarme una salida y perderme por la neblina, tuve que regresarme por Patria para llegar a casa de Elea quien me guiaria para llegar al Starbucks las Fuentes y reunirnos con Cámara Rodante para tomar camino a Tapalpa. Elea nerviosa porque como bien saben no conozco mucho GDL y podía salir a otro lado, al fin pude llegar por ella a su casa subimos su bici al coche y tomamos camino para llegar al StarBucks de las fuentes, para variar por mi perdida al principio llegamos un poco tarde, pero aun así el grupo se estaba reuniendo. Antes de comenzar tengo que decirles que durante un día antes de la rodada, llovía en Guadalajara, por lo que yo ya estaba emocionado porque la verdad quería rodar en la lluvia y en el lodo, y así fue…
Arrancamos cuando todos están listos, unos 20 o 25 ciclistas, y lo primero que hacemos es dirigirnos al poblado de Tapalpa, y para esto nuestro guía lider en la carretera Pablo Hernández Arizmendi en menos de tres minutos salio a la carretera y desapareció, así que en una de las intersecciones cambiamos de líder a Edgar Fidalgo.
Llegando a Tapalpa nos reunimos en la plaza para recibir los avisos parroquiales es decir las instrucciones, ahí también recibí la noticia que el grupo de la rodada lo guiaría Ismael Pulido quien es todo un experto en esto de la rodada en montaña, despues del aviso parroquial lo primero que hicimos es es tomar una bajada de empedrado, con una pendiente que bajas tranquilo…, doblabas a la izquierda en una callecita, luego a la derecha en otra y así camino de terraceria sin pendientes, y derrepente llegamos a un punto donde a subir se ha dicho…, yo me quedo atrás para acompañar a Danae con quien compartí gran parte del trayecto , internamente me decía “calma, calma, no te quieres comer el camino” y dicho y hecho, la fuerza no faltaba, la condición no la traigo, pero cuando tu corazón se acelera rapidísimo y el aire que entra a los pulmones no es suficiente, sientes que la virgen te habla debido a los metros de altura sobre el nivel del mar, no es lo mismo rodar en la ciudad que rodar en la montaña..., pero me concentre y domine la primer y "ligera" subida. Llena de piedras y en agujeros, para que llegáramos a un lugar donde ya nos esperaba Ismael con el grupo puntero… un grupo padrísimo, mujeres y hombres, que salimos a rodar…
Lo primero… un camino ligero de terracería que poco a poco se convertía en subida… ta madreeeeeee!!, che altura… como pega!!!, bueno termine la subida despacio pero llegue!!!..jejejeje, de ahí la primera reagrupación, para que empezáramos un descenso PM!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! subiditas, bajadas, curvas, no, no, no un sueño, la verdad es que empecé con miedo, ya que me conozco y se que soy super atascado, pero si sentía ese miedito, que esperaban era mi tercera vez, de hecho se me patino la llanta trasera en una curva y sentí así como… diríamos en el entre cuates… “pel...icanos en el sillin”..jajajajaja (perdón lo naco...), pero después dije… vale mothers… y le agarre confianza…, raíces, piedras, lodo, eso si cada subidita era un martirio… jajaja …
Pasamos por lugares para motos offroad, pasamos por varios grupos de gente, hasta que llegamos al punto del descenso a pie para llegar a la Cascada del Salto del Nogal, cruzamos un río… eso si, así como bajábamos, subíamos, y era un verdadero martirio porque mi corazón se volvía loco… parecía el cucú de las caricaturas…jajajaja, y yo siempre diciéndome “calma, calma, no te quieres comer el camino”, después de la primer intento de sento, cruzamos el rio y bajamos y bajamos la ladera para llegar la cascada del salto del Nogal (razón por la cual esta Rodada lleva el nombre), y llegamos a las cascadas, impresionantes con la lluvia de la noche anterior estaban en explendor, valía la pena todo lo que estaba pasando en ese momento todo el sacrificio el resbalarte el sufrir las subidas en la bici, para llegar a este hermoso lugar.
Chequen: había unas bajadas increíbles, que quien tuviera cips, estaba frito, yo que traía tenis de goma, como si estuvieras en hielo, y luego frenarte con las piedras y ramas!!!, fue increíble me sentía como enano (sin ofender a nadie… jajajajaj), los zapatos se llenaron de lodo.
De ahí comenzó la bajada… nuevamente… ahí si me desquite… y arrancan… pero o grave problema… el lodo… y en el primer brinco, casi me parto mi mandarina en gajos por ir rapido..jajajaja, creo que alguien se dio cuenta…jajajajaj, chin que pena… pero ni pex..., y me pase mas de ¾ de la bajada intentando mejorar jajajaja, total llegamos y de ahí me advirtieron, sigue lo que fue la primer subida de terraceria con topes, aguas que vienen autos, y no saben como la goce… pero otra vez… toda bajada tiene una subida y era la ultima… (ahi fue cuando me enseñaron que esa es la gran mentira del ciclomontañista, cuando te dicen "ya es la ultima subida...jajajaja"
Pero como buen Alzheimeriano, que se me olvida el “calma, calma, no te quieres comer el camino” y que me la quiero subir como si fuera moto y que trueno otra vez…jajajaja y a ir mas despacio...jajajaja, hasta que agarre paso con el sabio consejos de los sensei, Edgar Fidalgo, Ismael Pulido, Eduardo Fdez quienes rodaron a mi lado y ya nos fuimos platicando hasta el final.... y logre llegar al final…, enlodado, mugroso, cansado, sediento, pero felizzzzzzzzzzz, feliz como lombriss, por fin cumplí un sueño, y fue increíble, maravilloso todo se dio perfecto, super agradecido por las atenciones de todos los del grupo, todos se portaron increíbles, super atentos, super platicadores, te hacen sentir de verdad como en casa… que buen grupo, y muchas gracias por invitarme, difícilmente olvidare esta rodada… Edgar eres genial, un estupendo amigo, un gran tipo… y fue todo un honor rodar contigo de nuevo… mil gracias
Espero que todos los integrantes de Cámara Rodante sepan de corazón que son excelente grupo que agradezco mucho las oportunidades que me dan de rodar con ustedes.
Por Hugo Coutiño
Cámara Rodante
miércoles, 20 de noviembre de 2013
PARTICIPA EN LA QUINTA COLECTA NAVIDEÑA DE CÁMARA RODANTE, PARA LA CASA HOGAR "UN CIELO PARA UN ÁNGEL" ¡¡¡VAMOS A DARLE UN POCO DE ALEGRÍA A ESTOS NIÑOS...!!!
Te invitamos a una noble causa, a que participes en la Quinta Colecta Navideña de Cámara Rodante. ¡¡¡Sí, a ti CICLISTA o NO CICLISTA!!!, anímate a que en esta Navidad hagas algo diferente, llevando un poco de alegría a los 42 niños y niñas de escasos recursos de la Casa Hogar: "Un Cielo para un Ángel"
¡¡¡SOLO FALTAS TÚ!!! , pasa la voz con tus familiares y amigos. DESDE HOY Y HASTA EL 14 DE DICIEMBRE TENEMOS PARA JUNTAR LOS REGALOS PARA DICHA COLECTA NAVIDEÑA...
Puedes participar de diferente manera:
A) SER PADRINO O MADRINA:
"Adopta" a uno de l@s niñ@s y regálale una prenda de vestir, unos zapatos, así como un juguete nuevo y un libro, que puede ser un pequeño cuento. Es importante la medida en caso del vestir o zapatos. Si ya escogiste a tu ahijad@, MANDA UN CORREO A camararodante@hotmail.com mencionando a quién vas apadrinar, pon todos tus datos: tu nombre completo, tu teléfono y con que artículos vas a apoyar. SON MUY IMPORTANTE TODO ESOS DATOS.... Después junta los regalos haciendo un paquete con el nombre de tu ahijad@ y llévalos a los centros de acopio autorizados por Cámara Rodante: , Beercleta y Colegio Insurgentes.
GRACIAS. HAGAMOS EQUIPOS...Y AYUDEMOS A DARLE UN POCO DE ALEGRÍA A EST@S NIÑ@S
LISTA DE NIÑOS Y NIÑA CON SU NOMBRE: EDAD /TALLA /CALZADO
1. BRENDA 5 /6/ 16 (MADRINA: Jessica Pérez)
2. ANAHI 5 /6/ 16 (MADRINA: Claudia Rocio Godina
3. SERGIO 5 /6/ 16 (MADRINA: Sandra Ramirez Panduro)
4. JUAN DIEGO 5 /6/ 16 (PADRINO: Salvador Flores Solís)
5. PAULINA 7 /8/ 17 (MADRINA: Karen Lizette García De la Rosa
6. ALFONSO 7 /8/ 17 (MADRINA: Familia Cardenas Fernández)
7. FLOR 7 /8/ 17 (MADRINA: Xyhomara Mayte Green Cota )
8. KEVIN 6 /6/ 17 (PADRINOS Jessica Elizabeth Herrera Delgado y Jaime Antonio Hernández Ramos )
9. RICARDO 6/ 6/ 17 (MADRINA: Valeria Valadez)
10. EDGAR 7/ 8/ 17 (MADRINA: Rosa Isela Rodriguez Enriquez
11. JAVIER 8 /8 /21 (MADRINA: Yunuen Ledesma )
12. ALEJANDRO 7 /10/ 21 (PADRINOSS: Familia Amezcua)
13. BRISA 8 /10/ 21 (PADRINOS: Paulina Fabiola Villa Martínez y Emmanuel Valdez)
14. MAYRA 9 /10/ 21 (MADRINA: Cecilia Lepe de los Angeles
15. RAUL 8 /10/ 21) (MADRINA Cristina Lepe de los Angeles
16. NATALY 8/ 10/ 20 (PADRINO: Eduardo Núñez Frías)
17. ESTUARDO 8/ 10/ 21 (PADRINO; Mario Alberto Parada
18. BRENDA 11 /12/ 22 (MADRINA: Rebeca Panduro Montes de Oca)
19. CHRISTIAN 9 /10/ 23 (MADRINA: Denisse Vázquez)
20. BRYAN 13/ 14/ 25 (PADRINOS: Diablos Rugby)
21. ANGELICA 9 /10/ 19 (PADRINOS: HILDA gpe. marquez moran familia y amigos)
22. ALEXIS 10/ 12/ 22 (PADRINOS: Familia Ortega Sosa )
23. KINBERLY 9 /10/ 20 (PADRINO Adalberto Sanchez)
24. PERLA 10/ 10/ 21 (PADRINO Pedro Ponce)
25. GUADALUPE 10 /10/ 21 (PADRINOS: Jose Juan Perez Ramirez y Cynthia Murillo Prado)
26. MARIA 9 /10/ 21 (MADRINA: Patricia Arteaga)
27. LUIS 12/ 14/ 25 (PADRINO: Roberto C. Herrera C)
28. MARIA DE LA LUZ 12/ 14/ 25 (PADRINOS: Fam Bolaños Nuño)
29. SARAHI 15 /16/ 24 (PADRINOS: Hugo Coutiño Rodriguez / Ingrid Darien Aguilera Gomez
30. BRANDON 15 /16/ 26 (PADRINOS: Minervas Rugby)
31. ANGEL C 16 /16 /26 (PADRINO: Héctor Orozco Sánchez)
32. JONATHAN 16 /16 /26 (PADRINOS: Hugo Coutiño Rodriguez / Ingrid Darien Aguilera Gomez
33. JUAN 16 /16/ 25 (PADRINOS: Tobias Hockey)
34. BERENICE 16/ 16/ 25 (MADRINA: Adriana Ortíz)
35. MARIA DEL ROSARIO 16/ 16/ 24 (MADRINAS: Lix, Mónica, Laura y Rosa
36. JONATHAN 9 /10/ 23 (PADRINO: Jacobo Díaz y Fam)
37. OSCAR 2 /4 /15 (MADRINA: Patricia Talavera)
38. DAMIAN 4 /6/ 15 (MADRINA: Alicia Calderón
39. YAHIR 13 /12/ 24 (PADRINOS: Familia: Ibarra Quijas)
40. REYNA 6 /8 /18 (MADRINA: Clara Cecilia Esparza Solis
41. ADRIANA 10 /16/ 23 (PADRINOS: Saul Madrigal, fam y amigos)
42. ANGEL 9 /10/ 21 (MADRINA: MER)
43. PRISCILA 10 /12/ 22 (MADRINA: Grettel Rosales Ochoa)
44. MISAEL GUADALUPE 8/ 8 /20 Eduardo Fernánfez y Ramón Aldrete
1. BRENDA 5 /6/ 16 (MADRINA: Jessica Pérez)
2. ANAHI 5 /6/ 16 (MADRINA: Claudia Rocio Godina
3. SERGIO 5 /6/ 16 (MADRINA: Sandra Ramirez Panduro)
4. JUAN DIEGO 5 /6/ 16 (PADRINO: Salvador Flores Solís)
5. PAULINA 7 /8/ 17 (MADRINA: Karen Lizette García De la Rosa
6. ALFONSO 7 /8/ 17 (MADRINA: Familia Cardenas Fernández)
7. FLOR 7 /8/ 17 (MADRINA: Xyhomara Mayte Green Cota )
8. KEVIN 6 /6/ 17 (PADRINOS Jessica Elizabeth Herrera Delgado y Jaime Antonio Hernández Ramos )
9. RICARDO 6/ 6/ 17 (MADRINA: Valeria Valadez)
10. EDGAR 7/ 8/ 17 (MADRINA: Rosa Isela Rodriguez Enriquez
11. JAVIER 8 /8 /21 (MADRINA: Yunuen Ledesma )
12. ALEJANDRO 7 /10/ 21 (PADRINOSS: Familia Amezcua)
13. BRISA 8 /10/ 21 (PADRINOS: Paulina Fabiola Villa Martínez y Emmanuel Valdez)
14. MAYRA 9 /10/ 21 (MADRINA: Cecilia Lepe de los Angeles
15. RAUL 8 /10/ 21) (MADRINA Cristina Lepe de los Angeles
16. NATALY 8/ 10/ 20 (PADRINO: Eduardo Núñez Frías)
17. ESTUARDO 8/ 10/ 21 (PADRINO; Mario Alberto Parada
18. BRENDA 11 /12/ 22 (MADRINA: Rebeca Panduro Montes de Oca)
19. CHRISTIAN 9 /10/ 23 (MADRINA: Denisse Vázquez)
20. BRYAN 13/ 14/ 25 (PADRINOS: Diablos Rugby)
21. ANGELICA 9 /10/ 19 (PADRINOS: HILDA gpe. marquez moran familia y amigos)
22. ALEXIS 10/ 12/ 22 (PADRINOS: Familia Ortega Sosa )
23. KINBERLY 9 /10/ 20 (PADRINO Adalberto Sanchez)
24. PERLA 10/ 10/ 21 (PADRINO Pedro Ponce)
25. GUADALUPE 10 /10/ 21 (PADRINOS: Jose Juan Perez Ramirez y Cynthia Murillo Prado)
26. MARIA 9 /10/ 21 (MADRINA: Patricia Arteaga)
27. LUIS 12/ 14/ 25 (PADRINO: Roberto C. Herrera C)
28. MARIA DE LA LUZ 12/ 14/ 25 (PADRINOS: Fam Bolaños Nuño)
29. SARAHI 15 /16/ 24 (PADRINOS: Hugo Coutiño Rodriguez / Ingrid Darien Aguilera Gomez
30. BRANDON 15 /16/ 26 (PADRINOS: Minervas Rugby)
31. ANGEL C 16 /16 /26 (PADRINO: Héctor Orozco Sánchez)
32. JONATHAN 16 /16 /26 (PADRINOS: Hugo Coutiño Rodriguez / Ingrid Darien Aguilera Gomez
33. JUAN 16 /16/ 25 (PADRINOS: Tobias Hockey)
34. BERENICE 16/ 16/ 25 (MADRINA: Adriana Ortíz)
35. MARIA DEL ROSARIO 16/ 16/ 24 (MADRINAS: Lix, Mónica, Laura y Rosa
36. JONATHAN 9 /10/ 23 (PADRINO: Jacobo Díaz y Fam)
37. OSCAR 2 /4 /15 (MADRINA: Patricia Talavera)
38. DAMIAN 4 /6/ 15 (MADRINA: Alicia Calderón
39. YAHIR 13 /12/ 24 (PADRINOS: Familia: Ibarra Quijas)
40. REYNA 6 /8 /18 (MADRINA: Clara Cecilia Esparza Solis
41. ADRIANA 10 /16/ 23 (PADRINOS: Saul Madrigal, fam y amigos)
42. ANGEL 9 /10/ 21 (MADRINA: MER)
43. PRISCILA 10 /12/ 22 (MADRINA: Grettel Rosales Ochoa)
44. MISAEL GUADALUPE 8/ 8 /20 Eduardo Fernánfez y Ramón Aldrete
C) REGALA DESPENSA:. Dona alimentos no perecederos. (Latas, pastas, fríjol, arroz, lenteja, sopa de pasta, leche en polvo, atún, aceite, etc.) Dona artículos para limpieza de la casa así como para lavar la ropa de los niños. Donando toallas de baño, papel higiénico, toallas femeninas así como artículos de higiene personal.
D) RECOLECTA ROPA NUEVA y / o USADA: Recolecta con tus conocidos ropa nueva o usada en buenas condiciones (recuerda si está roto y tú no te lo pondrías ellos tampoco)y tráelos con nosotros a los centros de acopio!!!
E) RODADA NAVIDEÑA: VEN CON NOSOTROS Y VAMONOS RODANDO Y PASA UN RATO DIFERENTE ENTREGANDO LOS REGALOS A ESTOS GRANDES NIÑOS!!!!!!. La Rodada Navideña será el 15 de Diciembre a las 11:00 am saliendo del Parque Alcalde hacía la Casa Hogar "Un Cielo para un Ángel" para llegar aproximadamente a las 12:30 del día a dicha institución, y así entregar a los niños los juguetes y prendas recolectadas. Puedes participar en la entrega, pero es necesario que confirmes tu participación a camararodante@hotmail.com.
Para saber más.... Datos de la institución:
Casa Hogar "Un Cielo para un Ángel A.C" alberga a 42 menores de entre 2 a 17 años de edad que han sufrido de situaciones de maltrato, la mayoría proviene de familias de escasos recursos. Esta casa promueve que los niños no sean separados de sus hermanos, por lo que la casa hogar recibe a todos los menores integrantes de la familia, sean niños o niñas, siendo en algunas ocasiones ésta la única familia que conocen.
Esta casa es atendida por su fundadora la Sra. Amalia Hérnandez Delgado y dos personas voluntarias, que se encargan de proporcionar a estos niños lo necesario para salir adelante. Tanto en seguridad personal, como alimentos, educación y apoyo en su crecimiento humano y social. El único sustento de esta obra es a través de donaciones. Es por eso que te invitamos a unirte a este esfuerzo en conjunto!
CENTROS DE ACOPIO:
BEERCLETA BAR&;COCINA Avenida. Tepeyac 4288 – A, (frente al obelisco del club de leones) Martes a Sábado de 18:00a 1:00 am . Contacto con Edgar Fidalgo 33-3667-0041
COLEGIO INSURGENTES Pedro Buzeta 439 (Entre Manuel Acuña y Herrera y Cairo) Santa Tere, Guadalajara, Jalisco. Contacto Claudia Amezcua
CENTRO PEDAGOCICO COLIBRI Serpentario 3645, entre Virgen y Sagitario, Colonia Arboledas Zapopan, Jalisco Lunes a Viernes de 8:00 a 19:00hrs Contacto con Patricia Fernández Tel/Fax (33) 36 34 26 94 ¡¡¡
ANIMATE Y OJALA PODAMOS BRINDARLES UNA SONRISA EN ESTA NAVIDAD!!!
CÁMARA RODANTE
Comunícate con Carlos Ibarra al 3314359927.
Más información en camararodante@hotmail.com
miércoles, 13 de noviembre de 2013
POR FIN PEDALEANDO CON CÁMARA RODANTE EN LA MONTAÑA...CRÓNICA DE RAMÓN ALDRETE
Durante 4 años he conocido y tenido muchas amistades dentro de Cámara rodante, las cuales me han motivado a subirme a la bicicleta, no tengo mucha experiencia. Tuve apenas una primera experiencia en tándem , hace un mes, conducida por el famosísimo Mayester (Eduardo Fernández) y un servidor, ya que dos amigos se casaron en bicicleta Gaby y Pilón, ahí fue mi primera experiencia con la bicicleta, que en realidad de pedalie, jaja. Mi primera rodada fue con el grupo de Webones , ellos organizaron una ida por la vía recreativa hacia un menudo por rio Nilo, pero tengo que mencionar que tengo uno de los mejores ciclistas que me apoya y que me ayuda y que es el Mayester.
Todo empezó el domingo 10 de noviembre despierto a las 6:45 am, para salir a rodar con la compañía del Mayester quien me tenía toda listo: mochila, ropa, accesorios y no podía faltar la bicicleta. Iba un poco nervioso pero al llegar ahí y ver tantos amigos y conocidos me dio una tranquilidad. Llegamos a postes, pero cabe mencionar que la noche anterior en una fiesta de una amiga ciclista, varios amigos entre ellos Rodrigo Dau, Jorge Martínez, Bochis y el Mayester, me recomendaron que mejor me subieran en carro hasta al 8 ½.
También iba un amigo llamado Roberto Sánchez que era su primera. Ya estacionados en este punto, la bicicleta de Roberto se descompuso de la válvula y como no traían cámara para 26, ya que los pro Mayester e Isaac con sus 29 jeje no traian, pero un ciclista amablemente nos regaló un cámara. Ya arreglado el problema fuimos a encontrarnos con los del grupo de Cámara Rodante, para seguir nuestra travesía hacia el kínder, hubo dos grupos un de pro, intermedios quienes se fueron rumbo a toboganes el guía fue Omar Sandoval, el de novatos nos fuimos directos hacia el kínder por el camino ancho/ Mariano otero, nuestro guía fue Quique Ramírez.
Arrancamos y nosotros nos quedamos atrás ya que habíamos varios primerizos en rodar en la montana, entre ellos Mónica Gómez, Roberto y un servidor. Fuimos acompañados por Carlos Ibarra, Don Lino, Mayester, Isaac y Osvaldo, quien nos iban alentando y dando tips, pues durante nuestro recorrido íbamos platicando y disfrutando del paisaje, en las subidas me costaba trabajo ya que no le sé muy bien a los cambios, pero con mi inseparable Mayester me iba ayudando, pero la verdad con mi nerviosismo pues me traba en los cambios, poco a poco me fui relajando.
Llegamos a una desviación que está muy padre porque era más estrecha y se sentía más la cercanía del bosque aunque había unas bajadas que me dieron miedo jeje pero solo me baje en dos, en compañía de Rodrigo Dau y Mayester, llegamos al punto de reunión en el kínder donde nos juntamos de nuevo los dos grupos, descansamos platicamos, comimos un tente pie, fotos y saludar amigos.
Arrancamos y todos los pro se fueron por otro punto ya que se les hizo fácil y muy poco y los novatos nos regresamos a nuestro punto de partida. Mi regreso fue algo más cansado ya que era más de subida pero nada imposible, me frustre un poco porque me cansaba rápido pero agarraba aire y seguía adelante. Tuve un per canse, el cual creo que resolví bien y sin caída, solo un golpe en la pierna. Se me atravesó una piedra la cual no pude esquivar por que escuche que venía alguien muy rápido y mi reacción fue frenar y salte, deje tirada la bicicleta me fui caminando hacia una sombra me enoje y volteó y ya Mayester sonriendo y con mi bici en la mano me pregunta.. ¿No se te olvidó algo? Tomo la bici y me vuelvo a subir, pero traía ese impotencia de que me cansaba rápido, pero eso no impidió seguir, a tiros y tirones llegue al nuevamente al 8 y medio.
Ya estando ahí una pareja que iba con nosotros en la rodada nos pidió ayuda , ya que su coche se quedó sin batería y lo ayudamos. En agradecimiento nos invitaron una cerveza pero en la tiendita. Pues seguimos nuestro destino hacia la tiendita la cual llegamos por unas cervezas, en compañía de la mayoría de nuestros compañeros rodantes y amigos, en donde nos encontramos con más grupos hermanos entre ellos Los Princesos y Botargas, entre risas, platicas, comentarios nos pasamos un tarde muy agradable.
Bueno como mi primera experiencia en bicicleta de montaña me gustó mucho, creo que me falta entrenar y practicar mas pero eso lo voy a ir adquiriendo poco a poco. Después de muchos años de estarme invitando y motivando me anime, gracias a todos por hacer esto posible mis amigos y nuevos amigos, espero que sea uno de muchas rodadas con Cámara rodante, gracias por su apoyo y estar siempre al pendiente de uno. MUCHAS FELICIDADES.
Por Ramón Aldrete
martes, 12 de noviembre de 2013
A RODAR A TAPALPA, HACIA EL SALTO DE NOGAL, DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE. 7:00AM STARBUCKS GLORIETA LAS FUENTES. CONFIRMAR ASISTENCIA,
Cámara Rodante te invita este Domingo 17 de Noviembre a rodar hacia El Salto de Nogal, saliendo de la plaza principal de Tapalpa, Jalisco y en donde observaremos unos paisajes maravillosos. La rodada es para novatos pero que ya hayan rodado en la montaña, así como para intermedios y avanzados. Anímate y saca tu bici a pasear.
Favor de confirmar su asistencia únicamente por correo a camararodante@hotmail.com para así saber realmente cuantos van a participar en esta rodada. Mencionar si tienen carro y a cuanta gente pueden llevar con todo y bici o si necesitan un aventón favor de mencionarlo.
El guía de la rodada serán Ismael Pulido y Heryberta Tamayo apoyado por Edgar Fidalgo, cualquier duda comunícarse al 33-3667-0041
Hora y punto de encuentro:
7:00am Starbucks Glorieta Las Fuentes. Ubicado en López Mateos y Las Fuentes.
Distancia aproximada:
32 Km.
Ruta:
Iniciando de la plaza principal, terraceria mayormente planos pero con algunas buenas subidas y bajadas. Llegando a la entrada de la barranca dejaremos las bicis y comenzamos a bajar a pie la barranca (habrá quienes se queden a cuidar las bicis) al llegar abajo estaremos frente a una cascada de mas de 100 mts de altura a una temperatura promedio de 6 grados
Precauciones:
En el camino hay muchas bifurcaciones asi que trata de mantenerte unido al grupo, si te quedas en una interseccion espera a que alguien llegue contigo Al regreso podemos llegar a comer al pueblo de Tapalpa, el tiempo estimado de regreso es a las 3:00 pm
Recomendaciones:
AUNQUE DUELA DECIRLO, SI NO TIENES CASCO Y GUANTES, NO PODRÁS UNIRTE CON NOSOTROS A LA RODADA, ES OBLIGATORIO, SIMPLEMENTE ES POR TU SEGURIDAD.
*Credencial de emergencia, entra al link y sigue la instrucciones: http://camararodante.blogspot.com/2011/07/ya-esta-aqui-la-credencial-de.html
*La bicicleta de montaña en buen estado, bien aceitada la cadena y bien infladas las llantas.
*Cámaras de repuesto, herramienta si tienen.
*Cámara fotográfica o de video.
*Un par de botes de agua o de ser posible mochila de agua.
*Galletas, fruta seca, fruta como manzana o plátano, semillas para el pic nic.. o en su defecto pueden llevar algún gel de carbohidratos o barra de energía.
*Llevar celular. *Bloqueador, los rayos del sol quema ya demasiado y es necesario cubrinos...
*Favor de ser puntual a la cita y con muchas de ganas de pedalear y de divertirse.
ATENCIÓN: CADA PARTICIPANTE EN NUESTRAS RODADAS, ES RESPONSABLE DE SU PROPIA SEGURIDAD FISICA, ASI COMO DE SU BICICLETA Y EQUIPO... TE RECOMENDAMOS QUE ANTES DE QUE ACEPTES RODAR CON NOSOTROS, TE HAGAS UN CHEQUEO MEDICO....
Gracias y nos vemos el domingo y recuerda ser puntual. Saca tu bici a pasear.
Cámara Rodante
jueves, 7 de noviembre de 2013
LA BICICLETA DEL ALBERT CAMUS, EN EL RELATO "LOS MUDOS". A 100 AÑOS DE SU NATALICIO
Hoy se conmemora el 100 aniversario del natalicio de Albert Camus, escritor francés, y lo recordamos con una pequeña novela llamada "Los Mudos" y en donde aparece en escena la bicicleta. Dicha novela está dentro del compendio de otros 5 relatos reunidos en un libro llamado EL EXILIO Y EL REINO y que fue publicado en el mismo año en que Camus recibió el Premio Nobel de Literatura (1957).
Albert Camus murió en un accidente automovilístico el 4 de Junio de 1960, que curiosamente un día antes declaró: "No conozco nada más idiota que morir en un accidente de auto", refiriéndose a la muerte del ciclista Fausto Coopi y que por error algunos diarios europeos habían dicho que murió de esa forma.
LOS MUDOS
Era el pleno invierno y, sin embargo, se anuncíaba una mañana radiante en la ciudad ya activa. En el ex-tremo de la escollera, el mar y el cielo se confundían en un mismo resplandor. No obstante, Yvars no los veía. Pedaleaba pesadamente por las avenidas del puerto. Su pierna inválida descansaba inmóvil sobre el pedal fijo de la bicicleta, mientras la otra se esforzaba en vencer a los adoquines, aún mojados por la humedad nocturna. Sin levantar la cabeza, frágil sobre su sillín, evitaba los rieles del antiguo tranvía, se desviaba a un lado con un brusco movimiento del manillar para dejar paso a los automóviles que se le adelantaban y, de vez en cuando, con el codo echaba hacía atrás, sobre sus riñones, la mochila en la que Fernande le había metido el almuerzo. Pensaba entonces amargamente en el contenido de la mochila. Entre las dos gruesas rebanadas de pan, en lugar de la tortilla a la española que tanto a él le gustaba o el filete frito, no había mas que un trozo de queso.
Nunca le había parecido tan largo el camino hasta el taller. Es que iba envejeciendo. A los cuarenta años, y aunque hubiera permanecido seco como un sarmiento de viña, los músculos no entran en calor tan rápidamente. A veces, al leer las crónicas deportivas, en las que se llamaba veterano a un atleta de treinta arios, se encogía de hombros. <> A los treinta años se empieza ya imperceptiblemente a perder el aliento. A los cuarenta no se es un carcamal, no, pero ya se está preparando uno para serlo desde lejos, con un poco de anticipación. ¿No sería por eso, por lo que desde hacía ya algún tiempo no miraba al mar durante el trayecto que recorría hasta el otro extremo de la ciudad, donde estaba la fabrica de toneles? Cuando tenía veinte años no se cansaba de contemplarlo; el mar le prometía un fin de semana feliz en la playa. A pesar de su cojera, o precisamente a causa de ella, siempre le había gustado la natación. Luego pasaron los años, se casó con Fernande, nació el chico y para vivir tuvo que hacer horas extraordinarias los sábados en la tonelería, y chapuzas en casas particulares los domingos. Poco a poco había perdido la costumbre de aquellas jornadas violentas que le sacíaban. El agua profunda y clara, el sol ,fuerte, las, muchachas, la vida física, no había otra clase de felicidad en su país, Y esa felicidad pasaba con la juventud. A Yvars continuaba gustándole el mar, pero solo al caer el día, cuando las aguas de la bahía se oscurecían un poco. Era apacible y agradable el momento que pasaba en la terraza de su casa, donde se sentaba después del trabajo, contento con su camisa limpia que Femande sabia planchar tan bien, y con el vasito de anís coronado de vaho. Entonces caía la tarde, una breve suavidad aparecía en el cielo y los vecinos que hablaban con Yvars bajaban de pronto la voz. En tales momentos, no sabía si era feliz o si tenía ganas de llorar. Por lo menos estaba en paz en esos momentos, no tenía otra cosa que si no esperar, tranquilamente, sin saber demasiado qué esperaba.
Por las mañanas, cuando iba al trabajo, en cambio, ya no le gustaba mirar al mar, siempre fiel a la cita, y que solo volvería a ver por la tarde. Aquella mañana rodaba, con la cabeza gacha, mas pesadamente aun que de costumbre; el corazón también le pesaba. La noche anterior, cuando volvió de la reunión y anuncié a Fernande que tornarían al trabajo, ella había dicho, alegre:
—Entonces, ¿el patrón os sube el sueldo?
El patrón no les subía el sueldo; la huelga había fracasado. Debían reconocer que no habían llevado con mucho tino el asunto. Era una huelga suscitada por la rabia y el sindicato había tenido razón en apoyarlos tibiamente. Además, quince obreros no eran gran cosa; el sindicato tenía en cuenta el caso de otras fábricas de toneles que no habían ido a la huelga. No se les podía reprochar demasiado. La industria tonelera, amenazada por la construcción de barcos y de camiones cisternas, no estaba muy floreciente. Cada vez se hacían menos barriles y pipas; fundamentalmente, se reparaban las grandes cubas que ya existían. Los patronos veían comprometidos sus negocios, es verdad, pero así y todo querían conservar un margen de beneficios, y lo más sencillo les parecía mantener congelados los salarios a pesar de la subida de los precios. ¿Qué podían hacer los toneleros, cuando su industria desaparecía? Uno no cambia de oficio cuando se ha hecho el esfuerzo de aprenderlo; ése era difícil y exigía un largo aprendizaje. El buen tonelero, el que ajusta herméticamente las duelas curvas y las aprieta al fuego y con el cincho de hierro, sin utilizar estopa ni rafia, es raro. Yvars lo sabía y estaba orgulloso de ser uno de ellos. Cambiar de oficio no es nada, pero renuncíar a lo que uno sabe, a su propia maestría, no es fácil. Era un hermoso oficio sin empleo. Estaban aviados y había que resignarse. Pero tampoco la resignación era fácil; era difícil mantener la boca cerrada, no poder realmente discutir y tener que hacer el mismo camino todas las mañanas con un cansancio que va acumulándose para recibir, al terminar la semana, solo lo que le quieren dar a uno y que cada día es mas insuficiente.
Por las mañanas, cuando iba al trabajo, en cambio, ya no le gustaba mirar al mar, siempre fiel a la cita, y que solo volvería a ver por la tarde. Aquella mañana rodaba, con la cabeza gacha, mas pesadamente aun que de costumbre; el corazón también le pesaba. La noche anterior, cuando volvió de la reunión y anuncié a Fernande que tornarían al trabajo, ella había dicho, alegre:
—Entonces, ¿el patrón os sube el sueldo?
El patrón no les subía el sueldo; la huelga había fracasado. Debían reconocer que no habían llevado con mucho tino el asunto. Era una huelga suscitada por la rabia y el sindicato había tenido razón en apoyarlos tibiamente. Además, quince obreros no eran gran cosa; el sindicato tenía en cuenta el caso de otras fábricas de toneles que no habían ido a la huelga. No se les podía reprochar demasiado. La industria tonelera, amenazada por la construcción de barcos y de camiones cisternas, no estaba muy floreciente. Cada vez se hacían menos barriles y pipas; fundamentalmente, se reparaban las grandes cubas que ya existían. Los patronos veían comprometidos sus negocios, es verdad, pero así y todo querían conservar un margen de beneficios, y lo más sencillo les parecía mantener congelados los salarios a pesar de la subida de los precios. ¿Qué podían hacer los toneleros, cuando su industria desaparecía? Uno no cambia de oficio cuando se ha hecho el esfuerzo de aprenderlo; ése era difícil y exigía un largo aprendizaje. El buen tonelero, el que ajusta herméticamente las duelas curvas y las aprieta al fuego y con el cincho de hierro, sin utilizar estopa ni rafia, es raro. Yvars lo sabía y estaba orgulloso de ser uno de ellos. Cambiar de oficio no es nada, pero renuncíar a lo que uno sabe, a su propia maestría, no es fácil. Era un hermoso oficio sin empleo. Estaban aviados y había que resignarse. Pero tampoco la resignación era fácil; era difícil mantener la boca cerrada, no poder realmente discutir y tener que hacer el mismo camino todas las mañanas con un cansancio que va acumulándose para recibir, al terminar la semana, solo lo que le quieren dar a uno y que cada día es mas insuficiente.
Entonces se habían encolerizado. Había dos o tres que vacilaban; pero también a ellos les había ganado la cólera después de las primeras discusiones con el patrón. Este, en efecto, había dicho con tono seco que o lo tomaban o lo dejaban. Un hombre no habla así.
—¿Qué se cree ése? —había dicho Espósito—. ¿Qué vamos a bajarnos los pantalones?
Por lo demás, el patrón no era un mal hombre. Había heredado el negocio del padre y crecido en el taller, de manera que conocía desde hacía años a casi todos los obreros. A veces los invitaba a merendar en la tonelería; asaban sardinas o morcillas en el fuego de virutas y corría el vinillo. En verdad era muy amable. Para Año Nuevo siempre regalaba cinco botellas de vino a cada obrero y, a menudo, cuando entre ellos había algún enfermo o sencillamente se producía un acontecimiento, una boda o una comunión, les hacía un regalo en dinero. Cuando le nació la hija, hubo confites para todo el mundo. Dos o tres veces había invitado a Yvars a cazar en su finca del litoral. Sin duda apreciaba a sus obreros y con frecuencía recordaba que su padre había comenzado como aprendiz. Pero jamás había ido a visitarlos en sus casas, no se daba cuenta. Solo pensaba en él mismo, porque no conocía otra cosa. Y ahora lo tomaban o lo dejaban. Dicho de otra manera, también él se había obstinado, solo que él podía permitírselo.
Habían forzado la mano en el sindicato y el taller cerró las puertas.
—No os molestéis en montar piquetes de huelga —había dicho el patrón-. Cuando el taller no trabaja, yo ahorro.
No era cierto, pero eso no había arreglado las cosas puesto que les decía así en plena cara que les daba trabajo por caridad. Espósito se puso rabioso y le dijo que no era un hombre. El otro tenía la sangre caliente; hubo que separarlos. Pero los obreros habían quedado impresionados. Veinte días de huelga, las mujeres tristes en la casa, dos o tres de ellos desalentados y, para
terminar, el sindicato había aconsejado ceder, con la promesa de un arbitraje y de una recuperación de los días de huelga con horas suplementarias. Habían decidido volver al trabajo; claro está que echando bravatas, diciendo que aun el asunto no había terminado, que iba a replantearse. Pero aquella mañana, un cansancio que se parecía al peso de la derrota, el queso en lugar de la carne; no, ya no era posible la ilusión. Por mucho que brillase el sol, el mar ya no le prometía nada. A Yvars, apoyado en su único pedal, le parecía que envejecía un poco más a cada giro de las ruedas. No podía pensar en el taller, en los compañeros y en el patrón que iba a volver a ver, sin sentir en el corazón un peso cada vez mayor. Fernande se había inquietado.
—¿Qué vais a decirle?
—Nada.
Yvars había montado en la bicicleta y meneado la cabeza. Había apretado los dientes y fruncido la expresión de su cara morena y arrugada, de finos rasgos.
—Trabajamos. Eso basta.
Ahora iba en la bicicleta, con los dientes todavía apretados y una ira triste y seca que lo ensombrecía todo, hasta el cielo. Abandonó el bulevar y se metió por las calles humedas del viejo barrio español. Desembocaban en una zona ocupada solo por cocheras, depósitos de chatarra y garajes, donde estaba el taller: una nave con paredes de mampostería hasta la mitad y de cristal luego, hasta el tejado de chapa ondulada. El taller daba a la antigua fabrica de toneles, un espacio amplio, rodeado de viejos patios cubiertos, que habían abandonado cuando la empresa creció, y que ahora no era más que un deposito de máquinas usadas y de viejos toneles. Más allá del patio, separado de éste por una especie de camino cubierto por viejas tejas, comenzaba el jardín del patrón, al término del cual se levantaba la casa. Grande y fea, era, con todo, agradable con su viña y con su escuálida madreselva que rodeaba la escalera exterior.
—¿Qué se cree ése? —había dicho Espósito—. ¿Qué vamos a bajarnos los pantalones?
Por lo demás, el patrón no era un mal hombre. Había heredado el negocio del padre y crecido en el taller, de manera que conocía desde hacía años a casi todos los obreros. A veces los invitaba a merendar en la tonelería; asaban sardinas o morcillas en el fuego de virutas y corría el vinillo. En verdad era muy amable. Para Año Nuevo siempre regalaba cinco botellas de vino a cada obrero y, a menudo, cuando entre ellos había algún enfermo o sencillamente se producía un acontecimiento, una boda o una comunión, les hacía un regalo en dinero. Cuando le nació la hija, hubo confites para todo el mundo. Dos o tres veces había invitado a Yvars a cazar en su finca del litoral. Sin duda apreciaba a sus obreros y con frecuencía recordaba que su padre había comenzado como aprendiz. Pero jamás había ido a visitarlos en sus casas, no se daba cuenta. Solo pensaba en él mismo, porque no conocía otra cosa. Y ahora lo tomaban o lo dejaban. Dicho de otra manera, también él se había obstinado, solo que él podía permitírselo.
Habían forzado la mano en el sindicato y el taller cerró las puertas.
—No os molestéis en montar piquetes de huelga —había dicho el patrón-. Cuando el taller no trabaja, yo ahorro.
No era cierto, pero eso no había arreglado las cosas puesto que les decía así en plena cara que les daba trabajo por caridad. Espósito se puso rabioso y le dijo que no era un hombre. El otro tenía la sangre caliente; hubo que separarlos. Pero los obreros habían quedado impresionados. Veinte días de huelga, las mujeres tristes en la casa, dos o tres de ellos desalentados y, para
terminar, el sindicato había aconsejado ceder, con la promesa de un arbitraje y de una recuperación de los días de huelga con horas suplementarias. Habían decidido volver al trabajo; claro está que echando bravatas, diciendo que aun el asunto no había terminado, que iba a replantearse. Pero aquella mañana, un cansancio que se parecía al peso de la derrota, el queso en lugar de la carne; no, ya no era posible la ilusión. Por mucho que brillase el sol, el mar ya no le prometía nada. A Yvars, apoyado en su único pedal, le parecía que envejecía un poco más a cada giro de las ruedas. No podía pensar en el taller, en los compañeros y en el patrón que iba a volver a ver, sin sentir en el corazón un peso cada vez mayor. Fernande se había inquietado.
—¿Qué vais a decirle?
—Nada.
Yvars había montado en la bicicleta y meneado la cabeza. Había apretado los dientes y fruncido la expresión de su cara morena y arrugada, de finos rasgos.
—Trabajamos. Eso basta.
Ahora iba en la bicicleta, con los dientes todavía apretados y una ira triste y seca que lo ensombrecía todo, hasta el cielo. Abandonó el bulevar y se metió por las calles humedas del viejo barrio español. Desembocaban en una zona ocupada solo por cocheras, depósitos de chatarra y garajes, donde estaba el taller: una nave con paredes de mampostería hasta la mitad y de cristal luego, hasta el tejado de chapa ondulada. El taller daba a la antigua fabrica de toneles, un espacio amplio, rodeado de viejos patios cubiertos, que habían abandonado cuando la empresa creció, y que ahora no era más que un deposito de máquinas usadas y de viejos toneles. Más allá del patio, separado de éste por una especie de camino cubierto por viejas tejas, comenzaba el jardín del patrón, al término del cual se levantaba la casa. Grande y fea, era, con todo, agradable con su viña y con su escuálida madreselva que rodeaba la escalera exterior.
Yvars vio en seguida que las puertas del taller estaban cerradas. Ante ellas había un grupo de obreros, en silencio. Desde que trabajaba allí era la primera Vez que al llegar encontraba las puertas cerradas. El patrón había querido impresionarles. Yvars se dirigió hacia la izquierda, colocó la bicicleta bajo el tejadillo que prolongaba la nave por aquel lado y se encaminó a la puerta. De lejos reconoció a Espósito, un joven moreno y velloso, que trabajaba junto a él; a Marcou, el delegado sindical, con su pinta de tenor; a Said, el único árabe del taller, y luego a todos los demás que, silenciosos, le miraban. Pero antes de que Yvars se hubiera reunido con ellos, se volvieron bruscamente hacía las puerta del taller, que acababan de entreabrirse. Ballester, el capataz, apareció en el umbral. Abría una de las pesadas puertas y, volviendo las espaldas a los obreros, la empujaba lentamente sobre los rieles.
Ballester, que era el más viejo de todos, no aprobaba la huelga, pero se había callado a partir del momento en que Espósito le había dicho que su actitud servía a los intereses del patrón. Ahora estaba junto a la puerta, rechoncho en su jersey azul marino, ya descalzo (él y Said eran los únicos que trabajaban descalzos) y los miraba entrar, uno a uno, con sus ojos tan claros que parecían sin color, en su viejo rostro cetrino, con la boca triste bajo los bigotes espesos y caídos. Ellos permanecían callados, humillados por esa entrada de vencidos, furiosos por su propio silencio, pero cada vez menos capaces de romperlo, a medida que se prolongaba. Pasaban sin mirar a Ballester, quien, lo sabían, ejecutaba una orden al hacerlos entrar de esa manera, y cuyo aire amargo y apesadumbrado les indicaba lo que pensaba. Yvars si lo miro. Ballester, que le apreciaba, meneó la cabeza sin decir nada.
Ahora estaban todos en el pequeño vestuario situado la derecha de la entrada: compartimentos, separados por tablas de madera blanca, en las que se habían colgado armaritos que podían cerrarse con llave. El último compartimento a partir de la entrada y pegado a las paredes de la nave se había transformado en cuarto de duchas, construido sobre un conducto de desagüe que se había excavado en el suelo, de tierra apisonada. En el centro de la nave se veían, según los lugares de trabajo, barricas ya terminadas, pero cuyos cinchos estaban aún flojos y que esperaban el tratamiento del fuego: bancos macizos, con una larga hendidura (y en algunos de ellos, fondos de maderas circulares, que aguardaban el tratamiento de la garlopa), y por fin, tizones apagados. A lo largo de la pared y a la izquierda de la entrada, se alineaban los bancos de los obreros. Ante ellos, se veían las pilas de duelas que había que repasar con el cepillo. Contra la pared de la derecha, no lejos del vestuario, dos grandes sierras mecánicas resplandecían, bien aceitadas, sólidas y silenciosas.
Desde hacía mucho la nave resultaba demasiado grande para el puñado de hombres que trabajaban en ella. Eso era una ventaja durante los meses de grandes calores y un inconveniente en invierno. Pero aquel día, en ese gran espacio, el trabajo interrumpido, los toneles abandonados en los rincones con el único cincho que reunía los pies de las duelas, abiertas por arriba como toscas flores de madera, el aserrín que cubría los bancos, las cajas de las herramientas y las maquinas, todo daba al taller un aspecto de abandono. Los obreros lo miraban vestidos ahora con sus viejos jerséis, con sus pantalones descoloridos y remendados, y vacilaban. Ballesrer los observaba.
—Bueno, ¿vamos?
Uno a uno se fueron hasta su puesto de trabajo, sin decir palabra. Ballester iba de un lugar a otro, para recordarles brevemente la tarea que había que comenzar o que terminar. Nadie le respondía. Pronto el primer martillo resonó contra la cuña de madera aherrojada que ajustaba un cincho en la parte hinchada de un tonel. Una garlopa gimió en un nudo de madera y una de las sierras, manejadas por Espósito, arrancó con gran estrépito de hojas de acero. Said, cuando se lo pedían, llevaba las duelas o encendía los fuegos de virutas sobre los que se colocaban los toneles para que se hincharan dentro de sus cinturones de hierro. Cuando nadie le reclamaba, se iba a los bancos donde, con fuertes martillazos, remachaba los anchos cinchos oxidados. El olor de la viruta quemada comenzaba a llenar la nave, Yvars, que repasaba con el cepillo y ajustaba las duelas cortadas por Espósito, reconoció el viejo perfume y el corazón se le ensancho un poco. Todos trabajaban en silencio, pero cierto calor, cierta vida, renacían poco a poco en el taller. A través de los grandes ventanales penetraba una luz fresca, que llenaba la nave. El humo adquiríaun color azul, en medio del aire dorado; Yvars oyó zumbar un insecto junto a él.
En ese momento se abrió en la pared del fondo la puerta que daba a la antigua tonelería y el señor Lassalle, el patrón, apareció en el umbral. Delgado y moreno, apenas había pasado los treinta años. Con su camisa blanca muy abierta bajo un traje de gabardina beige, daba la impresión de sentirse a sus anchas en su cuerpo. A pesar del rostro muy huesudo, que parecía tallado con hoja de cuchillo, generalmente inspiraba simpatía, como la mayor parte de la gente a la que el deporte da soltura a sus innovamientos. Sin embargo, parecía un poco confuso al trasponer la puerta. Su <—¿Qué tal, hijo? —pregunto el señor Lassalle.
Los movimientos del joven se hicieron torpes de repente. Lanzó una mirada a Espósito, que cerca de él apilaba en sus brazos enormes un montón de duelas para llevárselas a Yvars. Espósito también lo miro, sin dejar de trabajar, y Valéry hundió la nariz en su barrica, sin responder al patrón. Lassalle, un poco cohibido, se quedo un instante plantado frente al joven; luego se encogió de hombros y se volvió hacía Marcou. Este, a horcajadas sobre su banco, terminaba de afilar, con golpecitos lentos y precisos, el borde de un fondo.
—Buenos días, Marcou —dijo Lassalle con tono más seco. Marcou no respondió, atento tan solo a no quitar de la madera que trabajaba más que unas virutas muy ligeras.
—Pero ¿qué os pasa? —gritó Lassalle en voz alta y dirigiéndose esta vez a los otros obreros—. Ya sabemos que no llegamos a un acuerdo, pero eso no evita que tengamos que trabajar juntos, Entonces, ¿qué sentido tiene esto?
Marcou se irguió, levanté el fondo de la barrica, verifico con la mano el borde circular, entornó sus ojos lánguidos, con aire de gran satisfacción y, sin contestar, se dirigió hacia otro obrero, que armaba un tonel. En todo el taller no se oía sino el ruido de los martillos y de la sierra mecánica.
—Bueno —dijo Lassalle, cuando se os pase, hacédmelo saber por Ballester —y con paso tranquilo salió del taller.
Casi inmediatamente resoné por dos veces un timbre que cubrió el estrépito del taller. Ballester, que acababa de sentarse para liar un cigarrillo, se levanté pesadamente y salió por la puerta del fondo. Después los martillos golpearon con menos fuerza y hasta uno de los obreros había suspendido su trabajo, cuando Ballester volvió. Desde la puerta dijo solamente:
—Marcou, Yvars, os llama el patrón.
El primer impulso de Yvars fue ir a lavarse las manos, pero Marcou le cogió por un brazo al pasar y él lo siguió cojeando.
Afuera, en el patio, la luz era tan fresca, tan liquida, que Yvars la sentía en el rostro y en los brazos desnudos. Subieron por la escalera exterior, bajo la madreselva, que empezaba ya a florecer. Cuando entraron en el pasillo con las paredes cubiertas de diplomas, oyeron un llanto de niño y la voz de la señora de Lassalle que decía:
—La acostarás después del almuerzo. Llamaremos al médico, si no se le pasa.
Luego el patrón apareció en el pasillo y les hizo entrar en el pequeño despacho que ellos ya conocían, con muebles de false estilo rustico y las paredes adornadas con trofeos deportivos.
—Siéntense —dijo Lassalle ocupando su lugar detrás del escritorio. Ellos permanecieron de pie-. Los hice venir —prosiguió—porque usted, Marcou, es el delegado, y tu, Yvars, mi empleado más antiguo después de Ballester. No quiero reanudar las discusiones que ya han terminado. No puedo, en modo alguno, darles Io que me piden. La cuestión está zanjada. Hemos llegado a la conclusión de que había que volver al trabajo. Veo que me guardan rencor y eso me resulta penoso. Les digo lo que siento. Sencillamente quiero agregar esto: Io que no puede hacer hoy, tal vez pueda hacerlo cuando los negocios se recuperen. Y si puedo hacerlo, lo haré aun antes de que ustedes me lo pidan. Mientras tanto, procuremos trabajar de acuerdo.
Se cayó, pareció reflexionar; luego alzó los ojos hacía ellos.
—¿Entonces?
Marcou miraba hacia afuera. Yvars, con los dientes apretados, quería hablar, pero no podía.
—Oigan —dijo Lassalle- ustedes se han obcecado.
Ya se les pasara; pero cuando hayan vuelto a ser razonables, no olviden lo que acabo de decirles.
Se levantó, se acercó a Marcou y le tendió la mano.
—¡Chao! —dijo.
Marcou se puso repentinamente pálido. Se le endureció el rostro de cantante que, por el espacio de un segundo, adquirió una expresión de maldad. Luego se volvió bruscamente y salió. Lassalle, también pálido, miró a Yvars, sin tenderle la mano.
—¡Váyanse a tomar por saco! —gritó.
Cuando volvieron al taller, los obreros estaban almorzando. Ballester había salido. Marcou dijo tan solo:
—Palabras.
Y volvió a su lugar de trabajo. Espósito dejó de morder su pan para preguntar qué habían respondido ellos.
Yvars dijo que no habían respondido nada. Luego se fue a buscar su morral y volvió para sentarse sobre el banco en que trabajaba. Comenzaba a comer cuando, no lejos de él, advirtió la presencia de Said, tumbado boca arriba sobre un montón de virutas, con la mirada perdida en los ventanales, azulados por un cielo ahora menos luminoso. Le pregunté si había terminado. Said le dijo que ya se había comido sus higos. Yvars dejó de comer. El malestar, que no le había abandonado desde la entrevista con Lassalle, desapareció de pronto para dejar lugar a un calor bienhechor. Se levanté, partió su pan y dijo, ante la negativa de Said, que la semana siguiente todo iría mejor.
—Entonces me invitarás tu —dijo. Said sonrió. Comenzó a masticar un trozo del bocadillo de Yvars, pero lentamente, como si no tuviera hambre.
Espósito tomo una cacerola vieja y encendió un fuego de virutas y madera. En él recalenté el café, que había llevado en una botella. Dijo que era un regalo para el taller que su tendero le había hecho cuando se enteró del fracaso de la huelga. Un vaso vacio de mostaza circuló de mano en mano. Cada vez Espósito vertía el café, ya azucarado. Said se lo trago con más gusto que el que había mostrado en comer. Espósito bebía el resto del café de la misma cacerola hirviente, haciendo restallar los labios y lanzando juramentos. En ese momento entró Ballester, para anunciar el retorno al trabajo.
Mientras ellos se levantaban, recogían los papeles y metían las tarteras en sus morrales, Ballester fue a colocarse en medio de ellos y dijo de pronto que era un golpe duro para todos, y para él también, pero que esa no era una razón para conducirse como críos, y que no se ganaba nada con refunfuñar. Espósito, con la cacerola en la mano, se volvió hacía él. De pronto se le había puesto rojo el rostro espeso y largo. Yvars sabía lo que iba a decir y que en ese momento todos pensaban lo mismo: que no refunfuñaban, que se les había cerrado la boca, que era lo tomas o lo dejas, y que la rabia y la impotencia duelen a veces tanto que ni siquiera se puede gritar. Ellos eran hombres; eso era todo, y no iban ahora a ponerse a hacer sonrisas y carantoñas. Pero Espósito no dijo nada de todo eso. Por fin, se le aclaró el rostro y dio un suave golpecito a Ballester en el hombro, mientras los otros volvían al trabajo. De nuevo resonaron los martillos, la gran nave se lleno del familiar estrépito, del olor a viruta y a las viejas ropas empapadas de sudor. La enorme sierra zumbaba y mordía la madera fresca de la duela que Espósito empujaba lentamente ante sí. En el lugar de la mordedura, saltaba un serrín mojado, que cubría como con una especie de ralladura de pan, las gruesas manos velludas firmemente apretadas sobre la madera, a cada lado de la rugiente hoja. Cuando la duela quedaba cortada, solo se oía elruido del motor.
Yvars sentía ahora, inclinado sobre la garlopa, las agujetas de la espalda. De ordinario, el cansancio llegaba algo mas tarde. Había perdido el entrenamiento durante aquellas semanas de inacción; era evidente. Pero también pensaba en la edad, que hace más duro el trabajo manual cuando ese trabajo no es de simple precisión. Aquellas agujetas le anunciaban también la vejez. Cuando intervienen los músculos el trabajo termina por hacerse una maldición, precede a la muerte, y en los días de grandes esfuerzos el sueño es justamente como la muerte. El chico quería ser maestro y tenía razón. Los que pronunciaban discursos sobre el trabajo manual no sabían de qué hablaban.
Cuando Yvars se irguió para recuperar la respiración y también para ahuyentar aquellos malos pensamientos, volvió a sonar el timbre. Sonaba insistentemente, pero de manera tan curiosa, con breves intervalos para hacerse luego oír imperiosamente, que los obreros dejaron de trabajar. Ballester escuchaba sorprendido, luego se decidió y se dirigió lentamente a la puerta. Había desaparecido hacía algunos segundos, cuando el timbre dejó por fin de sonar. Todos volvieron al trabajo. De nuevo, la puerta se abrió brutalmente y Ballester corrió hacía el vestuario. En seguida salió de él calzado con alpargatas y, mientras se ponía la chaqueta, dijo a Yvars al pasar:
—La niña tuvo un ataque. Voy a buscar a Germain.
Y se precipito hacía la puerta. El doctor Germain era el que atendía al personal del taller. Vivía en el barrio. Yvars repitió la noticia sin comentarios. Se habían reunido todos alrededor de él, confusos. Solo se oía el motor de la sierra mecánica, que giraba libremente.
—Quizá no sea nada —dijo uno de ellos. Volvieron a sus puestos. El taller se lleno de nuevo con sus ruidos habituales, pero los hombres trabajaban lentamente, como si esperaran algo.
Al cabo de un cuarto de hora, Ballester entró de nuevo, se quitó la chaqueta y sin decir palabra volvió a salir por la puerta pequeña. A través de los ventanales, la luz iba debilitándose. Un poco después, en los intervalos en que la sierra no mordía la madera, se oyó la sorda sirena de un coche ambulancia, primero lejana, luego más próxima, por fin presente, y ahora silenciosa. Al cabo de un rato volvió Ballester y todos se precipitaron hacía él. Espósito había detenido el motor. Ballester dijo que al desnudarse en su habitación, la niña había caído desplomada, como si la hubieran segado.
—¡Vaya! —dijo Marcou. Ballester meneo la cabeza e hizo un ademán vago hacía el taller; pero parecía conmovido. Se oyó de nuevo la sirena de la ambulancia. Estaban todos allí, en el taller silencioso, bajo las oleadas de luz amarilla que arrojaban los ventanales, con sus toscas manos inútiles que les pendían a lo largo de los viejos pantalones cubiertos de aserrín.
El resto de la tarde fue arrastrándose. Yvars no sentía más que su cansancio y la congoja de su corazón. Habría querido hablar, pero no tenía nada que decir y los otros tampoco. En sus rostros taciturnos se leía solo la pena y una especie de obstinación. A veces, en su interior se formaba palabra <>, pero apenas, pues desaparecía inmediatamente, como una burbuja que nace y estalla al mismo tiempo. Tenía ganas de regresar a su casa, de volver a ver a Fernande, al muchacho, y también la terraza. Justamente en ese momento, Ballester anunció el fin de la jornada. Las máquinas se detuvieron. Sin apresurarse, comenzaron a apagar los fuegos y a poner orden en sus puestos. Luego fueron uno a uno al vestuario, Said fue el ultimo. A él le tocaba limpiar los lugares de trabajo y regar el suelo polvoriento. Cuando Yvars llegó al vestuario, Espósito, enorme y velloso, ya estaba bajo la ducha. Les volvía la espalda mientras se jabonaba con gran estrépito. En general se le dirigían bromas por su pudor. En efecto, aquel gran oso escondía obstinadamente sus partes nobles; pero ese día nadie pareció advertirlo. Espósito salió andando hacía atrás y se puso alrededor de la cintura una toalla, a manera de taparrabo. Los otros esperaban su turno y Marcou se golpeaba vigorosamente los costados desnudos, cuando oyeron que la gran puerta delantera rodaba lentamente sobre los rieles. Entro Lassalle.
Iba vestido como en el momento de su primera visita, pero llevaba el pelo un poco revuelto. Se detuvo en el umbral, contempló el vasto taller vacio, dio algunos pasos, se detuvo un instante y miré hacía el vestuario. Espósito, todavía cubierto por su taparrabo, se volvió hacia él. Desnudo, cohibido, se balanceaba un poco, apoyándose en un pie y luego en el otro, Yvars pensó que le tocaba a Marcou decir algo, pero Marcou se mantenía invisible detrás de la lluvia de agua que lo rodeaba.
Espósito se apoderé de una camisa y se la estaba poniendo prestamente, cuando Lassalle dijo:
—Buenas tardes —con voz un poco desentonada, y se dirigió hacía la puerta del fondo. Cuando Yvars pensó que había que llamarlo, la puerta ya se había cerrado.
Entonces Yvars volvió a vestirse, sin lavarse, y también él dijo <>, pero con todo su corazón. Y los otros le respondieron con el mismo calor. Salió rápidamente, se acercó a la bicicleta y cuando la montó. Sintió de nuevo las agujetas. Ahora rodaba en medio de la tarde que moría, a través de la ciudad llena de obstáculos. Iba rápido, quería volver a ver la vieja casa y la terraza. Se lavaría en la pila antes de sentarse y de contemplar el mar que ya Io acompañaba, más oscuro que por la mañana, detrás, del bulevar, Pero la niña también le acompañaba y no podía dejar de pensar en ella.
Cuando llegó a casa, el chico ya había vuelto de la escuela y estaba leyendo tebeos. Fernande pregunto a Yvars si todo había ido bien. El no dijo nada, se lavó en la pila y luego se sentó en el banco, contra la pared de la terraza. Por encima de él pendía ropa blanca remendada. El cielo se hacía transparente; mas allá de la pared, podía verse el mar suave de la tarde. Fernande Ie llevó el anís, dos vasos y el botijo de agua fresca. Luego se sentó junto al marido. Él le contó todo, mientras la tenía cogida de la mano, como en los primeros tiempos de su matrimonio. Cuando terminó, Yvars se quedó inmóvil, vuelto hacía el mar, donde bajaba ya, de un extremo a otro del horizonte, el rápido crepúsculo.
—¡Ah, el tiene La culpa!—dijo. Y hubiera querido ser joven y que Fernande también lo fuera, y entonces se habrían ido, al otro lado del mar.
Ballester, que era el más viejo de todos, no aprobaba la huelga, pero se había callado a partir del momento en que Espósito le había dicho que su actitud servía a los intereses del patrón. Ahora estaba junto a la puerta, rechoncho en su jersey azul marino, ya descalzo (él y Said eran los únicos que trabajaban descalzos) y los miraba entrar, uno a uno, con sus ojos tan claros que parecían sin color, en su viejo rostro cetrino, con la boca triste bajo los bigotes espesos y caídos. Ellos permanecían callados, humillados por esa entrada de vencidos, furiosos por su propio silencio, pero cada vez menos capaces de romperlo, a medida que se prolongaba. Pasaban sin mirar a Ballester, quien, lo sabían, ejecutaba una orden al hacerlos entrar de esa manera, y cuyo aire amargo y apesadumbrado les indicaba lo que pensaba. Yvars si lo miro. Ballester, que le apreciaba, meneó la cabeza sin decir nada.
Ahora estaban todos en el pequeño vestuario situado la derecha de la entrada: compartimentos, separados por tablas de madera blanca, en las que se habían colgado armaritos que podían cerrarse con llave. El último compartimento a partir de la entrada y pegado a las paredes de la nave se había transformado en cuarto de duchas, construido sobre un conducto de desagüe que se había excavado en el suelo, de tierra apisonada. En el centro de la nave se veían, según los lugares de trabajo, barricas ya terminadas, pero cuyos cinchos estaban aún flojos y que esperaban el tratamiento del fuego: bancos macizos, con una larga hendidura (y en algunos de ellos, fondos de maderas circulares, que aguardaban el tratamiento de la garlopa), y por fin, tizones apagados. A lo largo de la pared y a la izquierda de la entrada, se alineaban los bancos de los obreros. Ante ellos, se veían las pilas de duelas que había que repasar con el cepillo. Contra la pared de la derecha, no lejos del vestuario, dos grandes sierras mecánicas resplandecían, bien aceitadas, sólidas y silenciosas.
Desde hacía mucho la nave resultaba demasiado grande para el puñado de hombres que trabajaban en ella. Eso era una ventaja durante los meses de grandes calores y un inconveniente en invierno. Pero aquel día, en ese gran espacio, el trabajo interrumpido, los toneles abandonados en los rincones con el único cincho que reunía los pies de las duelas, abiertas por arriba como toscas flores de madera, el aserrín que cubría los bancos, las cajas de las herramientas y las maquinas, todo daba al taller un aspecto de abandono. Los obreros lo miraban vestidos ahora con sus viejos jerséis, con sus pantalones descoloridos y remendados, y vacilaban. Ballesrer los observaba.
—Bueno, ¿vamos?
Uno a uno se fueron hasta su puesto de trabajo, sin decir palabra. Ballester iba de un lugar a otro, para recordarles brevemente la tarea que había que comenzar o que terminar. Nadie le respondía. Pronto el primer martillo resonó contra la cuña de madera aherrojada que ajustaba un cincho en la parte hinchada de un tonel. Una garlopa gimió en un nudo de madera y una de las sierras, manejadas por Espósito, arrancó con gran estrépito de hojas de acero. Said, cuando se lo pedían, llevaba las duelas o encendía los fuegos de virutas sobre los que se colocaban los toneles para que se hincharan dentro de sus cinturones de hierro. Cuando nadie le reclamaba, se iba a los bancos donde, con fuertes martillazos, remachaba los anchos cinchos oxidados. El olor de la viruta quemada comenzaba a llenar la nave, Yvars, que repasaba con el cepillo y ajustaba las duelas cortadas por Espósito, reconoció el viejo perfume y el corazón se le ensancho un poco. Todos trabajaban en silencio, pero cierto calor, cierta vida, renacían poco a poco en el taller. A través de los grandes ventanales penetraba una luz fresca, que llenaba la nave. El humo adquiríaun color azul, en medio del aire dorado; Yvars oyó zumbar un insecto junto a él.
En ese momento se abrió en la pared del fondo la puerta que daba a la antigua tonelería y el señor Lassalle, el patrón, apareció en el umbral. Delgado y moreno, apenas había pasado los treinta años. Con su camisa blanca muy abierta bajo un traje de gabardina beige, daba la impresión de sentirse a sus anchas en su cuerpo. A pesar del rostro muy huesudo, que parecía tallado con hoja de cuchillo, generalmente inspiraba simpatía, como la mayor parte de la gente a la que el deporte da soltura a sus innovamientos. Sin embargo, parecía un poco confuso al trasponer la puerta. Su <
Los movimientos del joven se hicieron torpes de repente. Lanzó una mirada a Espósito, que cerca de él apilaba en sus brazos enormes un montón de duelas para llevárselas a Yvars. Espósito también lo miro, sin dejar de trabajar, y Valéry hundió la nariz en su barrica, sin responder al patrón. Lassalle, un poco cohibido, se quedo un instante plantado frente al joven; luego se encogió de hombros y se volvió hacía Marcou. Este, a horcajadas sobre su banco, terminaba de afilar, con golpecitos lentos y precisos, el borde de un fondo.
—Buenos días, Marcou —dijo Lassalle con tono más seco. Marcou no respondió, atento tan solo a no quitar de la madera que trabajaba más que unas virutas muy ligeras.
—Pero ¿qué os pasa? —gritó Lassalle en voz alta y dirigiéndose esta vez a los otros obreros—. Ya sabemos que no llegamos a un acuerdo, pero eso no evita que tengamos que trabajar juntos, Entonces, ¿qué sentido tiene esto?
Marcou se irguió, levanté el fondo de la barrica, verifico con la mano el borde circular, entornó sus ojos lánguidos, con aire de gran satisfacción y, sin contestar, se dirigió hacia otro obrero, que armaba un tonel. En todo el taller no se oía sino el ruido de los martillos y de la sierra mecánica.
—Bueno —dijo Lassalle, cuando se os pase, hacédmelo saber por Ballester —y con paso tranquilo salió del taller.
Casi inmediatamente resoné por dos veces un timbre que cubrió el estrépito del taller. Ballester, que acababa de sentarse para liar un cigarrillo, se levanté pesadamente y salió por la puerta del fondo. Después los martillos golpearon con menos fuerza y hasta uno de los obreros había suspendido su trabajo, cuando Ballester volvió. Desde la puerta dijo solamente:
—Marcou, Yvars, os llama el patrón.
El primer impulso de Yvars fue ir a lavarse las manos, pero Marcou le cogió por un brazo al pasar y él lo siguió cojeando.
Afuera, en el patio, la luz era tan fresca, tan liquida, que Yvars la sentía en el rostro y en los brazos desnudos. Subieron por la escalera exterior, bajo la madreselva, que empezaba ya a florecer. Cuando entraron en el pasillo con las paredes cubiertas de diplomas, oyeron un llanto de niño y la voz de la señora de Lassalle que decía:
—La acostarás después del almuerzo. Llamaremos al médico, si no se le pasa.
Luego el patrón apareció en el pasillo y les hizo entrar en el pequeño despacho que ellos ya conocían, con muebles de false estilo rustico y las paredes adornadas con trofeos deportivos.
—Siéntense —dijo Lassalle ocupando su lugar detrás del escritorio. Ellos permanecieron de pie-. Los hice venir —prosiguió—porque usted, Marcou, es el delegado, y tu, Yvars, mi empleado más antiguo después de Ballester. No quiero reanudar las discusiones que ya han terminado. No puedo, en modo alguno, darles Io que me piden. La cuestión está zanjada. Hemos llegado a la conclusión de que había que volver al trabajo. Veo que me guardan rencor y eso me resulta penoso. Les digo lo que siento. Sencillamente quiero agregar esto: Io que no puede hacer hoy, tal vez pueda hacerlo cuando los negocios se recuperen. Y si puedo hacerlo, lo haré aun antes de que ustedes me lo pidan. Mientras tanto, procuremos trabajar de acuerdo.
Se cayó, pareció reflexionar; luego alzó los ojos hacía ellos.
—¿Entonces?
Marcou miraba hacia afuera. Yvars, con los dientes apretados, quería hablar, pero no podía.
—Oigan —dijo Lassalle- ustedes se han obcecado.
Ya se les pasara; pero cuando hayan vuelto a ser razonables, no olviden lo que acabo de decirles.
Se levantó, se acercó a Marcou y le tendió la mano.
—¡Chao! —dijo.
Marcou se puso repentinamente pálido. Se le endureció el rostro de cantante que, por el espacio de un segundo, adquirió una expresión de maldad. Luego se volvió bruscamente y salió. Lassalle, también pálido, miró a Yvars, sin tenderle la mano.
—¡Váyanse a tomar por saco! —gritó.
Cuando volvieron al taller, los obreros estaban almorzando. Ballester había salido. Marcou dijo tan solo:
—Palabras.
Y volvió a su lugar de trabajo. Espósito dejó de morder su pan para preguntar qué habían respondido ellos.
Yvars dijo que no habían respondido nada. Luego se fue a buscar su morral y volvió para sentarse sobre el banco en que trabajaba. Comenzaba a comer cuando, no lejos de él, advirtió la presencia de Said, tumbado boca arriba sobre un montón de virutas, con la mirada perdida en los ventanales, azulados por un cielo ahora menos luminoso. Le pregunté si había terminado. Said le dijo que ya se había comido sus higos. Yvars dejó de comer. El malestar, que no le había abandonado desde la entrevista con Lassalle, desapareció de pronto para dejar lugar a un calor bienhechor. Se levanté, partió su pan y dijo, ante la negativa de Said, que la semana siguiente todo iría mejor.
—Entonces me invitarás tu —dijo. Said sonrió. Comenzó a masticar un trozo del bocadillo de Yvars, pero lentamente, como si no tuviera hambre.
Espósito tomo una cacerola vieja y encendió un fuego de virutas y madera. En él recalenté el café, que había llevado en una botella. Dijo que era un regalo para el taller que su tendero le había hecho cuando se enteró del fracaso de la huelga. Un vaso vacio de mostaza circuló de mano en mano. Cada vez Espósito vertía el café, ya azucarado. Said se lo trago con más gusto que el que había mostrado en comer. Espósito bebía el resto del café de la misma cacerola hirviente, haciendo restallar los labios y lanzando juramentos. En ese momento entró Ballester, para anunciar el retorno al trabajo.
Mientras ellos se levantaban, recogían los papeles y metían las tarteras en sus morrales, Ballester fue a colocarse en medio de ellos y dijo de pronto que era un golpe duro para todos, y para él también, pero que esa no era una razón para conducirse como críos, y que no se ganaba nada con refunfuñar. Espósito, con la cacerola en la mano, se volvió hacía él. De pronto se le había puesto rojo el rostro espeso y largo. Yvars sabía lo que iba a decir y que en ese momento todos pensaban lo mismo: que no refunfuñaban, que se les había cerrado la boca, que era lo tomas o lo dejas, y que la rabia y la impotencia duelen a veces tanto que ni siquiera se puede gritar. Ellos eran hombres; eso era todo, y no iban ahora a ponerse a hacer sonrisas y carantoñas. Pero Espósito no dijo nada de todo eso. Por fin, se le aclaró el rostro y dio un suave golpecito a Ballester en el hombro, mientras los otros volvían al trabajo. De nuevo resonaron los martillos, la gran nave se lleno del familiar estrépito, del olor a viruta y a las viejas ropas empapadas de sudor. La enorme sierra zumbaba y mordía la madera fresca de la duela que Espósito empujaba lentamente ante sí. En el lugar de la mordedura, saltaba un serrín mojado, que cubría como con una especie de ralladura de pan, las gruesas manos velludas firmemente apretadas sobre la madera, a cada lado de la rugiente hoja. Cuando la duela quedaba cortada, solo se oía elruido del motor.
Yvars sentía ahora, inclinado sobre la garlopa, las agujetas de la espalda. De ordinario, el cansancio llegaba algo mas tarde. Había perdido el entrenamiento durante aquellas semanas de inacción; era evidente. Pero también pensaba en la edad, que hace más duro el trabajo manual cuando ese trabajo no es de simple precisión. Aquellas agujetas le anunciaban también la vejez. Cuando intervienen los músculos el trabajo termina por hacerse una maldición, precede a la muerte, y en los días de grandes esfuerzos el sueño es justamente como la muerte. El chico quería ser maestro y tenía razón. Los que pronunciaban discursos sobre el trabajo manual no sabían de qué hablaban.
Cuando Yvars se irguió para recuperar la respiración y también para ahuyentar aquellos malos pensamientos, volvió a sonar el timbre. Sonaba insistentemente, pero de manera tan curiosa, con breves intervalos para hacerse luego oír imperiosamente, que los obreros dejaron de trabajar. Ballester escuchaba sorprendido, luego se decidió y se dirigió lentamente a la puerta. Había desaparecido hacía algunos segundos, cuando el timbre dejó por fin de sonar. Todos volvieron al trabajo. De nuevo, la puerta se abrió brutalmente y Ballester corrió hacía el vestuario. En seguida salió de él calzado con alpargatas y, mientras se ponía la chaqueta, dijo a Yvars al pasar:
—La niña tuvo un ataque. Voy a buscar a Germain.
Y se precipito hacía la puerta. El doctor Germain era el que atendía al personal del taller. Vivía en el barrio. Yvars repitió la noticia sin comentarios. Se habían reunido todos alrededor de él, confusos. Solo se oía el motor de la sierra mecánica, que giraba libremente.
—Quizá no sea nada —dijo uno de ellos. Volvieron a sus puestos. El taller se lleno de nuevo con sus ruidos habituales, pero los hombres trabajaban lentamente, como si esperaran algo.
Al cabo de un cuarto de hora, Ballester entró de nuevo, se quitó la chaqueta y sin decir palabra volvió a salir por la puerta pequeña. A través de los ventanales, la luz iba debilitándose. Un poco después, en los intervalos en que la sierra no mordía la madera, se oyó la sorda sirena de un coche ambulancia, primero lejana, luego más próxima, por fin presente, y ahora silenciosa. Al cabo de un rato volvió Ballester y todos se precipitaron hacía él. Espósito había detenido el motor. Ballester dijo que al desnudarse en su habitación, la niña había caído desplomada, como si la hubieran segado.
—¡Vaya! —dijo Marcou. Ballester meneo la cabeza e hizo un ademán vago hacía el taller; pero parecía conmovido. Se oyó de nuevo la sirena de la ambulancia. Estaban todos allí, en el taller silencioso, bajo las oleadas de luz amarilla que arrojaban los ventanales, con sus toscas manos inútiles que les pendían a lo largo de los viejos pantalones cubiertos de aserrín.
El resto de la tarde fue arrastrándose. Yvars no sentía más que su cansancio y la congoja de su corazón. Habría querido hablar, pero no tenía nada que decir y los otros tampoco. En sus rostros taciturnos se leía solo la pena y una especie de obstinación. A veces, en su interior se formaba palabra <
Iba vestido como en el momento de su primera visita, pero llevaba el pelo un poco revuelto. Se detuvo en el umbral, contempló el vasto taller vacio, dio algunos pasos, se detuvo un instante y miré hacía el vestuario. Espósito, todavía cubierto por su taparrabo, se volvió hacia él. Desnudo, cohibido, se balanceaba un poco, apoyándose en un pie y luego en el otro, Yvars pensó que le tocaba a Marcou decir algo, pero Marcou se mantenía invisible detrás de la lluvia de agua que lo rodeaba.
Espósito se apoderé de una camisa y se la estaba poniendo prestamente, cuando Lassalle dijo:
—Buenas tardes —con voz un poco desentonada, y se dirigió hacía la puerta del fondo. Cuando Yvars pensó que había que llamarlo, la puerta ya se había cerrado.
Entonces Yvars volvió a vestirse, sin lavarse, y también él dijo <
Cuando llegó a casa, el chico ya había vuelto de la escuela y estaba leyendo tebeos. Fernande pregunto a Yvars si todo había ido bien. El no dijo nada, se lavó en la pila y luego se sentó en el banco, contra la pared de la terraza. Por encima de él pendía ropa blanca remendada. El cielo se hacía transparente; mas allá de la pared, podía verse el mar suave de la tarde. Fernande Ie llevó el anís, dos vasos y el botijo de agua fresca. Luego se sentó junto al marido. Él le contó todo, mientras la tenía cogida de la mano, como en los primeros tiempos de su matrimonio. Cuando terminó, Yvars se quedó inmóvil, vuelto hacía el mar, donde bajaba ya, de un extremo a otro del horizonte, el rápido crepúsculo.
—¡Ah, el tiene La culpa!—dijo. Y hubiera querido ser joven y que Fernande también lo fuera, y entonces se habrían ido, al otro lado del mar.
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