Terminamos el descenso con una sonrisa de oreja a oreja. Afortunadamente estábamos a escasos 200 metros de donde incia la Vía RecreActiva de Tlajomulco. Desafortunadamente era una subida; ni modo, a pedalear. En un momento nos encontramos a un señor que nos pedía una bomba de aire para inflar las llantas de la bici de su hija. Como siempre, Berna lo sacó del apuro.
Después de que la niña le otorgó al 'dispuesto a la ayuda' y prevenido ciclista el reconocimiento del héroe del día, continuamos el canijo ascenso cada uno a su paso. Después de 2 km de sangre, sudor y lágrimas llegó la recompensa, una bajada de 4 km. Este "descanso en movimiento" nos permitió disfrutar de la gente que pasea por este espacio recuperado para el peatón y el ciclista. Finalmente llegamos al pueblo y nos dirijimos al mercado en busca de comida y bebida.
Después de que la niña le otorgó al 'dispuesto a la ayuda' y prevenido ciclista el reconocimiento del héroe del día, continuamos el canijo ascenso cada uno a su paso. Después de 2 km de sangre, sudor y lágrimas llegó la recompensa, una bajada de 4 km. Este "descanso en movimiento" nos permitió disfrutar de la gente que pasea por este espacio recuperado para el peatón y el ciclista. Finalmente llegamos al pueblo y nos dirijimos al mercado en busca de comida y bebida.
Encontramos un puesto de quesadillas y lonches en el mercado. Las encargadas nos miraron medio raro cuando algunos pedimos nuestros lonches en una servilleta. Y es que el ciclismo, de cierta manera, está ligado a un estilo de vida saludable y ecológico, por lo que no quisimos generar basura al utilizar la clásica bolsa que les ponen a los platos (para no lavarlos) y que después de 5 minutos de uso se tiran al medio ambiente para durar más de 100 años en desintegrarse.
Después de unos minutos de ejercicio mandibular, ya con el estómago lleno, era el tiempo de un breve reposo. Pudimos observar a la gente que acudía al mercado y a los niños que paseaban por el jardín. Hasta nos tocó conocer a Don Cuco, un viejito bonachón que tenía su propio "Cucofono" con el que saludaba a las demás personas. En general pasamos un tiempo agradable que nos sirvió para recargar las pilas y agarrar valor. Estábamos listos para el canijo regreso.
Después de unos minutos de ejercicio mandibular, ya con el estómago lleno, era el tiempo de un breve reposo. Pudimos observar a la gente que acudía al mercado y a los niños que paseaban por el jardín. Hasta nos tocó conocer a Don Cuco, un viejito bonachón que tenía su propio "Cucofono" con el que saludaba a las demás personas. En general pasamos un tiempo agradable que nos sirvió para recargar las pilas y agarrar valor. Estábamos listos para el canijo regreso.
Continuará...
Juan Garcia.
Chequen la primera parte de la Crónica de una rodada de inocentes.
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