COLECTIVO

Guadalajara, Jalisco, Mexico
Somos un grupo de amigos amantes a la fotografía y a la bicicleta, de ahí el nombre de este blog. Cada domingo vamos a pedalear por diferentes rumbos de la ciudad y fuera de la misma. Hacemos tanto ciclismo de montaña, ciclismo urbano y biciturismo. Con esto queremos fomentar el uso de la bicicleta como una herramienta viable de movilidad, de salud y de diversión. ¡¡¡Animate a rodar con nosotros, saca tu bici a pasear!!! Escríbenos a camararodante@hotmail.com

lunes, 15 de julio de 2019

SIN IMPORTAR LO QUE HAGAS, SIGUE AVANZANDO HACIA ADELANTE


“Si no puedes volar, corre; si no puedes correr, camina; si no puedes caminar, gatea. Sin importar lo que hagas, sigue avanzando hacia adelante”.



Es una frase de Martin Luther King Jr. y esa frase me daba vueltas en la cabeza durante el recorrido a la Torre 2 del bosque de La Primavera. Y literal, casi llego gateando. Pero no me quiero adelantar.

Todo empezó a media semana, cuando por cuestiones laborales me encontré a mi amigo Carlos Ibarra, a quien tenía mucho tiempo de no ver. Y de una entrevista que hicimos, pasamos al tema de los ciclistas. Carlos me contó de su grupo “Cámara Rodante” y los paseos que hacen por varias rutas, por lo que le pedí que me invitara y me dijo que sí. Tenía años, muchos, de querer ir a La Primavera a andar en bicicleta, una de mis pasiones, pues en mi cumpleaños 9 mi papá me regaló una y la amé, no me quería bajar de ella a pesar de que me caí varias veces y de allí nació el gusto por rodar.

Un día antes conseguí el casco prestado y a las 9:50 de la noche, como todo buen mexicano que deja todo para el último momento, fui a comprar los guantes a una tienda departamental, pues me dijeron que era el equipo básico exigido para ir a rodar. Como a las 12 de la noche llené dos envases plásticos con agua y preparé dos naranjas y una manzana para comer al llegar a la Torre 2. ¡Yo ya estaba listo!

A la mañana siguiente, se me hizo tarde y no me pude unir al grupo sino hasta el ingreso al bosque, no sabía lo que me esperaba.



Junto a mi amigo Carlos empezamos a pedalear el primer tramo, llegamos al kilómetro 8.5. Confieso que el empedrado me costó trabajo, pero llegando a lo planito le metí duro para tratar de recuperar el tiempo perdido y alcanzar al grupo. Insisto, no sabía lo que me esperaba. Conforme nos fuimos adentrando al bosque, perdí la noción del tiempo y la distancia.



Llegaron las primeras subidas y no fue sino hasta no sé qué punto que logré apreciar los primeros paisajes, una bruma cubría las montañas en el horizonte, mis ojos se llenaron de esa belleza y pude respirar tranquilidad. El clima fue benevolente con mi novatada, pues las nubes impidieron que el sol cayera a plomo, como en otras épocas, según me dijeron, y yo no tuve más que agradecer ese gesto de la Madre Naturaleza.



Pero siguieron las pendientes, una más empinada que la anterior, y la siguiente, aún más empinada que la que acabábamos de pasar. Empapé la ropa y hasta vapor me salía del cuerpo.
Confieso que mis piernas no me dieron para más. No podía volar, así que en muchos tramos tuve que caminar con la bicicleta a cuestas, pues lo agreste del camino, las rocas y la tierra húmeda me dificultaron la pedaleada.



Y para dejar esos momentos para la posteridad, vinieron las fotos. Yo trataba de disimular mi cara de sufrimiento y sonreír, espero haberlo logrado.
A pesar de lo difícil del camino, mi ánimo no decaía, mi emoción por estar en ese hermoso lugar por primera vez me animaba a seguir. Además, Carlos también me animaba a no detenerme, a seguir adelante, pues ya casi llegábamos a la, hasta entonces para mí, mítica Torre 2.



Y no puedo dejar de mencionar mi admiración y respeto para todos aquellos hombres y mujeres que subían aparentemente sin mucho esfuerzo esas pendientes que yo no pude subir montado en mi rodado 26.



“Ya llegamos”, dijo Carlos al ver la torre de la Torre 2, cuando yo estaba a punto de empezar, no a gatear, sino a arrastrarme en mi esfuerzo por llegar. Nunca me había causado tanto gusto escuchar esas palabras. ¡No era un mito! Allí estaba la Torre 2, alzándose imponente entre los árboles y permitiendo una vista hermosa hacia los cuatro puntos cardinales.



Allí conocí a los integrantes de Cámara Rodante, todos sonrientes, emocionados igual que yo por haber llegado hasta ese punto. Entre camaradería me felicitaron por haber llegado en mi novatada hasta ese lugar.

Subimos a la torre y pude apreciar el bosque totalmente verde con la ciudad de fondo. Para ese momento, todos los problemas y preocupaciones que rondaban mi cabeza ya no estaban, era un momento de alegría, de tranquilidad y de camaradería y me dediqué a disfrutarlo.



Estuvimos allí como 15 minutos, hasta que finalmente llegó el momento de regresar.
Cabe mencionar que mis “rutas” al Parque Metropolitano y al Cerro del Tesoro son juegos de niños ante esta rodada por el bosque.

EL DESCENSO
Por mi cabeza pasaba una preocupación, cómo iba a regresar, cómo iba a sortear aquellas grietas en los caminos y el montón de rocas sueltas y salir vivo, sin un rasguño.
Dicen que conforme uno va creciendo, en el cerebro se desarrolla esa parte que te advierte de los riesgos y te hace detenerte (según Wikipedia, es el hipotálamo). Así que mi hipotálamo me decía: “no seas wey, no te arriesgues”.

Empezamos a bajar, las rocas y las grietas estaban por todos lados; los frenos de mi bici hacían un ruido como el de una bicicleta de panadero (una disculpa a los panaderos). Tenía temor de terminar con una fractura expuesta, tal cual como terminó un amigo que durante un paseo por el bosque se cayó sobre una roca y se partió los huesos de la espinilla.

Me advirtieron: usa el freno trasero, el delantero no tanto porque puedes salir volando.
Yo me aferraba a la bici y sentía la tensión total en mis piernas, pero finalmente decidí quitarme el temor y fluir como “gordita en tobogán”, así como cuando de  niños, mis amigos y yo, a falta de una Avalancha, tomábamos una tabla, le poníamos cebo y nos aventábamos desde la parte superior de la calle en la que vivíamos, que era una pendiente. No nos importaba cómo nos detendríamos o si terminaríamos raspados por voltearnos con la tabla, o chocando contra un auto o la pared.

Poco a poco fuimos bajando y las que antes eran bajadas, se convirtieron en subidas. Lo único que odié en esos momentos fueron los montículos de tierra, colocados a manera de topes, que según me explicaron, ponen para que los ciclistas y quienes van en auto no circulen “a madres”. Me hicieron sufrir.



Pero recibí la amable ayuda de Paulo César, quien me impulsó para que pudiera subir las pendientes con mayor facilidad y velocidad. Mi admiración, porque además de ir pedaleando su bicicleta, empujar a otra persona no creo que será tarea fácil.

Y volvimos al kilómetro 8.5, me alegré porque me dijeron que de allí en adelante sólo habría bajadas y así fue.



Finalmente llegamos a la tiendita, yo tenía tanta hambre que me hubiera comido lo primero que me hubiera encontrado. Si hubiera sido una chava de 20 a 25 años, hubiera sido la misma que me hubiera comido completita, pero me conformé con unas papas y una chela “pa’hidratar”.



Luego de un breve convivio, llegó el momento de regresar a casa.
Fue una experiencia increíble que con gusto volveré a repetir. Gracias por aceptarme en Cámara Rodante y volveré a salir a rodar con ustedes todas las veces que se pueda.
Quiero agradecer especialmente a Carlos Ibarra y su esposa Araceli, pues me acompañaron durante todo el trayecto y me aconsejaron pacientemente. También agradezco a Héctor Esquivel y en especial a Paulo César, porque gracias a su impulso en las últimas subidas pude llegar a buen puerto. Sin su ayuda, compañía y consejos no lo hubiera logrado.

Conclusiones:
1.- La Torre 2 sí existe, no es una leyenda urbana
2.- Tomaré paracetamol el resto de la semana
3.- Si sobreviví en esta ocasión, puedo sobrevivir en ocasiones futuras
4.- ¡Cámara Rodante es la onda!
5.- Necesito una mejor bicicleta
6.- Necesito comprar un casco

P.D. Rodar es como la vida, enfrentarás muchas subidas, rocas y grietas en el camino. Te cansarás, pero no dejes de pedalear, porque también habrá bajadas en las que podrás disfrutar el viaje y cuando menos te lo esperes, habrás conquistado la montaña.

Crónica por: Antonio Navarrete















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