Torre 2 no necesita presentación, por lo menos, alguna vez el ciclista de montaña ha experimentado esa dicha de subir a los confines de una de las rutas sagradas de La Primavera.
Pero para los que no conocen Torre 2, es una torre de vigilancia, que para llegar a ella hay que subir a uno de los puntos más alto del bosque, entre subidas y bajadas empinadas, caminos con rocas y arena suelta, justo en esos tramos es donde más empinado se pone la subida, hasta cierto punto peligroso, porque a pesar de ser camino ancho, corres con el riesgo de tomar mal una pendiente y derrapar cayendo al barranco.
Subir a alguna de estas tres torres, es como dirigirse a Mordor, con muchos obstáculos, peligros y bastante agotador, pero vale la pena tomar el riesgo y aventar el miedo en la punta de la torre del vigía, ya que la vista que ofrece el lugar es increíble, y con la bendición de respirar el aire más puro que se encontrará en la ciudad.
Alrededor de 20 ciclistas partieron muy temprano desde el Refugio para dirigirse a La Primavera, algunos apoyando a su equipo de fútbol, que como saben, se jugó el clásico, pero para no herir susceptibilidades, no indagaré en resultados.
Comenzó la rodada con un buen clima, nublado, buen clima, porque no te truena tanto como con sol, pero justo comenzando las empinadas subidas salió el sol para saludarnos y sacarnos más la gota de sudor.
A pesar de todos los retos que la ruta ofrece, es un camino increíble, ya que en unos minutos de intensa rodada desaparece la mancha urbana, tornándose de colores vivos de la naturaleza, paisajes que no cualquier ruta de La Primavera ofrece; y que además, de inmediato te encuentras en lo más profundo de este, sin creer cuanto has recorrido y sin sentir el cansancio.
En el camino te vas topando con los ciclistas que vienen de regreso que te dan los ánimos para continuar, o rebasando a los mismo que suben y dando esos ánimos que tanta falta hacen para subir hasta ese extremo del bosque, ya que son alrededor de 14 kilómetros tan solo de subida, los cuales los recorrimos en casi tres horas.
Entre las subidas técnicas, pavimento, camino polvoso, bajadas sinuosas y caminos arbolados, por fin pude ver la torre, que a simple vista no luce tan alta, pero al subir la torre del vigía, me dio algo de pánico, ver la altura en la que estaba, y no la altura de la torre misma, sino de ver la ciudad tan lejos y darte cuenta de cuanto rodaste para llegar ahí.
Me costó más trabajo la bajada de la torre en si, que las bajadas en picada del regreso hacia la selva asfáltica, pero mi pareja ciclista y amorosa, estuvo ahí cuidándome todo el tiempo.
En el regreso, nos topamos con James, ya que no pudo subir a Torre 2, pues en el camino se detuvo a auxiliar a unos ciclistas que no rodaban con el convoy de Cámara Rodante. Una acción que hay que admirar, ceder su lugar (por segunda vez consecutiva) para que alguien más disfrute de una rodada.
Para mi, que fue mi primer visita a Torre 2 fue una experiencia única, sentir que pude concretar un reto, reto que desde hace meses me había puesto, incluso entrenado para subir a alguna de las 3 Torres.
Pero todo esto no lo hubiera podido tener sin el apoyo de mi compañero ciclista, mi mejor amigo, mi amado Carlos, que sin su apoyo, nada de esto hubiera sido posible y que con el subiré las otras dos que me faltan.
Por Araceli Robles
Cámara Rodante
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