Todo inicia con una invitación, -“vamos es una rodada tranquila incluso puedes llevar a José Miguel (mi hijo)”. Ya que sería mi primer rodada “oficial” con el grupo de Cámara Rodante, lo pienso un poco, pregunto si en verdad yo la aguantaría y con la confirmación de que si y que hasta JM podría, pues dije, -¡sí!
Un día antes preparamos todo: bicis, cascos, guantes, mochilas, agua, barras energéticas, etcétera. A descansar porque la emoción era bastante y deberíamos estar listos para el domingo. Suena la alarma (casi de madrugada, para ser domingo), un baño rápido para terminar de despertar, ultimar detalles mínimos. Mi hijo, sin resistencia alguna se levanta con la emoción de que va a rodar con Cámara Rodante.
Subimos bicis, eso sí, buscar la mejor forma de acomodo ya que la bici de JM, no se “desmonta” fácilmente. Pasamos a casa de Carlos Ibarra, Ara (novia de Carlos), Julieta (hija de Ara) y James.
Ahora sí, a ver el verdadero acomodo de las bicicletas, ya que eran bastantes como para ir todas en la pobrecita camioneta de Juan de Dios, que casi casi parecía grúa. Al poco tiempo llegaron Javier y Sara quienes se llevarían a James y apoyaron al traslado de más bicis (ya eran muchas), de ahí, fuimos por Omar (sobrino de Carlos), quien también se iría en la camioneta de Javier. Ahora sí, bicis y ciclistas distribuidos en ambas camionetas, por lo tanto, a tomar camino hacia el comienzo de la aventura.
Tomamos rumbo a los Tres Potrillos, lugar donde nos veríamos con otros ciclistas para irnos en caravana, pero ya no había nadie ya era un poco tarde, seguimos hasta la Capilla del Refugio donde ya encontramos a los otros rodantes, quienes ya estaban muchos de ellos preparados con sus instrumentos de seguridad.
Después de bajar bicis de ambas camionetas (Juan de Dios y Javier), pues a armarlas y tenerlas listas, al tiempo que nosotros nos poníamos nuestros guantes, cascos, protector solar, lentes, etc. Julieta y José Miguel, encantados y felices de la vida, para ellos fue algo increíble, sentir que eran partícipes de las rodadas, cuando durante muchas ocasiones nos tocó ser parte del equipo de la “Barredora”, ahora los tres incluyéndome, ya éramos protagónicos de las mismas.
Al concluir de la preparación, cerrar vehículos y tener todo listo, nos presentan a Roberto quien sería el guía en esta rodada, nos da las indicaciones, ponemos atención, se toman algunas fotografías y ahora sí… ¡a rodar!… José Miguel mi hijo, se adelanta y encabeza en el grupo con otros ciclistas, cosa que nunca imaginé y que a la vez, me llenaba de emoción.
Pasamos por el poblado unos pocos kilómetros y posteriormente entramos la terracería. Realmente todo iba muy bien, sin contratiempos ni ninguna cuestión extraordinaria, excepto algunos pequeños tropiezos de Julieta, lo cual gracias a Dios, no pasó a mayores, y ella se acomodaba nuevamente a la bicicleta y como toda una guerrera, seguía pedaleando.
Durante el traslado, no podía dejar de ver y percibir los paisajes hermosos, el aire fresco, el olor a naturaleza, pero sin lugar a dudas esa extraordinaria sensación a libertad.
Mientras admirábamos el paisaje, platicábamos algunos ciclistas sobre desayunar que un menudo, unos taquitos de barbacoa, unas tortas, lo que fuera, pero a llenar la barriga, al entrar a una calle muy transitada en un poblado, olía a comida y a chicharrón… no bueno, el hambre fue arreciando.
Hicimos una parada en un teatro muy hermoso ya en Atequiza, en el cual nos tomamos algunas fotos, quienes necesitaban, iban al baño y a seguir.
Llegamos a unas vías del tren, en la antigua estación de este poblado; en el cuál algunos compañeros pusieron monedas y al paso del tren, quedaron planas, ¡fue impresionante!
Para este entonces, Ara, se regresó de inmediato, porque se percató que no tenía su celular, que posiblemente lo había dejado en el baño del teatro… después de unos minutos, regresó feliz, afortunadamente ya lo había recuperado, ¡vaya susto!
La ansiedad por desayunar, me daba más ánimos de seguir y llegar a comer lo que fuera, pero desayunar. Recorríamos kilómetros y no veía el punto “de llegada”… pasamos por una tienda en la que vi fuera a Edgar con una cerveza y dije, quiero una “Coca”, y pensé, compro algo más para “guzguear”, pero nadie me escuchó y seguimos al grupo que se adelantaban.
Llegamos a unas ruinas de lo que parecía ser una iglesia muy antigua en la población de Atotonilquillo, y nos tomamos más y más fotos, subimos a la torre y fue espectacular la vista desde lo más alto. Al bajarnos, yo decía, ya… de aquí a desayunar… y comenté que ya era hora y varios ciclistas me siguieron con la plática de que sí, que si unas gorditas, unos tacos y más comidas. Otra foto grupal y a seguirle.
De regreso, todo iba igual y yo no veía la hora de por fin, detenernos aunque sea a un puesto de churritos a comer lo que fuera… pero seguíamos y seguíamos… Para esto, traía activada una aplicación en la cual cada kilómetro, me iba informando los que ya llevábamos transcurridos, y se me hacía ya eterno el que no encontráramos o no llegáramos al lugar para comer.
Los kilómetros pasaban y me los mencionaba mi aplicación y más y más larrrrrrrrrgo, se me hacía el momento de llegar a comer un muy buen y fuerte desayuno. Para esto, JM se adelantaba muchísimo y lo alcancé para irnos cerca de él, ya que ya íbamos nuevamente por la calle muy transitada y pasaban los carros cerca de nosotros. Y al mismo tiempo, se iban a la par él y Julieta, para que se acompañaran.
Los kilómetros seguían contando, pasamos recorrimos un espacio de carretera para ya comenzar la terracería y ¡oh sorpresa!, escucho que ya íbamos de regreso… y yo ¡WHATTTTTTTTTTTTTT! ¿y el desayuno?.
Edgar, se encontraba esperándonos a los que íbamos más atrás porque ya comenzaríamos la terracería, le pregunté y efectivamente, íbamos de regreso… y yo, ¡no puede ser cierto!, ¡muero de hambre!
Para esto, a Juan de Dios, le venía comentando que traía hambre, y que no podía ser cierto que ya fuéramos de regreso… y yo muriendo de hambre, para esto, ya no traía mi barra energética, mis cacahuates y hasta el agua estaba ya a punto de terminar, y apenas íbamos a entrar a la terracería, yo seguía sin poder creerlo.
Juan de Dios, ya notándome “seria”, se acercaba todo ingenuo y me preguntaba, ¿estás enojada?, y yo, ¡no!, no estoy enojada, estoy hambrienta, y sí le reclamé que nadie avisó tal cuál que ya íbamos de regreso y menos, que si pasamos por algunas tiendas, no nos dijeran que si necesitábamos algo, mínimo agua. Pobre, creo que hasta responsable se sintió, pero fueron muchas cosas las que pasaron y tan rápido… pero aclaro, ¡no estaba molesta, estaba hambrienta!
Al darse cuenta James, Carlos, Edgar y Ara, se preocuparon y me ofrecieron una barra más y hasta chocolate, para lo cual, traía ya poquita agua y debía racionarla.
No bueno, más eterno se me hacía el regreso, el hambre, era tan impresionante, que sentía casi casi, como se dice, que una tripa se comía a otra. Pasaban y pasaban los kilómetros y yo ya no soportaba más, pero si lo decía, más iba a preocupar a Juan de Dios, y hasta preocuparía a José Miguel, mi hijo, que aunque él también venía muy cansado y también con poca agua, venía muy emocionado al lado de Julieta.
Tiempo después, Julieta se subió a la bicicleta de Edgar, quien la trasladó y James cargó su bici en la suya, wow, impresionante como James podía pedalear con la bici de Julieta en el manubrio de su propia bici.
Llegamos a un lugar y vi que estaban algunos ciclistas, entre ellos Javier y Sara… y pensé ¿ya llegamos?, y no, era una tienda y habían comprado unas cervezas, “botana”, no bueno, es raro que tome cerveza, pues hasta una cerveza que me dio James me la tomé como si fuera agua, ni amarga me supo, que es por lo cual no es mucho de mi agrado la cerveza, también comí donitas que me dieron Javier y Sara y hasta papas que me dio Carlos, Juan de Dios le compró a JM una coquita que también el pobre ya estaba muy cansado y nos sirvió mucho para un breve descanso. ¡Gracias chicos!
Retomamos camino y ya a muy poco tiempo de llegar, James me dio un gran impulso, me dice: en la esquina das vuelta, es pura bajada y a la izquierda ya llegaste. Y……….. por finnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn! Llegamos… era eterrrrrrrrrrn.
Otra sorpresa, dice mi aplicación ¡treinta kilómetros!, y yo ¡What!, ¡TREINTA!, pero me habían dicho que serían veinte. Me sentí como la frase que dice: “Serán 20 kilómetros, si puedes, dicen…” y tómala ¡fui engañada vilmente, fueron 30! Y todo esto me pasa por no leer la convocatoria, efectivamente decía , no 20, no 30, si no ¡¡¡35 KILOMETROS!!!, así que a leer antes para rodar después sin hambre :)
Durante el traslado hablábamos del desayuno, hubo quien habló de gorditas y ya hasta sentía el sabor de las gorditas en mi boca… y tómala ¡fui engañada!, ya me había terminado mi barra energética, mis cacahuates y hasta otra barra que me habían regalado y yo, moría de hambre.
Bueno, después de intentar redactar esto, que me terminó por dar harta más hambre, quiero agradecer por esta extraordinaria experiencia, llena de espectaculares paisajes, lugares hermosos, compañeros impresionantemente maravillosos que concluyen en una compañía irrepetible.
¡Nos vemos en la próxima! Y espero no pasar por tantísima hambre nuevamente.
Crónica de Laura Valladolid
Cámara Rodante
Muy bien tocayita!!! Felicidades!!!! =)
ResponderEliminarMuy bien tocayita!!! Felicidades!!!! =)
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