Más de 10 años habían pasado ya de cuándo conocí el grupo de por allá cuando los amaneceres eran en el Parque del Refugio, ahora pues, después de muchas vivencias y recuerdos del pasado, decido volver a reunirme con el equipo de amigos de Cámara Rodante.
Todo comienza en la semana dónde, con ansias, consulto la página de Cámara, esperando saber hacia dónde será la última rodada del 2019, entonces después de unos segundos la pestaña de la intriga se abre y muestra COPALA vía corta principiantes (aunque terminamos haciendo Patios, que es más larga y divertida), bien, pensé… será turno de conocer ese nuevo paisaje que no tengo anotado en las páginas de mi memoria…
Pasaron los días hasta que de pronto llegó el sábado 7 de diciembre y woow, comienzan las emociones de preparar el equipo, revisar mi bicicleta, hidratación, radio gps, ropa, etc… sólo nosotros los locos que pedaleamos, sabemos de esta peculiar emoción que alegra el corazón sabiendo que faltan unas horas para el gran día, así pues me fui a dormir sin poder conciliar el sueño, fantaseando con lo que pasaría a la mañana siguiente, hasta que de pronto se nubla la conciencia y llega el sueño. Después de un instante a lo lejos, escucho un cucú que entre sueño y emoción me hace abrir los ojos, eran ya las 5:00 am, había llegado la hora… era hora de prepararse, rápidamente bajo a la cocina, lleno mis ánforas de bebida, mis bolsillos de barras energéticas y reviso por última vez mi bicicleta, herramienta, cámara, parches, casco… ya sabemos las penas que trae un error en la ruta y no tener cómo defendernos, llegada la hora comienzo la marcha rumbo al parque Rehilete, dónde llego puntual a las 7:00 am, había ya un camarada esperando, minutos después llega el resto del equipo y emprendemos marcha a plaza San Isidro, dentro de mi dije “mmm... aire frío, se pronostica prometedor”.
Llegada a la plaza, para mi sorpresa, nos esperaba un contingente de ciclistas muy amables y con una actitud que invita a pedalear. Comenzamos, emprendemos el viaje, de pronto llegando al inicio de la ruta se asoman unas colinas que de primera me impresionan y me invitan a visitar, descender y pedalear, sólo el ciclista sabe la gloria del descenso y el desafío del ascenso.
Durante este pasaje, pasó de todo, una parada, una pequeña avería y mientras se arreglaba, pues contento platicando con los ciclistas; de pronto uno va conociendo un poco más de las vidas y pasiones de los compañeros de pedaleo, inclusive me impresiona que punteando siempre iban tres mujeres (las únicas) en el grupo; llega bien el punto álgido dónde varias trepadas se avecinan y pongo a prueba lo aprendido, cadencia, ppm, se vuelven mis guías y para mi buena fortuna logré sortear casi sin problemas lo técnico de la ruta, entonces bien llegamos al punto dónde nos comentan, se acaba el ascenso comienza el descenso, ¡ohhh yeah! es hora de lo bueno pensé, y vaya que disfrute ese tramo de bajada a la “tiendita”, la cual me supo a gloria, ahí por fin nos reunimos todo el grupo, charlando intercambiando experiencias, consejos, ya saben, charlas de las buenas, pasamos un buen rato en equipo, y emprendimos el regreso, el último esfuerzo…
Que bien se disfrutó ese tramo, ya cansado pero contento, tomamos la vía de regreso sorteando ciclovías de la ciudad con miradas de los transeúntes y automovilistas observando una bicicleta enlodada, un ciclista empolvado, pero un alma feliz, entonces bien llegó la hora del descanso, una ducha, una merienda y una crónica más a contar, una página más para el libro de Cámara Rodante.
Saludos.
Crónica por: Luis Gerardo Camarena
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