Ha sido nuestro segundo paseo con Cámara Rodante, pero tenemos años siguiendo sus convocatorias y reseñas para vivirlas como nuestras, así como invitando a amigos a rodar con el colectivo, que por cuestiones de calendario y programación, a nosotros se nos complica mucho acompañarlos. Pero esta vez, Tequila, un lugar de encanto, era la ocasión perfecta para reencontrarnos.
Y así ocurrió, llegando en punto de las 8:30 al lugar convocado, una Fábrica de Tequila, para muchos desconocida hasta ese momento. Pequeña, pero que desde los primeros instantes sentimos la armonía de un lugar que nos recibía con gusto y alegría. Carrizal 14, fue nuestro gran anfitrión.
En pocos minutos ya estábamos todos listos para la foto de partida a la rodada, con aproximadamente 60 ciclistas, que fue denotada como para principiantes, por su corta ruta y altimetría relajada.
Que aunque en su primer tramo tuvimos una despistada que nos hizo tomar una pausa de unos 40 minutos para continuarla, ya apreciábamos los pintorescos paisajes en los que nos adentrábamos, esos que de seguro casi todo Jalisciense ha visto desde alguna carretera, de plantas peculiares, verde seco y espigas puntiagudas, pero esta vez desde el lugar donde las cosas suceden, filas de magueyes de lado a lado y por todos los horizontes.
Por fin llegó el guía local, que con toda razón necesitábamos, pues los caminos tenían derivaciones, que por ser la primera vez que se recorría por un grupo tan grande de ciclistas, carecíamos de otra manera de orientarnos.
Ya dados a la marcha, pasamos por un par de arroyos, y cada reagrupada era una oportunidad para las sesiones fotográficas, que algunos dirían, de telenovela, recordando de alguna manera, algo bizarras a una tal gaviota que posó sus alas por esos territorios.
Cuando de pronto vislumbramos una pequeña presa, que al rodearla, llegamos a nuestro punto medio, San Martín de las Cañas, que pequeño, pero con un lienzo que se ve que disfrutan mucho de sus tradiciones y cultura, que trabajan en sus campos por denominación, y que en su misma plaza central, tomamos un descanso para llenarla de colores ciclistas, donde sus niños y gente presente nos recibió gustosos.
Para el regreso tomamos otro camino, donde paramos en un risco con una cueva, hecho por la mano del hombre, continuamos por senderos más llenos de vegetación, para al final, cerrar el circuito, dando un último suspiro a esos magueyes, motivo de esa rodada.
Al llegar a la Tequilera, ya nos tenían preparado un brindis con jarritos y micheladas, y hasta la rifa de tres botellas de tequila, que ahí ya supimos el tan perspicaz nombre, Tequila Pispireto, de la Tequilera Santa Teresa, del que los adultos no pudimos resistir a sus encantos. Y para cerrar esta gran rodada, no pudo faltar un tour, dentro de la misma, con una guía muy amable y sabiendas de cada proceso del desarrollo de sus productos. Con pruebas de mezcal cocido, y puntos intermedios de las bebidas. Pero al final el esperado caballito del producto terminado.
Un broche de oro para nosotros fue que salimos sorteados con una botella, Gran Carrizal 14, edición especial, Tequila Plata y foliada a mano con el número 809. Aquí entra un emoji, con ojos abiertos y gran sonrisa.
Deseo agregar que nosotros somos una familia de 6 integrantes, yo, papá de 40, mi esposa 36 y nuestros hijos, todos varones de 11, 10, 7 y 4 años. Y compartirles un poco de nuestra experiencia en el mundo del ciclismo. Donde yo, más activamente la comencé al casarnos hace 12 años. Y con nuestro primogénito, ya a la edad de 2 años lo adentramos en el ciclismo de competición. Consecutivamente con sus otros 3 hermanos, y que por razones naturales del crecimiento y desarrollo, los dos más grandes, ya en los circuitos de más alto rendimiento de competición tanto en estilo de ruta y montaña.
Esta rodada podría haber sido consideraba aburrida para ellos, pero para los más pequeños, en cambio, exigía de sus más altas capacidades para solventar esas pequeñas bajadas y subidas, que a la bien denominada, ruta para principiantes, le daban sabor a los senderos. Pero no fue así, al contrario, para ellos también son momentos de relajación, de disfrutar del ciclismo turístico, con personas que por cierto, dan un cálido cobijo para todos los paseantes. No dejan atrás a nadie, y a nosotros nos apoyaron en el último trayecto, para empujar al de 7 años, que ya denotaba los estragos del sol de mediodía. Y al jefe técnico que nos acompañaba, Jonathan, siempre atento a que el grupo continuará a pesar de los pequeños incidentes mecánicos suscitados a otros paseantes.
Por último, gracias a Paulo Serrano que con entusiasmo nos recibió y guió en este gran trayecto de Cámara Rodante.
Por Pablo Preciado Pinedo
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