El domingo viví mi primera gran aventura en MTB con Cámara Rodante, y la experiencia fue simplemente increíble. No sé si estoy más emocionado o molido, pero hay algo claro: quiero repetirlo.
Cuando me inscribí, según yo, mi nivel era intermedio, así que elegí una ruta que se anunciaba como “tranqui” para principiantes… ¡Vaya sorpresa la que me llevé! 😂 Desde los primeros kilómetros, el camino dejó claro que no sería un paseo relajado. Fui acompañado de mi hermano Ernesto y un grupo de ciclistas extraordinarios, todos con la filosofía de “Vamos todos, regresamos todos y no vamos midiendo tiempo”. Ese ambiente de apoyo me dio la seguridad de que, sin importar el reto, lo íbamos a superar juntos.
Las subidas fueron el verdadero campo de batalla. Cada pedalazo se sentía como si me estuviera enfrentando a una pared interminable. Hubo momentos en los que mis piernas ardían y sentí que simplemente no podía seguir, pero ahí estuvo Chava, quien nunca me dejó atrás.
Con paciencia y motivación, me fue dando consejos clave sobre postura, cadencia y técnica para dosificar mejor el esfuerzo. Gracias a él, aprendí a manejar mejor los cambios y a encontrar un ritmo más eficiente, lo que me permitió superar las subidas sin reventarme por completo.
Cuando por fin llegamos a los descensos, la adrenalina tomó el control. Fue un contraste total con la agonía de las subidas: ahora el reto era mantener el equilibrio, leer el terreno y soltar los frenos en el momento justo. Sentir la velocidad y la vibración del camino bajo las ruedas fue emocionante y aterrador al mismo tiempo, pero poco a poco fui agarrando confianza. Entre piedras, curvas cerradas y pequeños saltos, descubrí lo adictivo que puede ser el MTB.
Después de varias horas de esfuerzo, risas y aprendizajes, logramos completar la ruta al cien. La sensación de logro al llegar al final fue indescriptible, y todo el cansancio se vio recompensado con la satisfacción de haber superado el desafío. Y como si fuera poco, los lonches con Doña Bety fueron la cereza del pastel: un respiro bien merecido y el mejor combustible para el regreso.
Hoy, mientras siento cada músculo recordándome la aventura y mi bicicleta pide a gritos un buen lavado, solo pienso en una cosa: quiero regresar, mejorar mi resistencia y seguir aprendiendo.
Por Santiago Cisneros
No hay comentarios:
Publicar un comentario