COLECTIVO

Guadalajara, Jalisco, Mexico
Somos un grupo de amigos amantes a la fotografía y a la bicicleta, de ahí el nombre de este blog. Cada domingo vamos a pedalear por diferentes rumbos de la ciudad y fuera de la misma. Hacemos tanto ciclismo de montaña, ciclismo urbano y biciturismo. Con esto queremos fomentar el uso de la bicicleta como una herramienta viable de movilidad, de salud y de diversión. ¡¡¡Animate a rodar con nosotros, saca tu bici a pasear!!! Escríbenos a camararodante@hotmail.com

lunes, 14 de octubre de 2019

UNA INTENSA RODADA CON UNA MARAVILLOSA RECOMPENSA




La verdad no iba a ir a la rodada de Cámara Rodante con destino al mirador de Los Guachimontones, saliendo desde el poblado de Santiaguito. Sí, en efecto me llamó la atención cuando salió la convocatoria, y en el transcurso de la semana me la pensé y para el sábado ya la hueva me había pegado y había decidido no asistir, y no fue hasta las 10:00 pm en que me convenció Carlos a ir y salí a comprar los suministros necesarios.

Al día siguiente, llegué al punto de reunión y ya estábamos casi completos y listos para partir al poblado antes mencionado. Comenzamos un numeroso (para el tipo de rodada de nivel avanzado) grupo de 17 ciclistas una demandante pendiente de 45° de inclinación, que casi hizo que declinara de seguir rodando, cuando escuché por radio que un chico ya venía tronado, no lo niego, lo intenté poner de pretexto y dije, “pues me voy con él para que no se quede solo”, ¡Ey, ajá!.

(Una de las ventajas de ser rodadas con pocos ciclistas, es que tienes la oportunidad de convivir con cada uno de ellos, y eso hace que sea un ambiente con más camaradería y de unión).



Continué rodando el empinado camino y escuché que ya había desistido el
decimoséptimo ciclista, cuando de repente comenzó a ceder el camino y, aunque aún era de subida, ya no reclamaba tanto esfuerzo físico, por lo que decidí darle una segunda oportunidad.

Así continuó el camino, kilómetros y kilómetros de subidas con terracería, piedra suelta, zanjas... total, un camino bastante accidentado que reclamaba pericia y técnica. En más de una ocasión tuve que bajarme y empujar la bicicleta, que por lo empinado y el empedrado, me fue difícil poder agarrar el impulso.



Lo cansado y difícil que me estaba resultando la rodada, evitó que notara que la travesía nos llevó por paisajes increíbles, de prados y agaves, acompañados de verdes valles que lo decoraban flores y uno que otro grupo de vacas. Fue ahí donde comenzaron las refrescantes bajadas, que gracias a eso pude apreciar el panorama.



De ahí continuamos con el otro lado de la refrescada, los charcos. Al principio evitábamos cruzarlos, pasábamos de ladito, cuando Paulo, nuestro guía, nos regañó y nos dijo que los pasaramos, ya que tarde o temprano no podríamos evitarlos y así fue, más de uno no logró evitar una caída.

Conforme avanzaba la travesía, no podía dejar de pensar en que, todo lo que íbamos recorriendo, lo haríamos de regreso, por lo que ya me estaba anticipando y pensaba: “llegando a Teuchitlán, me regreso por carretera”.



Pero al llegar al mirador de los Guachimontones, dejé de pensar en eso y me maravillé del majestuoso paisaje que nos ofreció la rodada. Valió la pena el sufrimiento.

Bajamos con rumbo a Teuchitlán a gran velocidad por un camino de piedra ahogada que cruzaba las ruinas; aprovechando el descenso que tanta falta nos hacía para descansar un poco. Aunque cabe mencionar, que a pesar que ayudan las bajadas, también resultan bastante pesadas, ya que requiere de técnica y dominio de la bicicleta, que hace que termines entumido de los antebrazos.

Llegando a la plaza principal, desayunamos y nos rehidratamos y algunos rellenamos nuestras botellas de agua. Ahí, en el corazón del poblado, llamé a Carlos y le comenté que pensaba regresarme por carretera, junto con otro grupo al que intenté convencer, que de hecho, estaban de acuerdo, y Carlos, vía telefónica, me insistió y me animó a no bajar la guardia y que siguiera pedaleando. Partimos de nuevo nuestro trayecto y Héctor, con quien intenté confabular para irnos por la carretera, también me convenció de continuar y tomé el camino de regreso con el grupo, que es una de las ideologías de Cámara Rodante, “A nadie se deja atrás y salimos juntos y nos regresamos juntos”.



En efecto fue pesado, pues tomamos camino de regreso a eso de la 1:00 pm. la mera hora del sol. De condición me sentía bien, pero el sol fue el factor que terminó disminuyéndonos a todos. Todo ese camino que bajamos lo subimos de nuevo, pero por terracería.

En el trayecto no pude evitar esquivar una rama de espinas a lo que pensé que firmé mi sentencia, dicho y hecho. Me ponché de las dos ruedas, pero solo arreglamos la delantera, que fue la que estaba ya baja al 100, la otra aguantaba unos kms más.

El agua comenzaba a escasear, y en mi mente le pedí a Dios e imaginaba que un buen samaritano nos ofrecía del vital líquido, y así fue. Una pareja de campesinos que descansaba bajo la sombra de un árbol frondoso nos ofreció toda su agua.

La llanta trasera cedió y cada vez me iba rezagando más y más del grupo, en lo que intentábamos llenarla de aire, pues no contábamos con bomba americana. Hasta que ya no se pudo hacer nada. Justo hasta donde llegó mi bici, estaba Brian, otro ciclista que padecía del mismo mal en ese momento.

Ya me había hecho la idea de irme caminando hasta encontrar otro compañero con bomba americana o así terminar la travesía. Y en eso, escucho a lo lejos un motor de una camioneta, y así fue, pasó la troca y Brian y yo nos subimos.

Debo admitir que me asusté un poco, pues la camioneta se salió del camino y tomó brecha sobre un camino de agaves, bajándose uno de los tripulantes a cortar la cerca y cruzarla y seguir abriendo camino. Y el no ver a ninguno de los compañeros en el camino, hizo que entrara más en pánico, y solo quedó en eso, ya que esa brecha fue para acortar camino o jugarnos una mala broma, pero al ver a uno de los ciclistas en el camino, mi cuerpo descansó.

Llegamos a Santiaguito, por fin, a las 6:00 pm. a comer unos tacos y a tomar una chela, ¡pal´susto!. Y ya para terminar, me faltaron alrededor de 10 km de 55 que registró el Strava.

Moraleja: Nunca, nunca salgan a rodar sin llevar a mantenimiento previa a la rodada su bici y siempre carguen con sus herramientas básicas; cámara, desmontadores, llaves allen, parches, bomba y muchos líquidos. Y sobretodo, avisen en sus casas que van a regresar muuuuy tarde.

Agradezco a cada uno de mis compañeros de rodada que estuvieron ahí para apoyarme y que me estuvieron acompañando en el camino y que me brindaron una buena plática; a Edgar y Humberto que estuvieron al pendiente en todo momento; a Paulo, que me regaño por intentar separar el grupo al querernos ir por carretera y me disuadió para no hacerlo; a Carlos, por alentarme y creer en mí para continuar la ruta, y sobre todo a Héctor, gran amigo que no me dejó en ningún momento. ¡Gracias Cámara Rodante por la aventura!

Crónica por: Ara Robles



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