En agosto de 1988, hace prácticamente ya 35 años, llegué desde puebla a Guadalajara para estudiar en la universidad, todos mis sueños y pertenencias dentro de mi “vochito”, y por inconcebible que parezca, en ese pequeño espacio me acompañó mi fiel Bici Benotto de “Carreras” importada de Italia.
La experiencia fue extraordinaria; las guías (Susana Chávez, Alba Gómez y Susana Larios), muy organizadas, en todo momento mantuvieron al grupo bajo su atenta mirada, dando instrucciones claras sobre las condiciones que encontraríamos en el segmento teníamos por delante y cuidando que nadie se quedara rezagado.
Arrancamos a las 7:15 am de los Postes rumbo al mirador de obsidianas a donde llegamos dos horas después y para las 11:20am estábamos de regreso en el punto de partida.
Cuatro horas en total, de las cuales 2 horas y cuarto fueron en movimiento, pedaleando, gozando… y por qué no decirlo, sufriendo un poco en algunas subidas.
Más que hacer un relato detallado, una bitácora, de mi primera experiencia con Cámara Rodante, quiero contar lo que me llevé de ella:
Por primera vez en estos 35 años en Guadalajara, me sentí entre un grupo de personas que comprenden, que viven la misma pasión que he tenido toda mi vida: pedalear. Me regalaron un día donde sudar, caer, ensuciarse, reparar averías, remontar subidas y arriesgarse en bajadas era disfrutado por igual por todos y donde, aún sin conocernos, estábamos todos dispuestos a echarle la mano a los demás en caso de necesidad. De compartir el refrigerio, las anécdotas, la cámara para el que ponchó su llanta.
Las bromas y risas no faltaron, y lo que no se hizo presente fue el juicio, la crítica, menospreciar a otros por su equipo o condición física. Todo fue respeto, alegría y ciclismo ante todo.
Por años he pedaleado en La Primavera, sin encontrar quién me dijera el nombre de las rutas o los mejores descensos, simplemente pedaleaba. En esta rodada DESCUBRÍ el Bosque de la Primavera, algunos senderos secretos, me divertí como cuando niño descendiendo en la Vaca y librando la arena suelta a punto de caer cuando me sorprendió y se hundieron las llantas.
Por Álvaro Fernández
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