El pasado domingo viví una experiencia inolvidable en la rodada organizada hacia Piedras Bolas por Camara Rodante, parajes que combinan belleza natural con el reto físico que todo ciclista de montaña busca.
Desde muy temprano, el ambiente se llenó de energía y entusiasmo; los bikers llegaban con sus bicicletas listas, sonrisas en el rostro y esa sensación de aventura que nos une.
El recorrido fue demandante desde el inicio. Las pendientes pronunciadas y los senderos técnicos pusieron a prueba nuestra resistencia y habilidad, pero cada kilómetro valió la pena.
Lo que más destacó en esta rodada fue el compañerismo. El equipo organizador estuvo atento en todo momento, brindando apoyo a quienes lo necesitaban. No importaba si alguien se quedaba atrás o enfrentaba un problema mecánico; siempre había una mano amiga dispuesta a ayudar.
En mi caso, sufrí una ponchadura en plena ruta, y de inmediato varios compañeros se acercaron para asistirme. Entre risas y consejos, logramos resolver el inconveniente y continuar la aventura. Esa solidaridad es lo que hace grande a la comunidad ciclista: nadie se queda solo.
Al llegar al punto final, la sensación era indescriptible. Cansancio, sí, pero también satisfacción y alegría por haber superado el reto.
Compartimos anécdotas, fotos y la certeza de que cada rodada no solo fortalece el cuerpo, sino también los lazos entre quienes comparten esta pasión. Piedras Bolas y Los Patios nos recordaron que el ciclismo de montaña es más que deporte: es conexión con la naturaleza y con las personas.
Gracias a Camara Rodante y su equipo por darnos la oportunidad de compartir estas experiencias.
Por César Tovar Flores






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